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'Ildefonso Gurrutxaga, misterios del exilio'. El articulista reclama la atención del lector sobre aportes a la cultura vasca desde el exilio, algunos olvidados o simplemente desconocidos. Ildefonso Gurrutxaga vivió en Buenos Aires (en Gara)

07/12/2003

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(Por José Ramón Zabala - Doctor en Literatura)

Sin duda son numerosas las incógnitas que sobre muy distintas personalidades del exilio vasco de 1936 se resisten a ser aclaradas y, probablemente, muchas de ellas estén condenadas a permanecer para siempre en la incertidumbre de las hipótesis. Por mencionar alguna podemos recordar la desaparición y muerte de Jesús de Galíndez, el suicidio de Eugenio Imaz, el porqué de la retirada de los escenarios del tenor Isidoro de Fagoaga, la desaparición documental de numerosas escritoras que no figuran en ninguna parte... En este corpus de misterios hemos de incluir con todo mérito la desaparición de los archivos de uno de los hombres más influyentes del nacionalismo vasco tanto durante la guerra como en la larga pos-guerra: el abogado, político e historiador Ildefonso Gurrutxaga (Azpeitia 1902-Donostia, 1974), otro de nuestros grandes olvidados.

Ildefonso de Gurrutxaga representó a partir de los años treinta uno de los escasos intentos de elaborar una historia de Euskal Herria desde unos planteamientos objetivos, más allá de lo ideológico. De esta manera, y a pesar de ser militante del EAJ, Gurrutxaga supo estudiar la historia vasca desde una visión superadora de lo partidista y de cualquier simplificación interesada de los datos documentales. Así, trató de rehuir la idealización del pasado, tan frecuente en la historiografía nacionalista; él mismo destacó el problema: 'Hay un fenómeno de idealización de nuestro pasado, de origen muy antiguo, propio de un país fuertemente tradicionalista como el nuestro'. Como consecuencia se esfuerza en hacer una lectura de los acontecimientos más centrada en las causas económicas y sociales que en interpretaciones realizadas a poste- riori desde la actualidad. Es llamativo en este sentido su análisis de la primera guerra carlista y de algunas matxinadas.

En esta labor colaboró, de manera incansable, con José Antonio Agirre en un proyecto que pretendía reconstruir la historia del pueblo vasco desde una óptica no mediatizada por otras realidades culturales. El proyecto en su conjunto no llegó a ver la luz pero sí es cierto que en el panorama del exilio la figura de Ildefonso se veía no como la de un historiador sino como el historiador. Ello explica que, cuando Martín de Ugalde decidió acometer su proyecto de síntesis histórica (Ediciones Vascas, Bilbao, 1974), recurrió a Gurrutxaga quien no dudó en mostrarse crítico con lo que éste había ya escrito, desaconsejándole la publicación del primer manuscrito y proporcionándole nuevas y valiosas fuentes de información.

A la vista de estos datos cabría pensar que el intelectual azpeitiarra tendría que haber dejado un importante legado bibliográfico y unos más que importantes archivos. Sin embargo no ha sido así. Frente al olvido y el desconocimiento que rodea a esta figura otra historiadora, profesora en la Universidad de Deusto, María Luisa San Miguel, ha editado recientemente en dos tomos ­'Aprendamos nuestra historia' y 'Reflexiones sobre mi país' (Editorial Saturraran, Donostia, 2002)­ una interesante recopilación de trabajos de Gurrutxaga, acompañados con dos introducciones que tratan de dar a conocer su biografía y su labor realizada en los distintos campos en los que dejó constancia de su quehacer el escritor guipuzcoano. En estos trabajos recopilatorios confiesa la autora que ha encontrado muy poca documentación procedente de esos archivos, apenas unas cajas con algunas cartas y borradores de artículos publicados en distintos medios del exilio como 'Euzko Deya', 'Tierra Vasca', el 'Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos'... En suma un conjunto de documentos de escaso valor frente a lo que se suponía debía de existir.

A la hora de explicar esta 'desaparición' de documentos hay varias posibles interpretaciones. Una, la más realista en apariencia, nos habla de que el historiador, cansado y sin grandes esperanzas, fue languideciendo en sus esfuerzos hasta el punto de afirmar que esos archivos nunca llegaron a existir. Otra nos habla de que, cuando se produjo el fallecimiento de Ildefonso, un grupo de personas sin identificar sacó de su domicilio numerosas cajas llenas de libros y de documentación. En parte esta segunda hipótesis tiene su verificación en el hecho de que María Luisa San Miguel ha encontrado algunas de ellas en la Universidad de Deusto. ¿Había más cajas? Y si existieron, ¿dónde se encuentran? ¿Por qué se ocultaron?

Hay que reconocer que, paradójicamente, frente a su deseo de hacer de la historia una realidad más científica, la biografía de quien fuera teniente alcalde de Azpeitia antes del golpe militar franquista y fiscal superior de Euskadi durante la guerra, encierra más de un punto sin aclarar, un aura de misterio que va desde su presencia en el buque Alsina, el mítico barco que, cargado de exiliados, tardó más de un año en realizar el viaje de Marsella a Buenos Aires, a su labor en la capital bonaerense como representante del Gobierno Vasco, realizando el seguimiento de los grupos nazis en aquella capital, o su misterioso y definitivo traslado a Europa en 1959, viaje que no dio a conocer en su círculo de amistades hasta el mismo momento de la partida y que nunca ha llegado a ser justificado por completo.

Quizás estos y otros hechos tengan más de desconocimiento que de auténtico misterio. Estamos hablando de unos hombres y mujeres que no existían oficialmente durante el franquismo y que desde el 75 han sido sistemáticamente olvidados, fuera de algunos círculos intelectuales. En este sentido la iniciativa de San Miguel, en colaboración con el Ayuntamiento de Azpeitia, de recopilar y publicar una selección de textos de Gurrutxaga debiera ser una faceta más en la recuperación de un patrimonio que nos pertenece y que, al despreciar su valor como testimonio y como aportación cultural, estamos dejando perder precisamente para alegría de los herederos de aquellos que les empujaron al destierro o a las cunetas de cualquier carretera. Nuestra respuesta debiera ser el título que el propio Gurrutxaga dio a uno de sus trabajos: aprendamos nuestra historia.

(publicado el 07-12-2003 en Gara)


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