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Cosas de vascos por el barrio de Almagro (Buenos Aires Historian, Prof. Olga García de D'Agostino sinatzaile)

2020/08/18

La presencia vasca en Buenos Aires ha sido constante desde sus orígenes; aún con Pedro de Mendoza (Mendi: Monte / Hotza: Frío, de los señores de Lloidi – Vizcaya) que en 1536 estableció el primer asentamiento o apostadero naval que llamó de “Santa María del Buen Ayre”. En 1580, Juan de Garay, fundó nuestra ciudad. No existen datos sobre la cantidad de los llegados de este origen antes de la segunda mitad del siglo XIX; vimos datos en censos de 1855-1869 y 1895. Anteriormente, seguimos algunos indicios en dueños de tierras, chacras, … en el ejido del trazado primitivo en que se formaría nuestro barrio, zona de extramuros hasta la actual Avenida La Plata. [argazkian, Alberto Ospitalen argazkia 1955an bere amarekin]

Lotura: Buenos Aires Historia

Prof. Olga García de D'Agostino. En el “Emblema de Almagro” de julio de 2012, N.  E. Morán publicó un cuento titulado “El vasco”.  Durante largo tiempo, indagué  acerca de la existencia de una cancha de pelota (escenario del relato), frente al Templo de San Carlos, puesto que la mencionaba Ricardo Llanes en “El barrio de Almagro”. Ni  los estudiosos lograban darme respuesta. Conseguí corroborar su presencia  por el lugar en la obra de la colectividad “Los vascos en la Argentina- Familias y Protagonistas”; buscando un poblador Letamendi… Letemendía…, pues los apellidos se dan con variantes.

Encontré citada la “Chacra de Francisco Antonio de Letamendi compuesta de mil varas de frente al Riachuelo por media legua de fondo como una de las explotaciones rurales más importantes del partido de San José de Flores” ( dos cuarteles urbanos y once rurales en 1883). Primero trabajó y cultivó las tierras, luego poderoso comerciante con activa defensa de la ciudad en 1807 y en el Cabildo Abierto de 1810, en que votó por los criollos. Ya en 1830 se dedicó a la fabricación de ladrillos siendo el más importante del partido. Nos lo relató el profesor A. I. A. Miranda, que demuestra la presencia de anteriores vascongados por la zona, del mismo origen (Larrazábal y Basualdo – fall. en Bs. As. en 1756-  entre otros que fueron los antiguos propietarios).

También lo era  Ramón Letamendi, nacido en Guipúzcoa hacia 1802. Adquiere en 1831 en el que era ejido de la ciudad, a nueve cuadras al Oeste,  dos quintas  de  Ochagavía con árboles, sembrados y carretones. Una está situada  entre Boedo, México y Virrey Liniers; la otra, en Yapeyú, México y Boedo. Ésta última había sido comprada a un Aramburu y Muñoa, incluyendo cuatro esclavos.  Aramburu y Martín Iraola la habían comprado, a su vez, a un Barragán en 1826. Aramburu instaló un horno de ladrillos, que continuaría Letamendi. Nos cuenta el escribano Rezzónico que esta industria motivó innumerables quejas de los vecinos por las grandes lagunas y la pérdida de terreno para cultivo. Más adelante, con el crecimiento de la población, los hornos de ladrillo se alejarían de lo urbanizado.

El Letemendía ya mencionado era el propietario de ese espacio de juego y regocijo (instalado en Victoria y Artes y Oficios, hoy H. de Yrigoyen y Quintino Bocayuva). Allí se reunían sin asistencia de menores (se jugaba por dinero) y sólo participaban las damas en fiestas patrias y religiosas. Había numerosos por los alrededores.

