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El santuario de Loiola

26/09/2022

Dicen que Unamuno dijo que la Compañía de Jesús y la República de Chile son las dos grandes hazañas del pueblo vascongado. Conozco bastante bien Chile y sus gentes como para pensar que a don Miguel se le podía haber pedido algo más de precisión al respecto. En efecto, lo vasco está muy presente en determinada clase social de este país y en su historia, pero tamaña generalización no es propia de un intelectual de su talla. Seguramente ni lo dijo o no lo dijo así, pero con estas frases redondas y felices sucede lo que sucede. Jorge Luis Borges, que debió tener alguna mala experiencia con su lechero, dicen que dijo, por el contrario, que la única aportación vasca a la cultura universal había sido la boina.

Lo de la Compañía de Jesús me parece más aceptable, porque su fundador vasco fue, con raíces profundas en el corazón de Gipuzkoa, y no pocos de sus seguidores han sido vascos, el más notable de ellos, para muchos, Francisco de Xabier. No es mi intención aquí subrayar que el segundo fue mejor vasco que el primero, ni referirme a la batalla en la que este fue herido y en la que el otro debió estar en el otro bando. Verdad o no, lo que sí es cierto, porque soy testigo de ello, es que en el Centro Vasco de Caracas había un cuadro del vascongado que un paisano suyo volteaba, ponía del revés, porque creía que le daba mala suerte en la partida de cartas que compartía con tres amigos. Desapareció un día el cuadro de aquel mal vasco, y todos pensaron, la Junta Directiva también, que el navarro en cuestión se lo había llevado. Pero no, no fue él, y pronto reapareció. Entre los abertzales de aquel rincón de El Paraíso estaba aceptado, con razón o sin ella, que Ignacio era un mal vasco y Xabier, muy bueno.

Estuve hace unos días en Loiola para saludar a un viejo amigo jesuita , más venezolano ya que vasco, y natural de Azpeitia. La casa natal de Ignacio está a medio camino entre este pueblo y Azkoitia. Salí de la autopista y entré en Elgoibar por sus calles, pasé por delante del Txarriduna y subí Azkarate por la carretera de siempre: tenía mucho que recordar, quería comprobar si había cambiado, y les puedo decir que no ha cambiado. El regreso lo hice por la carretera nueva, naturalmente. Me extrañó que antes de bajar del monte, incluso antes de entrar a Elgoibar, ningún cartel anunciara el Santuario. Pero me extrañó más todavía que ningún aviso hubiera una vez en tierra llana. No quiero pensar que la ausencia de promoción tenga que ver con una pretendida laicidad de las instituciones y con que la corporación municipal esté presidida por la izquierda abertzale. Sería eso muy estúpido, y no es esa la impresión que tengo de sus regidores. ¿Cuál es pues la razón de que divises la cúpula del santuario mucho antes de que cualquier cartel lo anuncie?

Sabido es que los jesuitas no viven en Euskadi su mejor momento. Sabido es que les ha acompañado desde siempre una fama de taimados que, al menos los que yo tenido la suerte de conocer, no se lo merecen, pero los vascos deberíamos saber que el nombre de Loyola es seguramente el más conocido de los nuestros en todo el mundo. Sea uno creyente, descreído o despreocupado, ninguno debería desconocerlo, todos deberíamos estar orgullosos de que desde un pequeñísimo lugar de nuestro pequeño pueblo hubiera surgido alguien como Ignacio de Loyola y su orden, nunca mejor dicho. A la vera de su casa natal es hoy por otra parte donde han pasado y pasan sus últimos días algunos de mis amigos jesuitas. Allí es donde se encierran, los entierran, discretamente



Comentarios

  • Santuario de Loiola

    Estimado José Félix, que gusto leer tu nota, que a manera de circunvalación, hace una gran vuelta para mostrar un reconocimiento a la figura de Iñigo de Loiola, de quien guardo sus más y sus menos. Estoy entre los descreídos y soy un poco más de Francisco de Xabier.
    Besarkada handi bat eta muxu bat, José Félix.

    Xabier Arozena (Tampa, Florida, USA), 29/12/2022 14:43

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Jose Felix Azurmendi

Jose Felix Azurmendi

Durango, 1941. Vivió su niñez entre Durango y Markina, y su adolescencia y juventud en Gernika. En diciembre de 1963, para esquivar a la policía franquista, abandonó el hogar de sus padres y vivió en clandestinidad como militante de ETA. En 1966 se refugió en Venezuela, donde integró el Centro Vasco de Caracas, se casó, creó una familia y se hizo periodista. De vuelta al país, a lo largo de su carrera profesional ha sido director de Egin, subdirector de Deia, director de Radio Euskadi, director del Canal Internacional de ETB, autor de varios libros y sobre todo comentarista de actualidad y tertuliano en diferentes medios.

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