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Goretti Dañobeitia, cooperante en Venezuela y Costa Rica, combate la explotación de niños y adolescentes

06/04/2010

Goretti destaca que el rasgo más característico de los ticos es la sencillez (foto Goretti-El Correo)
Goretti destaca que el rasgo más característico de los ticos es la sencillez (foto Goretti-El Correo)

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Hace dos días que volvió de Nicaragua. Rodeada de grandes bosques y enormes ríos. Allí estaba casi ilocalizable. Pero su profesión le obliga a viajar por parajes tropicales con un fin encomiable. Goretti Dañobeitia es responsable de comunicación para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Centroamérica. Desde hace tres años se encarga de divulgar entre gobiernos, sindicatos y patronales un objetivo: «Acabar con la explotación laboral de niños y adolescentes y darles oportunidades de vida», matiza. El centro de operaciones de esta vizcaína de 31 años está en Costa Rica, donde reside desde 2006. Un país en el que no es fácil «hacer amigos» y el peso de las relaciones sociales recae en la familia. Iratxe Gómez firma el artículo en El Correo.

Iratxe Gómez/Bilbao, Bizkaia. Ese hermetismo no ha sido el inconveniente más difícil de su aventura por el extranjero. Peor fue la violencia que contempló en Caracas y la inseguridad de sus calles. Pero antes de llegar a este episodio conviene saber qué le llevó a dejar su Lezama natal y cruzar el 'charco'. Esta vasca estudió Periodismo y, al mismo tiempo, se formó en el Conservatorio de Música. Con el título bajo el brazo comenzó a trabajar en los servicios informativos de EITB y en los cursos de verano de la UPV. En su mente, sin embargo, no se disipaba la idea de conocer otras culturas.

El Gobierno vasco le brindó la oportunidad de un puesto en su delegación de Venezuela. Dañobeitia no lo dudó. Hizo sus maletas y en 2004 puso rumbo a la República Bolivariana para trabajar la logística y el seguimiento de proyectos de ONG y de cooperantes vascos. «Es un país que me llegó al alma. ¡Fue un choque brutal! Había hecho estancias cortas en el extranjero, pero Caracas la sentí como mi segunda casa», recuerda.

Lo primero que le llamó la atención al aterrizar en Venezuela fue la luz. «Muy distinta de Europa», dice. Otro de los aspectos que le marcaron a su llegada fue la cantidad de todoterrenos que había por las carreteras y los sistemas de seguridad. «Las verjas de las casas eran enormes. Yo para entrar a mi apartamento tenía que pasar cinco filtros de seguridad». Unas medidas necesarias porque Caracas es una de las ciudades más peligrosas del mundo. «Se producen 90 muertes violentas a la semana. Por la noche apenas hay gente por la calle».

Esta vizcaína se vio envuelta en situaciones de riesgo que nunca borrará de su cabeza. «Estuve entre dos 'balaceras', como se llaman aquí, es decir entre tiroteos. Y en la primera residencia donde me alojé oía disparos. Yo me decía: ¡Dios mío, quién me ha traído aquí! Los caraqueños sabían diferenciar hasta el tipo de arma», relata. Ella pasaba casi todo el tiempo en la oficina y dando clases de euskera en el centro vasco de Caracas. Pero reconoce que la ciudad daba mucho de sí. Siempre tenía un plan.

A pesar de esa inseguridad, Dañobeitia destaca el carácter hospitalario y alegre de los caraqueños. «Son muy positivos y miran hacia adelante. Y hay oportunidades para todo. Eso sí, debes aprender a diferenciar el sí del no». Barajó entre los pros y los contras para no alargar más su estancia en Venezuela. «Me volví a Bilbao durante cuatro meses para reflexionar y ver las cosas desde la distancia», rememora. Un breve paréntesis que le ayudó para convencerse de que quería volver a Latinoamérica.

Narcotráfico

Con una beca de la UNESCO se marchó a Costa Rica para encargarse de temas de comunicación para el desarrollo. Pasó sólo un año cuando se hizo un hueco en OIT para zambullirse tratar de lleno en un programa de erradicación del trabajo infantil, en el que está inmersa en la actualidad. Las comparaciones entre San José y Caracas fueron inevitables. «Hay inseguridad, pero no a esa escala, pese a que el narcotráfico es un gran problema. Se respira más tranquilidad. Eso sí, la gente es muy amable, pero no amigable», confiesa.

De nuevo llegó sola a una ciudad desconocida. Y, al principio, vivió con un tico, una suiza y un chico de Irún. Ahora, sin embargo, no comparte piso con nadie y está a escasos minutos del centro. Ya está más que adaptada, incluso para cuando caen chaparrones. «Aquí las lluvias tropicales son tremendas. Pero los ticos no se visten de forma adecuada. Yo tengo unas katiuskas y todo el mundo me mira. Los costarricenses prefieren no andar por las calles y esperar a que pase el aguacero».

Con tanta lluvia, Dañobeitia no echa en falta el sirimiri. Sí otros aspectos más personales como la familia, los amigos, así como la sinceridad de los vascos. «Mantengo contacto casi a diario con mi gente. Y antes de abrir un periódico de aquí abro los de allí». Reconoce que le gustaría regresar, aunque también opina que es muy «enriquecedor vivir una realidad distinta». De todas formas hay algo que le frena: «Me da miedo cómo encajar de nuevo y dónde ubicarme».

(publicado el 04-04-2010 en El Correo)

Goretti Dañobeitia trabaja en el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y es su responsable de Comunicación para Centroamérica, Haití, Panamá y República Dominicana. Su e-mail personal es: gorettid@hotmail.com



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