En “Almagro, el pasado que perdura”, C. M. Trueba, nos cuenta que el juego de la pelota tuvo gran repercusión popular también en otros barrios, en escenarios donde grandes pelotaris protagonizaban memorables partidos. Por aquí “La Cerrada de Anchorena y Rivadavia, habilitada por Josemari Peyrelongue; la ubicada en la calle Gascón y el puente del ferrocarril, llamada de Churrita o del ñato Alejandro; la de Simón Soroet  o  de Venezuela, que ocupaba el ángulo sudeste de Castro Barros y Venezuela, corriéndose por ésta hasta la calle Pérez, en la que daba la pared del frontón; la de Martín Hoyamburu era la de Castro Barros, ubicada a pocos metros de la Avenida Rivadavia”. Éste último es uno de los dos que persiste en el deporte de la pelota a paleta y demás. Hoy, la de Almagro es “DEPROP” (Departamento de Propaganda de la Compañía Nobleza de Tabacos). Fue frecuentado por personajes de la época como “El Peludo” Hipólito Irigoyen, Elpidio González y M. T. de Alvear, entre otros. El creador de la  paleta argentina fue un Marticorena. Su hijo sigue jugando allí y proveyendo a las instituciones en esta práctica. Antiguamente, en el campo, se usaban las paletas de auténticas vacas. En la barra de madera, los observadores reconocían rostros de habitués tallados a cuchillo. En esa cancha jugaron los mejores profesionales. Quedó como un bastión. Esto nos lo relató Julián Beraza: En su origen, a comienzos del siglo XX, era un corralón en que los vascos lecheros, ahora del Once,  guardaban sus carros. Según Alberto Ospital, que jugó allí, en ese lugar, los 10 de cada mes, el tambero proveedor reunía a los vascos lecheros y cobraba la mercadería entregada durante el mes.  Alejandro Dufau, en 1916, aprovechó el lugar y construyó un trinquete de pelota, un hotel y un restaurante famoso en la ciudad debido a las habilidades culinarias de su esposa. Según C. M. Trueba, esta  famosa cancha de Almagro, “inaugurada en 1916 […] fue de los hijos del nombrado Josemari  Peyrelongue: Graciano y Bachicha, ubicada en Avenida Rivadavia 3777 […] trinquete  y escenario de los partidos de más alto nivel, no sólo de la Argentina, sino del mundo”. El segundo trinquete que sigue activo es el del Centro Navarro en la esquina de Colombres y Moreno; fundado como el de los vascos en el primitivo Almagro, ambos( vascos y navarros) pertenecían al antiguo reino de Navarra.

Fue la “Catedral de la pelota” en su época de esplendor.  Cercana,  en Independencia y General Urquiza, estaba la Plaza Euskara ( en principio del centro Laurak Bat inaugurado en noviembre de 1882 con asistencia del presidente J. A. Roca), lo frecuentaría Sarmiento, que felicitó al Chiquito de Eibar triunfando  sobre Paysandú con la presencia de  8000 espectadores. Fue el acontecimiento deportivo más importante del Río de la Plata; lo asevera J. Labat.

Pedro Hourcade llegó procedente de St. Jean de Luz-Ordoqui (Pirineo francés) en el último tercio del siglo XIX y fundó con éxito una curtiembre ubicada en Victoria, entre Boedo y Maza. Los vasco franceses, en abril de 1895, deciden formar un Centro de Reuniones “con el objeto de fomentar y estrechar los lazos de asociación entre los miembros de la colonia”. Seis hijos de Iparralde, como lo hacían habitualmente, echan las bases en el lugar del Centre Basque Français, hoy Centro Vasco Francés, nos lo relató M. Iriart. La curtiembre de Hourcade, que ocupaba dos manzanas, también contaba con su cancha de pelota. En el censo de 1869, registramos la pléyade de jóvenes llegados de Euskal Herria que trabajaban, convivían y allí se divertían.En el censo mencionado, como en el de 1895, encontramos vascos jornaleros, quinteros, labradores, jardineros, pasteros, troperos, carreteros, herreros, hojalateros, fundidores, talabarteros, zapateros, alpargateros, almaceneros, comerciantes y  fonderos. Además del horno de ladrillos de los Estebarena,  los ocho de  Altube, de Anzola y Zalazar;  con jóvenes brazos vascuences en su  mayor número  colaboraron desde la periferia con el surgimiento de la urbe progresista en que fue transformándose la ciudad de Buenos Aires.

En las quintas, también proveedoras de la naciente urbe, donde trabajaban gran cantidad de criollos, allá por 1856, D. F. Sarmiento, que visitaba en su residencia almagrense  a su admirado Vélez Sarsfield (actual Hospital Italiano); pudo observar un atardecer que “algunos labriegos vascos con boinas encarnadas o azules se retiraban de sus trabajos de campo, con sus guadañas al hombro”. Las mujeres trabajaban como aparadoras, cigarreras, alpargateras, espartineras, fonderas o amas de casa; otras, eran lavanderas, modistas, costureras, planchadoras… Se encontraban también algunos (que daban su lugar de origen) en gracerías, velerías y chancherías. Estos últimos establecimientos mencionados fueron alejándose a las periferias ante reclamos del creciente número de pobladores y las cuestiones sanitarias a resolver.

