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Iñaki Urlezaga: celebridad en danza deslumbró a Nueva York. El artista argentino comienza en unos días su gira nacional que terminará en octubre en el porteño Teatro Colón (en La Nación)

23/07/2004

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Alberto Armendáriz/Nueva York. Siete años es mucho tiempo, fue el veredicto unánime del público neoyorquino, que desde 1997 no veía al bailarín argentino Iñaki Urlezaga, quien el sábado pasado deslumbró en el Metropolitan Opera House con "La Cenicienta", junto al Royal Ballet de Gran Bretaña. Pese a que no lo vean por estas latitudes, la trayectoria de Urlezaga, de 28 años, es seguida por los fanáticos del ballet en Nueva York que no quisieron perdérselo en la programación especial para celebrar los 100 años del nacimiento del coreógrafo británico Frederick Ashton.

"Volver a Nueva York es muy lindo porque ahora me siento muy asentado, con un trabajo muy correspondido tanto por parte del público como de la crítica especializada. Es muy bueno tener un lugar ganado dentro del escenario", comentó Urlezaga a La Nación durante una entrevista en la plaza del Lincoln Center.

Siete años atrás, el joven bailarín platense recién había comenzado sus primeros pasos en el renombrado Royal Ballet, pero ya era solista y estaba en pleno ascenso. Hoy, es su primera figura y baila con la compañía en los teatros más importantes de Europa. Aunque pasa la mitad del año en Londres, Urlezaga siempre se esfuerza por hacerse tiempo para salir de gira por la Argentina y América latina con su propia compañía, Ballet Concierto. A partir de la próxima semana se presentará en Rosario, Paraná, Córdoba, Mar del Plata, y luego, en septiembre, en La Plata, Mendoza y San Juan. Más tarde, visitará Paraguay, Chile, Uruguay, Costa Rica, Puerto Rico y Colombia, para terminar en octubre en el Teatro Colón de Buenos Aires, una cita obligada.

Lleno de energía, entusiasmado por el primer día de sol que le permitirá salir a recorrer un poco la Gran Manzana al aire libre, Urlezaga sube y baja las escalinatas del Lincoln Center apenas tocando el suelo, como si de un ángel sin alas se tratara.

Junto a él está casi todo el tiempo su verdadero ángel guardián, Lilian Giovine, la maestra que lo inició y con quien recorre las salas más prestigiosas del mundo. Es ella quien le recuerda las fechas y los horarios, se asegura de que no se olvide su bolso de ropa en la calle después de una sesión de fotos y hace sugerencias sobre exhibiciones y lugares para visitar.

Sin embargo, a la hora de hablar de "su" arte, Urlezaga no necesita nadie sobre quien apoyarse; con total seguridad y gran soltura de palabra, el bailarín explicó a La Nación la relevancia que tiene para él "La Cenicienta".

"Toda persona que trabajó en Gran Bretaña, conoce el repertorio de la compañía o se ha educado en ella, como yo, tiene un sentimiento muy especial con respecto a "La Cenicienta". Es un ballet muy especial dentro del teatro, marcó un hito en 1946. Fue el primer completo de tres actos que Gran Bretaña produjo. Significó un gran triunfo artístico después de los tiempos de crisis de la Segunda Guerra Mundial", señaló sentado sobre un cantero de flores en uno de los patios laterales del Lincoln Center.

Siempre que hablás de las piezas que presentás te referís a la historia del ballet. ¿Te gusta estudiar el contexto histórico?

Es algo que yo valoro mucho de los ingleses, el haberme dado ese conocimiento tan grande de la tradición. Sin eso, no podés ir para adelante, es como una persona sin raíces. Me gusta la tradición del teatro, me gusta estudiar, saber, para poder interpretar todo un ballet y lograr la identidad con la compañía que estoy trabajando. Entiendo el ballet como una obra completa; no concibo la historia solamente como el príncipe que busca a la Cenicienta, por ejemplo. Me gusta tener otra perspectiva de la obra.

