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Difundir y preservar la tradición vasca: las «euskal etxeak» (en La Tinta)

12/09/2025

Argentina cuenta con casi 100 casas vascas distribuidas por toda su geografía. En la ciudad de Córdoba, existen dos: Gure Txokoa, fundada en 1954, y Gerora, creada en 2010. La misión de ambas colectividades radica en preservar la lengua, la cultura y las tradiciones de Euskal Herria. Al mismo tiempo que construyen puentes con la sociedad local a través de clases de euskera, música, danza y charlas, resignificando un legado que une generaciones y proyecta lo vasco hacia el futuro.

Enlace: La Tinta

Por Iñaki Rubio Mendoza para La tinta

“Lo vasco lo llevo dentro, en la sangre”, dice Alejo Martín, presidente de la euskal etxea Gure Txokoa de Córdoba. No recuerda un “momento bisagra” en el que se diera cuenta de su origen, de su ser, pues lo mamó desde pequeño. “Aquellos domingos en mi casa, cantando y contando historias junto a mis padres, tíos y abuelos, todos de origen vasco; esa era la forma en la que manteníamos viva nuestra identidad”, cuenta emocionado. Una identidad que pasó de generación en generación, pero que en ocasiones quedó oculta bajo el silencio y el miedo que la última oleada de migrantes vascos traían en sus pesadas mochilas, huyendo de los horrores causados por el golpe de Estado militar de 1936. Es el caso de la familia paterna de Martín, quien tuvo que marcharse y empezar de nuevo al otro lado del Atlántico. “A mi padre siempre le preguntaba cosas sobre los vascos y su país, pero no contaba demasiado y, cuando lo hacía, siempre era dentro de casa”. 

Alejo Martín siempre sintió pasión por su origen, se reconoce, sin embargo, como un vasco con guion: “Soy vasco-argentino; soy torero en mi rodeo y toro en rodeo ajeno: cuando estoy en Euskal Herria, soy muy argentino y, cuando estoy acá, no digo que soy vasco, pero sí que mantengo el legado”. La muerte de su padre fue el impulso definitivo para dar un paso y se acercó a la casa vasca Gure Txokoa —“nuestro rincón”, en euskera—. Una colectividad que cumplió 70 años en 2024, dedicada a preservar, promover y difundir la cultura, la lengua, las tradiciones y la identidad del pueblo vasco en Córdoba.

Ubicada en la avenida Colón 1368, la sede pasa casi desapercibida, camuflada entre ramas, cables y demás elementos que configuran la gran travesía cordobesa. Es una casa bajita, sobria, en cuya fachada se puede leer Centro Vasco Gure Txokoa, en tipografía tradicional, acompañada por dos lauburus o cruces típicas de la cultura vasca. Tras la verja entreabierta, un portón de madera con una placa roja da la bienvenida a quienes se animan a cruzar el umbral. “Adelante, por favor”, dice Martín con una sonrisa cálida. Al otro lado del hall, se abre un salón amplio, de paredes color crema y pocos ornamentos. “Tuvimos humedades y estamos en obra, por eso se ve vacío”, se excusa. A la izquierda, en cambio, un rincón resiste intacto: dos banderas en astas cruzadas —la argentina y la ikurriña, la enseña de Euskal Herria— custodian el característico altar de las casas vascas argentinas, poblado de imágenes de lehendakaris (presidentes vascos), mapas, fotografías, postales e íconos culturales de toda clase.

Gure Txokoa, el origen

El nacimiento del Centro Vasco Gure Txokoa de Córdoba se remonta a mediados del siglo XX, aunque la colectividad vasca llevaba ya décadas asentada en la provincia.

En contraste con Buenos Aires y la pampa húmeda —destinos preferentes de las primeras oleadas migratorias del siglo XIX—, Córdoba recién comenzó a recibir un número significativo de vascos tras la guerra civil española. Jóvenes exiliados, formados en un país industrial, vieron en la Córdoba que se industrializaba una tierra fértil para empezar de nuevo. A diferencia de otras colectividades, la diáspora vasca cordobesa no se concentró en un barrio, sino que se dispersó, lo que hizo más difícil la construcción de un tejido asociativo sólido hasta la fecha.

En ese contexto, el delegado del Gobierno vasco en el exilio, Pedro de Basaldúa, encomendó a José Lapascua Tolosa, miembro de la comunidad vasca bonaerense, la tarea de impulsar una institución que diera cobijo al colectivo vasco local. El proyecto fue tomando forma hasta que, el 10 de marzo de 1954, en dependencias de la Iglesia del Sagrado Corazón, se constituyó oficialmente el Centro Vasco Argentino Gure Txokoa, con una primera comisión directiva encabezada por Lapascua. A partir de ese momento, la institución se propuso mucho más que sostener encuentros sociales. 

