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Euskara en el Uruguay. El articulista, Xabier Irujo Ametzaga, pasa repaso a los aportes solidarios que ha realizado Uruguay para con la lengua y la cultura vascas (en el diario Deia, de Bilbao)

18/01/2004

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Por Xabier Irujo Ametzaga

Es mucho lo que los hijos del exilio y todos los vascos en general debemos al Uruguay. Recibimos con franca gratitud la noticia de que la Universidad de la República abre sus puertas al euskara por iniciativa del programa 'Euskara-Eskolak Munduan' del Instituto HABE. No es ésta la primera vez.

En el otoño austral de 1944, cuando hablar euskara en nuestra tierra era delito, se iniciaba por vez primera un curso de euskara en dicha Universidad gracias al interés, al trabajo y a la generosidad de personas como Adolfo Berro García, profesor de fonética y filología experimental y director de la facultad de filología; Carlos Vaz Ferreira, rector de la Universidad entre 1935 y 1941 y, posteriormente, decano de la facultad de Humanidades dentro de la cual se inscribió la cátedra de euskara; Leopoldo Agorio Etcheverry catedrático de urbanismo, decano de la facultad de arquitectura y entre 1948 y 1956 rector de la Universidad; y, José Pedro Varela Acevedo, catedrático de derecho internacional, historia de Uruguay e historia de América, decano de la facultad de derecho y rector de la Universidad entre 1941 y 1948.

Comenzó Vicente Amezaga Aresti a impartir las clases de euskara en los locales denominados Escuelas República de Argentina situados en la calle Colonia 1190. De este modo dio comienzo un fructífero período lectivo de once años, al cabo de los cuales, continuó su labor el doctor José Mendiola durante otros tantos años. Se matricularon más de cincuenta alumnos en aquel abril de 1944 y la cifra fue creciendo ininterrumpidamente hasta 1955.

El primer libro de texto utilizado por Amezaga fue una copia bilingüe del delicioso 'Xabiertxo' de Ixaka López Mendizabal, traducido por él mismo junto al de Tolosa. En 1953 se adoptaría el método de Andima Ibinagabeitia 'Euskera-Irudibidez' basado en las innovadoras técnicas de aprendizaje de inglés de entonces.

Visto el rotundo éxito de aquel primer curso, el 21 de marzo de 1945 se creaba en la Universidad de la República el Departamento de Estudios Vascos bajo la dirección de Vicente Amezaga. Una vez más debemos dicha iniciativa al trabajo y a la dedicación del profesor Adolfo Berro García y al incombustible tesón de los miembros de la sociedad Euskal Erria de Montevideo.

Las oficinas del departamento y la que con el tiempo sería una gran biblioteca se ubicaron en el viejo edificio colonial del siglo XVIII denominado Aduanas del Puerto en la Avenida 18 de Julio 1195. Allí se ha de conservar todavía la colección íntegra de EKIN, los ejemplares de Gernika que desde Iparralde remitía Barandiaran, los números de 'Euzko Gogoa' que año tras año enviaba puntualmente Jokin Zaitegi desde Guatemala y la práctica totalidad de las publicaciones periódicas del exilio vasco. Allí transcurrieron diez largos años de intensa colaboración con las más diversas entidades culturales vascas del exilio.

En aquellas oficinas se reunieron Adolfo Berro, Justino Jiménez Arechaga, Eduardo Couture, José María Fernández Saldaña, Felipe Ferreiro Gamio y Salterain Herrera, José Mendiola, Miguel Bañales, Carlos González Mendilaharzu, Dionisio Garmendia, María Ana Bidegarai Janssen, Mercedes Iribarren Gorostegi, María y Juana Soto Dendariena, Margarita Gorriti Vaseur, Gabriel Biurrun (Cónsul del Uruguay en Pamplona), Antonio María Barbieri arzobispo de Montevideo, el músico de origen vasco Lauro Ayestaran, Francisco Cortabarria y Ricardo Grille Eleizalde.

Una vez más por iniciativa de la Universidad el Departamento tomó parte activa en los Congresos de Estudios Vascos de 1948 y 1954. Al primero de ellos, celebrado en Bayona, acudió Gabriel Biurrun con diez extensos trabajos y más de cincuenta adscripciones entre las que se encontraban la del rector de la Universidad José Pedro Varela Acevedo, la de todos los decanos, la del ministro de Cultura Oscar Secco Ellauri, la del propio presidente de la República Luis Conrado Batlle Berres y la de la práctica totalidad de los ministros de su gobierno.

