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¡Ya llegó, Vascos! Sí, llegó la fiesta de San Fermín, queridísimo Santo Patrono, desde Concordia (en El Heraldo)

2016/07/09

Sí, llegó la fiesta de San Fermín, queridísimo Santo Patrono. Los vascos o descendientes de ellos, que en Concordia somos muchos, celebramos lindamente este acontecimiento, que se festejó el 7 de julio. Tal vez por eso, muy motivada por lo antes dicho, leí el libro «Los Vascos en Entre Ríos» del recordado Fermín Elizaincín y, debo decirlo me resultó altamente interesante e instructivo.

Lotura: El Heraldo

María Rosario Echeverría. Así, un párrafo de él nos habla con admirable puntualidad de los vascos en el barrio «Nébel», barrio concordiense, verdadero reducto de vascos. También el barrio «La Cuchilla» representa un antiguo lugar de asentamiento de vascos, digno de mencionarse con cariño.

Tocante al barrio «Nébel», el citado libro nos dice, entre muchas cosas, referidas a un barrio tan especial de Concordia: «Al noreste de la ciudad, junto al río Uruguay, el barrio «Nébel» fue también donde se asentó un notable número de vascos hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX».

«Esta populosa barriada nació con el esfuerzo, la fe y perseverancia de Eduardo Nébel y se inició cuando su padre adquirió las instalaciones del Saladero Grande o Concordia».
«Fallecido éste, asumió la dirección del establecimiento su hijo, con todo el tesón de su ascendencia vasca».

«Sus primeros pobladores fueron trabajadores del Saladero, que levantaron sus viviendas en tierras aledañas al mismo, propiedad de la empresa o de los vecinos, en su mayoría los vascos asentados en el lugar».

«La unidad militar local, el Regimiento 6 de Caballería, está en Concordia, desde 1914 y tuvo su primer asiento en el barrio Nébel. Allí tuvo lugar el primer partido de polo que se tenga memoria en la ciudad, disputándose en la antigua cancha del Club Wandere’s, conocido como el Club de los Vascos, pese a su nombre inglés.

«El barrio Nébel tuvo su escuelita particular, como se la llamaba cariñosamente. Su maestra, sin tener título habilitante, ejercía la docencia mediante una autorización que lograra el entonces diputado Damián P. Garat».

«Se llamaba Juanita Izaguirre, hija de Ignacio Izaguirre, propietario del primer almacén que se abrió en el naciente barrio».


«Otro de los almacenes fue el de Manuel Magariños, el ‘Tome y Traiga’, de Domiciano y Pablo Hereñú y el comercio de ramos generales ‘La pagadora’ de los hermanos Pedro y Prudencio Larrarte, que se inició en 1910.

«Al llegar las elecciones, los dos tradicionales partidos de aquellos años barrían sus respectivos ‘sub-comités’, el de los radicales presidido por José M. Bidegain y el de los conservadores o ‘lomoduros’.


«Al término del acto comicial los adversarios políticos se daban la mano y el ganador se hacía presente en el sub - comité rival haciendo estallar bombas de estruendos».
«Como todos los barrios de la ciudad, tuvo personajes populares. Uno de ellos fue el recordado Sargento Saro, vasco él, que prestaba servicios en la Comisaría del lugar y muy temido por los rateros. Detenido el autor de algún robo o simple ratería y confesado su delito, el Sargento Saro lo llevaba preso hasta la costa del río».

«Una vez en el lugar le ordenaba que se quitara la ropa y cruzara el río nadando hasta la vecina ciudad de Salto. Al responderle el preso que no sabía nadar o que no se animaba a cruzarlo, Sarlo le decía: ‘o te vas a Salto nadando o desaparecés del barrio y que no te vea más por aquí’».

Cuando pasado un tiempo regresaba, se presentaba a Saro pidiéndole autorización para vivir nuevamente en el barrio con la promesa de no reincidir en sus fechorías. Y lo curioso, recuerdan los memoriosos, es que siempre cumplían con su promesa.

«La estafeta de correos era atendida por Joaquín Garayalde. Cuando fallecía algún vecino muy amigo le preguntaban: ‘Joaquín, ¿vas a ir al entierro?’ y éste respondía: ‘No, no tengo plata para pagar el coche, vos sabés que no me gusta viajar gratis’. Y no iba si no pagaba el coche de su bolsillo. ¿Testarudez vasca?

«Una vez al año se realizaban las ‘Romerías’, que se llevaban a cabo, alternadamente, en el Saladero local y al año siguiente, en el denominado ‘La Caballada’ de Salto, en la República Oriental del Uruguay, enfrentado río por medio al barrio Nébel».


«En esa oportunidad las familias vascas procedían a anotar a sus hijos recién nacidos y lo hacían tanto en Salto como en Concordia. Así se daba el caso de concordienses anotados en Salto y salteños inscriptos en Concordia.

Al instalarse el Saladero, la zona recibió el aporte de la mano de obra vasca, congregándose a su alrededor familias de esta procedencia, registrándose junto a la de Eduardo Nébel, las de Larrarte, Ilarregui, Goñi, Arrieta, Sagarra, Zapata, Aramburu, Garategui, Izaguirre, Etcheverry, Hereñú, Aispuru, Barraneche, Ugartamendía y Azorandía, entre otras.

Para finalizar vale decir que la casa de la familia Nébel fue sede desde la década del 40 hasta 1960, de un Escuadrón de nuestra Gendarmería Nacional».

No caben dudas de que los vascos, con su extirpe tan definida y dotados de extraordinarias condiciones, contribuyeron enormemente al engrandecimiento de Concordia, una ciudad que mucho quieren.



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