Leí por ahí que hay veces que cuando bailás te sentís omnipotente. ¿Cómo es eso?

Hay algo que se me despierta solamente sobre el escenario cuando tenés una función soñada. A lo mejor, de las 100 que representás en el año solamente te sucede dos veces, es algo muy especial. Te sentís con la capacidad de hacer lo que se te ocurra sobre el escenario. En ese momento, en ese lugar, te sentís que sos capaz de tocar el cielo con las manos, que cuando te bajás del escenario se acabó. La última vez que me pasó eso fue el año pasado en el Colón. Cuando se abrió el telón y sonó la música hubo un clic dentro del teatro, fue como si el mundo se suspendiera por 30 minutos. Esos son los momentos más memorables de un artista. Es cuando te sentís realmente libre, capaz de producir lo que se te ocurra.

¿Tenés alguna idea de qué vas a hacer cuando ya no puedas bailar?

No sé qué haré, pero hace poco creé dos coreografías, una, "Danzaria", la estrené en marzo en la Argentina. Y la otra la voy a estrenar con mi compañía en La Plata, en diciembre, se llama "Floralis". No sé si me dedicaré exclusivamente a ello, pero seguramente voy a seguir en el mundo de la danza. Con tantos años metido ahí dentro me va a costar mucho alejarme. Pero me gustaría encararlo desde otro lugar. No sé si como director, porque en la Argentina dirigir es muy difícil.

¿Qué diferencias notás entre trabajar en Europa, Estados Unidos y la Argentina?

Europa tiene una tradición de muchísimos años, pero las leyes artísticas se fueron actualizando con los tiempos. El teatro se fue acomodando con la sociedad. En la Argentina, lo que yo noto, es que el teatro se ha quedado en el tiempo, como que no se ha aggiornado a las necesidades actuales. Y en Estados Unidos, la impresión que tengo es que, tal vez porque tienen mayor poder adquisitivo, las cosas cuestan menos, hay menos barreras para montar una producción, hay menos burocracia. Acá existen muchos mecenas; en Europa son los Estados los que más apoyan a la danza; acá es más el sector privado.

¿Qué pensás bailar en el Colón en octubre? Todavía estoy definiendo la programación, pero me gusta mantener lo que soy yo: un bailarín clásico y de tradición. Pero me gusta también mostrar al artista arriba del escenario, no solamente quedarme con un pas de deux clásico. Me gusta mantener eso porque es la madre de todo lo demás, pero más allá de ello me gusta sorprender con algo distinto. El año pasado hicimos "El niño brujo", que era un ballet que estaba casi perdido y rescatamos. Quiero tratar de repetir algo parecido, presentar alguna joyita que no se vea todo el tiempo. No sé si esta vez hacer algo que se haya hecho dentro del Colón, pero tal vez algo que el público argentino no haya tenido oportunidad de ver.

Todos los años te ponés como deber bailar en varios lugares del país. ¿Qué significan para vos estas giras en el interior?

Yo paso la mayor parte del tiempo en Gran Bretaña y el resto de Europa, y bailar en la Argentina para mí es una manera de seguir sintiéndome argentino, de ser yo. No creo que mi carrera hubiera tenido completo sentido si yo la hubiese hecho sólo afuera. En lo artístico está bueno, pero a nivel personal me hubiera quedado un hueco muy grande. Porque no es que yo me formé totalmente en la Argentina; yo me fui muy chico del país, a los 18 años agarré las valijas y me fui, pero me quedó algo muy fuerte ahí y busco reencontrar con las giras por la Argentina.

¿Qué es lo primero que hacés cuando llegás a La Plata?

Uy, descansar en la casa de mis padres, ir a comer un asado. Me gusta ir al Camino Centenario, que es donde están todas las parrillas, a La Modelo, que es todo un ícono.

(publicado el 23-07-2004 en La Nación)


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