“La mayoría de colectividades fueron creadas con un carácter mutualista, pero los vascos tuvieron otra particularidad; se juntaban más por ocio y actividades culturales y deportivas”. Muy pronto organizó una biblioteca, promovió deportes tradicionales como la pelota y el mus, y tendió puentes con otros centros vascos del país. El viaje de uno de los miembros de la diáspora vasca a Euskadi, de donde trajo un retoño del histórico árbol de Gernika, marcó un hito simbólico: fue el origen de la plazoleta Gernika en Córdoba, un espacio que materializó en la ciudad la memoria y el arraigo de un pueblo en resistencia. Desde entonces, la sede de avenida Colón se convirtió en epicentro de clases de euskera, conferencias, coros, danzas, gastronomía y cine, consolidando al Gure Txokoa como un verdadero faro cultural vasco en el corazón de la Docta. 

Falta de relevo generacional

Actualmente, la actividad se ve muchas veces condicionada por la falta de personas voluntarias. “Tenemos un problema generacional. Los más mayores, quienes durante décadas sostuvieron las actividades, van falleciendo; hoy quedan apenas dos vascos originarios, el resto somos de segunda, tercera o cuarta generación. Y quienes quedamos no siempre tenemos tiempo: el trabajo y las responsabilidades cotidianas nos limitan”, señala Martín. A esa dificultad, se suma la escasa participación juvenil: “Es el gran desafío de todas las colectividades: cómo lograr que los jóvenes se sientan atraídos por el proyecto. El interés por lo vasco tiene que nacer en las familias; si en casa no se transmite, difícilmente después se acerquen. A veces los adultos sí participan, pero no traen a sus hijos. Hay que insistir un poco. Yo lo intenté con el mío, lo traje, lo hice bailar, ponerse la txapela… pero en cuanto pudo, dejó de venir. Así que no sé cuál es la fórmula”. 

Gerora, un paso hacia el futuro

Precisamente con la vocación de representar a una nueva generación del vasquismo, nació en 2010 Gerora, una asociación cultural que buscó darle un giro más político y cultural al asociacionismo de la diáspora vasca en Córdoba.

“Su nombre, que significa ‘más adelante’ o ‘en el futuro’, ya refleja una voluntad de renovación”, explica Agustina Madarieta, miembro de Gerora. Según la carta fundacional, nacen con la intención de crear un marco adecuado para promover el euskera y las manifestaciones artísticas del pueblo vasco en la ciudad.

La asociación no solo busca preservar un patrimonio histórico, sino resignificarlo y conectarlo con la actualidad: “Queremos ir más allá; buscamos conectarnos con lo que se está haciendo hoy en Euskal Herria, con quienes escriben o componen música en euskera. Estamos todo el tiempo tendiendo lazos. Los cruces enriquecen: hace un tiempo, por ejemplo, vi unos registros de Atahualpa con Mikel Laboa; todo eso nutre la experiencia de nuestra diáspora”, explica Madarieta, quien coordina talleres de música, ciclos de cine vasco, danza y literatura, y ha creado bandas como Lurra eta Haizea — tierra y viento—, cuyos miembros participan en la Diasporako Orkestra Argentinarra —Orquesta argentina de la diáspora—, un proyecto que reúne músicos de centros vascos de todo el país.

En este sentido, Gerora también promueve ciclos de conversatorios como «La Diáspora lee y escribe al País Vasco», donde escritores argentinos que escriben sobre Euskal Herria dialogan con autores vascos. Recientes estuvo Katixa Aguirre, con su novela Amek ez dute —Las madres no—, y Consulei Casa, con Amelia y la Eternidad, libro que aborda el bombardeo de Guernica y otros hechos históricos de violencia política. “Estos encuentros, algunos presenciales y otros online, nos permiten conectar nuestra experiencia local con la historia y la cultura contemporánea vasca. El pueblo vasco también es un pueblo con una historia de lucha y de resistencia que a mí me da mucho orgullo y que también puedo vincular con las luchas y resistencias que tenemos aquí en América Latina”, dice Madarieta.