En la segunda mitad del siglo XIX, la zona de grandes quintas fue viendo su parcelado en pequeños lotes, sobre todo con la presencia del ferrocarril y del tranvía; aumentó tras la epidemia de cólera (1868) y fiebre amarilla (1871). Ésta era región  de tierras altas, salubres, que conocieron ruidosos remates, tales los hechos por el navarro H. Baizán. Entre la inmigración que intenta alejarse de la gran aldea, que va convirtiéndose en nuestra capital, llegan aquí, en gran número, españoles y franceses (en su mayoría vascos) que no tardan en reclamar iglesia y escuela. Muy pronto, por 1871, se integra una “Sociedad Progresista de la Villa de San Carlos” que dirigen  M. Amespil (propietario de una curtiembre) y un M. Estebarena, le siguen Fortunato Devoto (poseedor de grandes terrenos), etc. Estos hombres “a impulso de una asociación, germen fecundo de progreso en los pueblos libres”. Convocan al “laborioso vecindario [donde surge la] floreciente localidad de la Villa de San Carlos – Almagro al Sud, del importante partido de Flores”. Aclaramos que el entonces Almagro al  norte continuaba a Balvanera y formaba parte de la ciudad; el resto era provincia de Buenos Aires.

Habrá iglesia y escuela cuando los padres bayoneses del colegio San José, en terrenos donados por los Estebarena, han de dirigir, en sus comienzos, el templo de San Carlos, construido a la usanza vasca, adyacente habría escuela. Lograda la construcción de la vice-parroquia de San Carlos, el párroco de San José de Flores, Isaguirre, designó allí a los padres Carriquiri y Oteiza, que comenzaron su tarea pastoral. En actas matrimoniales, de bautismos y defunciones de los primeros años, son numerosos los nombres vascos: un Otondo, el primer bautizado.

Dependería de la parroquia de San José de Flores hasta que fueron reemplazados por los padres salesianos que conformaron más a los lugareños. Tanto en la curtiembre de Amespil (hoy escuela Ramos Mejía en calle Treinta y tres orientales, antes Génova) como en los hornos de los Estebarena, comprobamos en los censos oleadas de vasquitos; que también registramos en nombres de calles aledañas: Bayona 1 y Bayona 2 eran las actuales Mármol y Muñiz, entonces recién diseñadas. Los Hourcade, cuyos herederos serían los Tarascón, se asociaron con los Amespil, dueños de varias curtiembres, uno de ellos el citado vasco.

Aún mi calle Yapeyú, que mencionara como “Llapellú”  Lorenzo Goyeneche, cuando quiso delinear su terreno sobre la antigua Victoria por 1887; anteriormente aparecía – en planos y reclamos a la municipalidad del partido de Flores- nombrada como Valenzuela y Loitegui. Ambos fueron pobladores primitivos , cuando era un callejón que deslindaba las antiguas quintas. Valenzuela figura en un plano de 1871 del topógrafo y agrimensor Arana; anteriormente en “Relevamiento del archivo parroquial de San José de Flores (1806 – 1824)” de A. I. A. Miranda. Yapeyú estaba, en ese periodo, en los cuarteles rurales 3 y 4 de San José de Flores. El segundo propietario mencionado aparece en el censo de 1869 como pastero. Tarea que era importante pues el fardo de pasto era el alimento de los animales vacunos, bovinos y equinos. ¡Pensemos en la aparición del tranvía entre 1870 y el 1900!

Hubo lecheros que hacían su reparto acompañados por la vaca, como Toribio Hernandorena, en un principio, luego lo haría en el carro, acompañado por uno de sus hijos, a quién una antigua vecina, Hilda Jáuregui, observaba siempre leyendo. Este joven -Lorenzo-siguió colaborando con sus aportes como tapicero y con la familia, ayudando a sus dos hermanos a terminar sus carreras de medicina; un hijo suyo se radicó en Buenos Aires con su tío Pedro, como médico ejerció en hospitales y como cardiólogo en la cátedra de tisioneumonología. Pedro, fue importante médico del Hospital Ramos Mejía (clínico y cardiólogo) y uno de los primeros que realizó electrocardiogramas en el país con su jefe, dr. Juan Goyechea, con el que eran grandes amigos, se los conocía como “los médicos de los vascos”; este último escribió un libro sobre “Los gauchos vascos”. Conocí a los hermanos lecheros Aguerrezabala todavía en su lechería sobre Salguero, azulejada de blanco, frente a la plaza de Almagro, donde cuántos papás habrán llevado a sus niños a tomar el buen alimento. En Quintino Bocayuva y Quito, en otra lechería, que también servía con la vaca atada, se proveyó, a quiénes hoy del barrio, pasan la media centuria del tonificante lácteo.

