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Volver una vez más a su Bolívar (Bizkaia) natal, sueño del cowboy vascoamericano Pedro Uberuaga

28/10/2010

Pedro Uberuaga, en su casa de Bolívar (foto Deia)
Pedro Uberuaga, en su casa de Bolívar (foto Deia)

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Pedro Uberuaga, bolibartarra de 71 años --él dice que tiene 65-- ha vuelto estos días a la casa que le vio nacer. Es tan sólo la segunda vez en 40 años que visita a su familia, desde que se fuera de pastor a Boise en 1964. Esta vez ha vuelto con un nieto, dejando en Idaho otros 14, así como a 8 biznietos. A pesar de sus duros comienzos como pastor, asegura que volvería a emigrar a EEUU sin pensárselo dos veces. José Basurto le entrevista en el artículo publicado en el diario Deia que reproducimos a continuación.

José Basurto/Deia. "Me dieron un rifle, un caballo, tres perros y me dejaron en mitad del monte, a unos 45 kilómetros de la civilización, con 3.000 ovejas". Así recuerda Pedro Uberuega el comienzo de su aventura americana en Idaho. Pero de eso ha pasado mucho tiempo. Nada menos que 45 años. Ahora Pedro ya no es Pedro. En su carné de conducir de EEUU, que exhibe con orgullo, figura como Pete. Está felizmente casado con una norteamericana que aportó cinco hijos al matrimonio tras quedarse viuda. Unos hijos que les han dado 15 nietos y 8 biznietos. Toda una gran familia que de vez en cuando se reúne en el rancho donde vive, en Nampa, a 35 kilómetros de Boise, con su esposa Aruin y rodeado de vacas, novillos, árboles frutales y un pequeño viñedo. Pete, a sus 71 años, aunque él dice que tiene 65, ha visto cumplido el sueño americano. Sin embargo, sigue teniendo nostalgia de la otra gran familia, la que dejó en Euskadi. Por eso, estos días ha vuelto de visita a Durango, de donde se fue con 25 años.

"Aquí no había futuro", contesta Pedro cuando se le pregunta por los motivos que le llevaron a emprender el camino de la emigración. Corrían los años sesenta y Pedro no veía un porvenir en la empresa Oñate Hermanos de Durango donde trabajaba. Así que, animado por un cuñado y el novio de una hermana, que ya estaban en Boise de pastores, dio el paso. Hizo la maleta y se marchó. En ese momento cumplía una vieja aspiración. "Desde que era joven siempre tuve la idea de que quería aprender inglés, de que quería ir a Estados Unidos", cuenta en una mezcla de euskera, inglés y un rudimentario castellano. Una idea que comenzó a barruntar cuando iba caminando a la escuela de Bolibar desde el caserío Untzegarai, en las faldas del monte Oiz, donde nació en 1939 en el seno de una familia numerosa. "Éramos siete hermanos, seis chicas y yo", cuenta Pedro, "que estábamos arrendados en el caserío; así que, como éramos humildes, enseguida tuvimos que salir a servir". Pedro entró a trabajar de criado en una finca entre Durango y Matiena. Todavía recuerda cuando iba por las casas repartiendo leche. Así, hasta que le llegó la hora de ir el servicio militar en Donostia. Volvió a Durango y entró en una fábrica. Pero sólo aguantó un año y medio. La decisión ya estaba tomada.

Lobos

Llegó a Boise después de atravesar Francia en tren y el Atlántico y Estados Unidos en avión tras múltiples escalas. Sólo recuerda que era de noche y que sus cuñados le estaban esperando. El patrón no le dio mucho tiempo para aclimatarse. "Al día siguiente de llegar me enseñaron el rancho y, 48 horas después, me llevaron al monte, donde me dejaron en un carromato con un cama, un rifle, un caballo, tres perros y 3.000 ovejas". Allí se quedó solo con sus pensamientos y los aullidos de los lobos. "Nunca tuve miedo", asegura. "Además", prosigue Pedro, "el jefe ya me dijo cuando me entregó el rifle: dispara a todo lo que se mueva, sea animal u hombre".

En el monte, "trabajando de borreguero", estuvo seis largos años. Unos años en los que apenas bajaba a la civilización, con lo cual su vieja aspiración de aprender inglés apenas había prosperado. Sin embargo, Pedro no desesperó. La suerte hizo que pudiera dejar el oficio de pastor. Cambió el rifle por la paleta de la albañilería. Encontró trabajo en la construcción en la ciudad y comenzó a ganar el "doble". Pedro iba cumpliendo otro sueño: tener dinero para comprar un casa en Durango donde pudiera vivir su madre cuando él regresara. Pero el regreso se complicó al cruzarse en su camino Aruin, una norteamericana de origen alemán con la que se casó. A partir de ese momento, no tuvo más remedio que aprender inglés. "Los dos primeros años de matrimonio fueron duros por el idioma, pero gracias a mi mujer y a los niños, aprendí". Hoy en día, el inglés ha pasado a ser su primera lengua en detrimento del euskera.

"Allí, el euskera sólo lo utilizo cuando voy al centro vasco, pero cada vez se habla menos." En el centro vasco hablan de todo, hasta de política, aunque más de la norteamericana que de la vasca. Pedro se declara un fiel seguidor de Obama, de quien dice que "va a ser un gran presidente de los Estados Unidos porque favorece a las clases pobres". Y de Bush no quiere ni oír hablar. Cuando se le pregunta por el ex presidente, Pedro hace un gesto con el pie como si pisara una cucaracha.

Pero por encima de los presidentes, para Pete, el ciudadano americano, está el país, "el país de las oportunidades". Pedro las aprovechó. ¿Volvería a hacer lo mismo?, le preguntamos. "Sí, por supuesto. Aunque aquí me ofrecieran 12 dólares y allí uno, me iría a Estados Unidos", contesta tajante y de forma gráfica.

Únicamente le produce nostalgia la familia tan maravillosa que dejó aquí. "Cuando estoy allí me acuerdo de ellos y de Bizkaia, y cuando estoy aquí, estoy pensando en los de Estados Unidos y en mi rancho". Al margen de la familia, lo único que echa en falta de su tierra adoptiva es el pescado. "Allí", dice, "el pescado es congelado, como un trozo de madera". Por eso, cuando viene a Euskadi, come pescado fresco. También aprovecha para recorrer algunos lugares, como Urkiola, que le retrotraen a su juventud. Le gustaría volver más a menudo para estar con los suyos, pero las circunstancias han hecho que sus visitas hayan sido esporádicas. Sólo ha estado en dos ocasiones desde que se fuera en 1964. La anterior, en 1985, acompañado de su mujer. Y 25 años después ha vuelto con un nieto, "ya que Aruin está algo pachucha". Pedro promete volver.



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