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El pasajero 32, un 'navarro' en la tragedia de los Andes de 'La sociedad de la nieve' (Diario de Navarra-n)

2024/02/04

“Soy Rafael Echavarren y juro que regresaré”. Así animaba a diario a sus compañeros uno de los 29 fallecidos en el accidente de octubre de 1972

Lotura: Diario de Navarra

Sonsoles Echavarren. Las carambolas del azar y las decisiones condujeron a Rafael ‘El Vasco’ Echavarren a morir entre la nieve. En la cordillera de los Andes , poco más de un mes después del accidente del avión que se estrelló en Argentina, cerca de la frontera con Chile y que ha vuelto a la actualidad con la película de Juan Antonio Bayona 'La sociedad de la nieve'. 

Rafael Echavarren Vázquez había nacido en Montevideo (Uruguay) el 20 de agosto de 1950 y era el pasajero 32 del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que el 13 de octubre de 1972 despegó con 43 ocupantes a bordo. 

La mayoría, jugadores y familiares del equipo de rugby ‘Old Christian Brothers’ que iban a disputar un encuentro amistoso en Santiago de Chile. Un partido que nunca se jugó. Rafael, estudiante de Ingeniería Agrícola (especialidad de Lechería), no integraba aquel equipo pero su amigo Gilberto Regules le invitó al viaje. 

Primer requiebro del destino. Guilberto, sin embargo, se quedó dormido aquella mañana y nunca tomó el avión. Rafael se sentó en su asiento pero le pidió a su amigo Carlitos Paez (que sobrevivió) que le cambiara de ubicación para sacar fotos del paisaje por la ventanilla. Segunda jugada. 

En el momento en que se estrelló el avión, aquel asiento le desgarró a Rafael el músculo de la pantorrilla y la gangrena de la pierna le mató 36 días después, el 18 de noviembre de 1972. Tumbado en una hamaca, dentro de ese avión, y aterido a temperaturas bajo cero. Pero, ¿quién era Rafael Echavarren?

Como muchos uruguayos, acumulaba orígenes europeos: navarros, por parte de padre (Ricardo Echavarren Ruiz); y gallegos, por la de su madre (Sara Vázquez Isoba). Su bisabuelo paterno fue Pedro Echavarren Lecumberri, un hombre al que nunca se le habría passado por la cabeza que uno de sus bisnietos, al que nunca conoció, fuera a morir en un accidente de avión. Resultaba imposibe aquel pensamiento cuando, junto con su hermano Miguel, abandonó Egüés, su pueblo natal, para abrirse camino en Uruguay. Corría 1866 y él sumaba 21 años. Todavía no volaban los aviones, imperaba la ley de mayorazgo (solo heredaba el hijo mayor) y los demás debían tomar otros rumbos para salir adelante. Uno de sus hermanos, Eustaquio, había viajado a Argentina. Miguel y Pedro se embarcaron rumbo a Montevideo. Los dos hermanos trabajaron en las haciendas cuidando el ganado vacuno y en una de aquellas casas, Pedro conoció a su futura esposa: Josefa Laurnaga Goñi, oriunda de Irurita y cuya familia había emigrado al campo uruguayo hacía décadas. Miguel regresó a Navarra poco después, ya que sus padres le habían concertado un matrimonio de conveniencia. Pedro y Josefa tuvieron nueve hijos. Uno, Ricardo Echavarren Laurnaga, abuelo de Rafael y casado con Enriqueta Ruiz. Y ambos cobran gran protagonismo en esta historia.
Uno de los hijos de Ricardo y Enriqueta fue Ricardo Echavarren Ruiz, el padre de Rafael, que heredó el trabajo en el campo. Este Ricardo se casó con Sara Vázquez Isoba y se establecieron en la estancia familiar de ‘Los Tapiales’, en el departamento de Durazno. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Rafael (1950), María Sara (1952), María Beatriz (1955) y María Pilar (1957). “Los primeros años de infancia los vivimos en el campo y Rafael iba a la escuela pública pero ya de adolescente fue a estudiar a Montevideo con los Padres Jesuitas y entonces vivía en casa de mis abuelos Ricardo y Enriqueta. Mi abuelo Ricardo lo adoraba. Era su nieto mayor”,”cuenta María Beatriz (Baty) Echavarren, la hermana mediana de Rafael, que ahora tiene 68 años.

Aquel fatídico 13 de octubre de 1972, Baty, que entonces tenía 16 y su hermana menor, Pili, de 14, fueron a visitar a aquellos abuelos al regresar de clases de bailes en el Centro Gallego. “Al llegar a la casa, una de mis tías solteras que estaba allí nos dijo: ‘El avión en el que iban los muchachos se cayó en la cordillera’ La cara que puso entonces mi abuela Enriqueta no se me olvidará en la vida. Mi hermana y yo nos quedamos duras (petrificadas)”. Su abuela decidió entonces no contar nada a su marido, Ricardo Echavarren Laurnaga, sobre el suceso. “Él tenía algo de demencia senil. Mi abuela recortaba todo lo que salía en el periódico relativo al accidente y quitaba el informativo de la tele. Pero el abuelo siempre sospechó”, continúa Baty su relato. Y recuerda que un día el anciano le confesó: “Me dicen que Rafael está en Europa pero yo no lo creo. Para mí que está muerto por ahí”. Y así pasó el tiempo hasta que el abuelo Ricardo falleció el 29 de mayo de 1973, un mes y medio después de que su nieto mayor fuera enterrado en el Cementerio de Buceo, en Montevideo, el 11 de abril.

AMANTE DEL CAMPO

Según recuerda Baty, su hermano era un joven muy alegre, al que le encanta el campo, montar a caballo, tocar la guitarra y ya había impulsado un pequeño ‘tambo’ (establecimiento destinado al ordeño y venta de leche). Cuando regresaron los supervivientes del accidente, Daniel Fernández, que entabló una estrecha amistad con Rafael en la montaña, visitaba a la familia. “Nos contaba que mi hermano no se quejó nunca. Que, a pesar de estar tan malherido, infundía valor a sus compañeros. Y que siempre creyó que iba a vivir y que su padre lo estaba buscando”. Él fue el penúltimo en morir, antes que Numa Turcatti, que falleció el 11 de diciembre por una infección en la pierna. Según el relato de Daniel Fernández y el resto de supervivientes, Rafael les arengaba a diario con la que ya se ha convertido en una mítica frase: “Soy Rafael Echavarren y juro que regresaré”. Y realmente lo hizo. No porque su cuerpo sea el único de los cadáveres que descansa bajo tierra uruguaya sino, y sobre todo, porque lo hace día a día en el recuerdo de todos los que lo quisieron.

¿Y que pasó con las carambolas del azar o el destino? Baty cuenta que Guilberto Regules, el amigo que lo había invitado al viaje y que se libró del accidente, falleció cinco años después. “Se había casado con una chica española y tenía un hijo, Diego Rafael. Pero un día, conduciendo, se volvió a quedar dormido, tuvo un accidente y murió en el acto”.



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