Hasta 1887, en que se trasladó el límite de la capital a General Paz, Almagro tuvo su estación o paradero del F.C.O. sobre lo que hoy es Bartolomé Mitre (antes calle De la Piedad) y Medrano. Allí llegaba el tren lechero, que proveía a la ciudad. Hasta 1900  a pasos nacía la Calle de los Vascos -actual Acuña de  Figueroa- por ser éstos los tradicionales repartidores que lo recibían. El llamado “Patio de los lecheros” – hoy espacio cultural ubicado en Donato Álvarez y la vía – estación en la década del 60, era una gran playa de descarga y aprovisionamiento de leche (ya en Caballito reemplazó pronto al final del de aquí) a la que llegaban en tren los tarros lecheros provenientes de los tambos del oeste para ser distribuida por repartidores vascos y descendientes, en el tiempo en que era vendida suelta y a domicilio. Pasado el tiempo, hubo nuevas exigencias de pasteurización y distribución. Es hoy “Paseo de las Colectividades” y representa un homenaje a quienes trabajaron con ahínco por el desarrollo de la ciudad “época en la que los vascos construyeron esa imagen de trabajadores honestos, de palabra, responsables y ahorradores industriosos que aún hoy perdura.

El  vasco, Miguel Ospital,  llegado en 1928 y casado con Mariana Oxoby, tuvo reparto de leche y tambo en General Urquiza 684. A su muerte, sus hijos continuaron con una empresa de fabricación de productos lácteos. Alberto Ospital, domiciliado actualmente en Yapeyú al 700, es quien la dirige con sus hijos, aunque, en los comienzos, fue lechero repartidor por Caballito – Almagro (adjunto  fotografía de A. Ospital atendiendo a su madre). Actualmente, su empresa es “Lácteos El Mundo S.R.L.”, dedicada a la elaboración de manteca y quesos, fabricación de leche condensada y en polvo, crema fresca y conservas, helados, dulce de leche, otros productos pasteurizados, homogeneizados, etc.

Persisten por el barrio, instituciones como Atilra (Asociación de trabajadores de la industria lechera de la República Argentina) situada en H. Yrigoyen 4056, que hoy es una organización sindical con gran responsabilidad social; desde la salud, cultura y educación, deportes y  conexión con universidades del país. No logramos aclarar si existe alguna relación entre Atilra y el dato existente en el censo de 1895; el elegante edificio ubicado a su derecha perteneció a la familia Gándara y sabemos que un historiador Arrondo, escribió sobre “Los vascos de Gándara”. Quienes hace años en tiempos de veraneo atravesamos esa zona recordamos alguna detención  gustosa y refrescante.  También relacionado con la industria láctea, en Medrano 281, se encuentra el Centro de la Industria Lechera, edificio del ingeniero J. A. Noble. A una cuadra de la estación mencionada anteriormente, en la calle De La Piedad (hoy Bartolomé Mitre), en el censo de 1895, hemos registrado la familia Bagley. ¿Haré una mala asociación si pienso en la cercanía de la llegada del líquido elemento necesario para elaborar deliciosas galletitas a través del tren lechero hasta 1887.

Para finalizar, relacionados  con el cuero hubo por nuestras calles Cabantous con fabricación y venta de calzado “Guante” y registramos zapateros “Elissamburu”. Continúan su acción la Cámara de la Industria Curtidora Argentina (edificio de A.F. Aldazábal) y la Cámara de la Industria del Calzado.

Publicado en “El Emblema de Almagro, periódico cultural” en febrero, 2018.

García de D’Agostino
Junta de Estudios Históricos de Almagro

Información adicional

-Testimonios orales de los Sres Dra. de Jáuregui y el Sr Ospital
-Miranda, A.A.I.,“Relevamiento del archivo parroquial de San José de Flores (1806 – 1824)”
-Llanes, Ricardo “El barrio de Almagro”
-C. M. Trueba, Almagro, el pasado que perdura”
-Rezzónico, “Antiguas quintas porteñas”.

Año de referencia del artículo: 2020



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