La colectividad, además, ofrece clases de euskera, tanto en su sede como en la Facultad de Letras de la UNC. Así fue como la descendiente vasca conoció a Gerora: “Mi acercamiento empezó con un curso de euskera. Aprender la lengua me abrió la posibilidad de reconstruir la historia de mi familia y entender mejor la cultura de la que formo parte: aprender cómo se construye una lengua habla de cómo piensa un pueblo; fue mi punto de inflexión”. 

Esa búsqueda personal, no obstante, refleja una realidad mucho más amplia: según detalla el investigador y profesor de la UBA, Eduardo Torry Mendioroz, en una de sus investigaciones, al llegar a Argentina, muchos vascos perdieron casi por completo el uso del euskera y la colectividad terminó desarrollándose principalmente en castellano, idioma que la mayoría desconocía al arribar. En 1857, un grupo de religiosos del monasterio de Bétharram —los llamados padres betharramistas o “bayoneses”— se estableció en Buenos Aires y se hizo cargo de la Iglesia de San Juan Bautista, conocida como “la iglesia de los vascos”, donde se celebraban misas en euskera para atender a la comunidad migrante.

Gerora cumple este año 15 años y Madarieta asegura que la colectividad ya está inmersa en las celebraciones: “En agosto, proyectamos películas y realizamos ciclos, y el próximo 13 de septiembre, celebraremos la Eusko Peña, un festejo de los tres lustros de Gerora con música y gastronomía vasca. Será a las 13 h en nuestra sede, en Laprida 266, y todo el mundo está invitado”.

Asociacionismo vasco en Argentina

Más allá de la ciudad de Córdoba, también existen otras colectividades vascas. En la provincia, sin ir más lejos, se suman las casas vascas de Villa María —el Centro Vasco Euzko Etxea, activo desde 1956— y de Río Cuarto —llamada Gure Ametza—, constituida en los años ochenta, con especial énfasis en la enseñanza del euskera y la promoción de la danza. Incluso en localidades más pequeñas, como Villa General Belgrano, existen agrupaciones que, aunque sin sede propia, sostienen prácticas comunitarias como el mus y los encuentros gastronómicos.

En Argentina, el panorama es mucho más amplio. La historia del asociacionismo vasco en el país se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, con la constitución de la primera institución vasca en Buenos Aires, el centro Laurak Bat, en 1877. Este primer germen se extendió rápidamente por todo el país, dando origen, según Mendioroz, a un movimiento asociacionista de base étnica que, a lo largo del tiempo y en distintas etapas, alcanzó un notable desarrollo. De manera particular, desde 1980 hasta la actualidad, la vitalidad de estas instituciones se mantuvo a pesar de la ausencia de inmigración significativa, ya que desde fines de los años 50 no se registran arribos de magnitud.

En la actualidad, la Dirección de Ciudadanos y Colectividades Vascas del Gobierno vasco reconoce casi 200 instituciones en el mundo, de las cuales casi la mitad se encuentra en Argentina. Asimismo, cerca del 60% de ellas se concentra en la provincia de Buenos Aires, especialmente en localidades medianas y pequeñas del interior, lo que asegura una presencia constante a lo largo del territorio bonaerense. Todas estas colectividades están nucleadas en la Federación de Entidades Vasco-Argentinas (FEVA), que organiza anualmente eventos conjuntos, como la Semana Nacional Vasca, que este año se celebrará en Tandil del 27 de octubre al 2 de noviembre, bajo la coordinación de la Casa Vasca Gure Etxea

A juicio de Martín, cabe destacar la existencia de los Centros Navarros, que funcionan de manera independiente debido a la separación administrativa y política actual que sufre la nación vasca dentro del Estado español. “Nosotros incluimos a Navarra, como no podía ser de otra forma, pues es el territorio histórico de donde proviene el euskera y el origen de toda identidad vasca; en Gure Txokoa tenemos a más navarros que de otros territorios”, dice Alejo. 

Hoy, a pesar de los desafíos generacionales y de la dispersión geográfica, las euskal etxeak siguen cumpliendo un papel fundamental: no solo preservan y difunden la lengua, la cultura y las tradiciones vascas en Argentina, sino que también construyen puentes con la sociedad que las acoge. “Se trata de hacer dialogar el patrimonio vasco con la vida local, invitando a participar a quienes sienten curiosidad, sin necesidad de un vínculo familiar directo”, dice Madarieta. Así, cada clase de euskera, cada danza, cada charla o concierto se convierte en un acto de memoria, identidad y resignificación: un legado vivo que une generaciones, territorios y experiencias, y que demuestra que lo vasco en Córdoba —y en toda la Argentina— no es solo herencia, sino una construcción constante que sigue proyectándose hacia el futuro.



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