Entre los miembros del Departamento de Estudios Vascos de la Universidad de la República surgió la idea de crear en el seno de la sociedad Euskal Erria el grupo Euskaltzaleak que en 1952 impulsó la publicación de la primera edición íntegra de Hamlet en euskara y, una año más tarde, coincidiendo siempre con la festividad de San Francisco Xabier, la traducción del Platero y Yo de Juan Ramón Jiménez, esta vez ilustrada con los preciosos dibujos de Carlos González Mendilaharzu.

Se organizó un club del libro vasco, una hermosa biblioteca en la cual tenían entrada todas las obras publicadas en euskara, se promovieron centenares de actos culturales, charlas, coloquios e incluso varias exposiciones artísticas, algunas de ellas en las salas del Sodre o el Ateneo de Montevideo cedidas siempre de forma desprendida por Raúl Montero Bustamante, persona a la que tanto deben los vascos uruguayos del exilio.

A principios de 1951 Leopoldo Agorio Etcheverry, entonces rector de la Universidad, encargó a Vicente Amezaga la creación de una cátedra de Cultura Vasca la cual comenzó su andadura en marzo de dicho año con cerca de cincuenta alumnos. Las clases se impartían en los antiguos locales de Cerrito 73. A petición de Carlos Vaz Ferreira en el primer curso se tomó como texto guía la traducción que junto a Orixe hizo Amezaga del poema Euskaldunak. Como en el caso de la cátedra de Euskara, lo que inicialmente nació con la idea de constituir un curso monográfico anual se convirtió en una cátedra cuya docencia se prolongaría hasta 1955, fecha en la que Amezaga abandonó definitivamente el Uruguay.

Desde que en 1943 se celebró en Montevideo la Gran Semana Vasca de Montevideo el pueblo uruguayo y sus representantes han apoyado siempre de forma activa y decisiva el derecho que asiste al pueblo vasco y la justa pervivencia de la cultura vasca y su lengua en América y en Euskal Herria. Era en 1943 presidente de la República Juan José Amezaga, oriundo de vascos de Algorta. Participó directamente, junto a su mujer, sus hijas y todos los ministros de su gobierno en los actos que se celebraron en aquella semana cultural de quince días de duración. Su decidido apoyo a la causa del pueblo vasco tuvo eco en la inauguración de la Plaza Gernika de Montevideo, auspiciada por el entonces intendente de la ciudad Juan Fabini Bianchi en honor a las víctimas de la masacre.

Junto a México, fue Uruguay el único país americano que mantuvo hasta el final y sin vacilación alguna su apoyo a la causa del pueblo vasco y a la de la república frente a la dictadura franquista durante los diez años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial.

Una tras otra denunció en todas las Conferencias de Naciones Unidas los atropellos cometidos contra el pueblo vasco. Cuando en 1954 se celebró en Montevideo la Conferencia Internacional de la Unesco, Justino Zabala Muniz, ministro de Cultura de la República, dio la palabra a Xabier Landaburu y a Santiago Onaindia para que, frente al allí presente ministro de Educación Nacional de Franco, Sr. Ruiz Jiménez, y frente a los delegados de los estados allí representados, los vascos dieran testimonio directo del atropello que su lengua y su cultura sufrían de manos de un totalitarismo macilento. Él mismo, con los escritos de José Antonio Aguirre y Manuel Irujo en la mano, tomó a continuación la palabra para denunciar los crímenes de la dictadura y defender el derecho del pueblo vasco a la paz y a la pervivencia de su cultura en su propio suelo.

Es tanto lo que hay que agradecer y tan corto el espacio de un artículo. Más allá del refugio político, del asilo cultural y del amparo social que durante cerca de doscientos años ha brindado a los hijos de los sucesivos exilios vascos, hay que agradecer al Uruguay su ejemplo al haber ofrecido a la humanidad una generación como la de los Maestros Serenos, una democracia centenaria testigo de Europa y América, una constitución como la de 1952, modelo político ejemplar, un sistema educativo privilegiado y un espíritu cívico inspirado en los principios de libertad política, equilibrio social y universalidad cultural que ciertamente se cuentan entre los más preciosos tesoros de la humanidad.

Un tesoro del que, por desgracia, hemos sido privados durante mucho tiempo en nuestra propia tierra, en buena parte de la cual, aún hoy, el euskara continúa siendo postergado e incluso excluido del sistema educativo. Porque cultura y democracia son valores consustanciales y si falta uno de ellos una sociedad no se puede decir madura; si faltan ambos el estado se convierte en un martillo. Y es ésta una lección de democracia que Europa no ha aprendido aún.

(artículo publicado el 18-01-2004 en eñl diario Deia de Bilbao)


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