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[Paraná, Argentina] La pelota y el frontón, marcas de influencia vasca (El Diario-n)

2021/05/02

La provincia de Entre Ríos ha sido protagonista de un importante flujo migratorio desde mediados del siglo XIX, altamente significativo en la etapa de la gran inmigración (fines del siglo XIX y primera década del XX) y más tarde con la segunda posguerra. Queremos hoy hacer foco en la inmigración vasca marcando presencia aún en momentos anteriores a los señalados, relacionados con la ocupación de tierras entrerrianas.

Lotura: Eldiario.com.ar

Griselda de Paoli. El libro Los vascos en Entre Ríos (Edit.de E.R: 2001) señala que el Primer Censo Nacional, de 1869 consigna que un 2,57% de la población de Entre Ríos tenía apellido vasco y nos muestra además que ellos trajeron diversos oficios: derivados del tambo, caleros, saladeristas, médicos, sangradores, patrones de barco, alambradores, lomilleros vitivinicultores entre otros. “Y al considerar la presencia de vascos en la cultura, y la política encontraremos maestros y profesores, escritores, poetas, periodistas, militares, gobernadores, legisladores, ministros -dice Ricardo Marcó Muñoa, en las Notas Preliminares- y en lo que hace al deporte -introdujeron aquel que caracteriza como ningún otro al pueblo vasco ‘el juego de pelota’, deporte olímpico desde 1900”.

En el mismo libro se expresa que la pelota y el frontón serán imprescindibles para estar en presencia de un lugar donde se juega pelota vasca. Paraná tuvo esos recintos especiales, concebidos especialmente para jugarla y generalmente propiedad de vascos. En 1850 ya funcionaban dos en Paraná. Veinte años después se inaugura una cancha cerrada llamada “La Vizcaína” que estaba instalada en Puerto Viejo y su propietaria era Francisca U: de Muguruza, que tuvo otros propietarios también vascos, Onaindia y Pablo Trachitte.

Detalle

Por entonces funcionaban otras dos canchas, que eran abiertas: Plaza Euzkera y Comaleras. Pocos años después -nos dice Ofelia Sors- funcionaban otras tres en Paraná: la cancha del Globo, el Frontón Paraná (Laprida y Patagonia) y la más céntrica, cerrada, (Urquiza y 9 de Julio) llamada Cancha de Oriente, de Echegaray.

A fines del siglo XIX y comienzos del XX en el sector de la Plaza Euskadi, en el Parque Urquiza, estaba poblado de viviendas entre las que se encontraba el famoso almacén de Patriarca y Corsiglia y una cancha de pelota vasca que, junto a otras construcciones quedaron retratadas en varias pinturas del famoso pintor Cesareo Bernaldo de Quirós.

El Colegio Nacional de Paraná (1920) incluía en su campo de deportes tres frontones de pelota vasca, de igual modo fueron incorporándolas distintos clubes de la ciudad, lo que nos da una idea de la difusión de este deporte, de una práctica que se proyecta en ellos hasta hoy.

Precisa crónica

Francisco Segovia, entre sus cuentos y anécdotas paranaenses, en su libro “Del Pasado Entrerriano” nos relata -como testigo presencial- qué sucedía en una de ellas, a fines del siglo XIX. “La cancha de Echegaray era el centro así obligado de la juventud paranaense. Allí se jugaban los más interesantes partidos de pelota, que muchas veces terminaban allí mismo con un baño y luego un almuerzo; porque formaba parte integrante del negocio un restaurante bien servido. Los maestros de juego de pelota fueron los hijos de Echegaray, Plácido y José o Pepito, como le llamaban cariñosamente. Eran dos muchachos leales, correctísimos y de una bondad única. Ellos enseñaron a muchos jóvenes paranaenses las distintas formas del juego: a mano limpia, con guante, con cesta o con paleta. Esta cancha tenía un balcón corrido en todo el lado este, en el que se reunían muchos aficionados al viril deporte, para presenciar el desarrollo de los partidos. En una ocasión Fernando Ceballos, aquel malogrado maestro de la Escuela Normal, presenciaba un partido de pelota a guante. Se había ubicado en la parte más avanzada del balcón, hacia el espaldón, cuando un tiro de pelota mal dirigido desde el extremo de la cancha le dio en la sien izquierda y lo desmayó. Después de esto Ceballos dejó de concurrir a la cancha, aunque le gustaba entrañablemente ese deporte. Es necesario buscar otro deporte – decía una noche en una de las reuniones que hacían en la farmacia de Gregorio Britos (la que fue de don Eloy Escobar), después de narrar el desmayo causado por el pelotazo en la cancha de los Echegaray; y de esa conversación surgió la primera sala de esgrima que hubo en Paraná y de la que fue maestro de espada y florete el Capitán de Puerto don Gregorio Belbey. La cancha de Echegaray siguió siendo por mucho tiempo sitio de deporte favorito.”

Y sigue. “La otra cancha cerrada de Paraná fue la que existió en el antiguo puerto, frente mismo al muelle y al lado de la prefectura del puerto. Perteneció a la señora Victoria de Polastrú, que tenía un restaurante y alojamiento frente a la entrada de la cancha. Esa cancha era tan concurrida como su restaurante aunque no en la medida que lo fue la de los Echegaray. Los días festivos estaba ocupada todo el día, porque era la más próxima al barrio de las caleras y los trabajadores de ésta, que eran vascos en su mayoría, seguían cultivando el deporte de los de Guipúzcoa, Pamplona y Aspétia. La tercera cancha era una abierta y muy amplia, que tenían su espaldón empotrado en la barranca y bajo el camino férreo del tranvía del Puerto, al lado derecho de la cuesta para carros y carruajes que bajaban al río.  De estas canchas ceo que apenas queda el recuerdo.”
 

Para consultas

  • Héctor C. – Rodríguez Soler Susana T.P de. Los vascos en Entre Ríos.  Paraná. Editorial de Entre Ríos. 2001
  • Segovia, Francisco D. Del Pasado Entrerriano. Cuentos y Anécdotas Paranaenses. Bs.As. Imprenta Riera y Cía. 1941.
  • Sors, Ofelia. Paraná. Dos siglos y cuarto de su evolución urbana. 1730-1955.Paraná. Talleres Gráficos Librería y Editorial Colmegna. 1981.


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