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Sol Yáñez: “El Salvador es un país hermoso; me identifico con la esperanza de su gente”

26/06/2014

La psicóloga donostiarra Sol Yáñez, especialista en apoyo a víctimas de violaciones de los Derechos Humanos, profesora en la Universidad Centroamericana de El Salvador (foto EuskalKultura.com)
La psicóloga donostiarra Sol Yáñez, especialista en apoyo a víctimas de violaciones de los Derechos Humanos, profesora en la Universidad Centroamericana de El Salvador (foto EuskalKultura.com)

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Hay experiencias y realidades cuyo conocimiento marca un antes y un después y, quizás, un camino. Así debió de ocurrirle a la donostiarra Sol Yáñez, psicóloga y pegagoga por la UPV-EHU que un buen día de 2001 llegó a la UCA, la Universidad Centroamericana de El salvador, a impartir unos cursos. Desde entonces se está quedando.

Joseba Etxarri/EuskalKultura.com. Su currículo reza doctora en Psicología, a lo que siguen títulos en salud mental en catástrofes y violencia política; en cooperación internacional; y experiencia como docente y consultora en apoyos a víctimas de violaciones de Derechos Humanos; además de perito del Tribunal Interamericano de Derechos Humanos. Llegó a El Salvador tras un seísmo, para impartir unos cursos, y parece que el país y sus gentes la han cautivado.

-¿Cuándo y en qué contexto llegas a El Salvador?

-Llegué a El Salvador a raíz de los terremotos de 2001. La Universidad Centroamericana pidió ayuda de gente especializada en apoyo a víctimas de catástrofes, pero en un momento dado realicé un taller con víctimas de la guerra que había azotado este país y ello me permitió comprobar que, aunque los Acuerdos de Paz se habían firmado en 1992, había mucho dolor todavía, que había muchas cosas pendientes y que nadie trabajaba por solucionarlo. De modo que en realidad nunca adopté la decisión de vivir acá, sino que fue esa labor, la necesidad que percibía que había, quien decidió. Desde entonces estoy de profesora en la UCA y mi trabajo consiste en eso: doy clases en la Universidad y asesoro y acompaño a asociaciones y a familiares de víctimas de violaciones de Derechos Humanos.

-¿Cómo te recibió el país?

-Muy bien. La gente aquí, a pesar de estar muy golpeada, tiene una amabilidad, una manera de acoger y de agradecer, que realmente impacta. Es extraordinario cómo han preservado, a veces en medio del horror, ese carácter, ese factor humano que para mí es muy importante. Después de mi primer viaje, cuando vuelvo a Euskadi después de ver lo que aquí había visto, me di cuenta de que lo que estaba haciendo allí tenía menos repercusión. Mi cabeza me decía que no podía hacer como si no hubiera venido.

-¿Cuál es esa realidad que motivó que te quedaras?

-En El Salvador hay más de 10.000 desaparecidos cuyo paradero se desconoce. Hay madres, que antes estaban en sus casas y de repente cambian de rol y salen a las calles a buscar a sus hijos y se organizan para ello. Para mí eso es muy importante y es muy importante acompañarlas.

-Nada que ver con experiencias tuyas previas.

-Uno o dos años antes de venir aquí AECI, la Agencia Española de Cooperación, me había dado una beca de investigación, con la que estuve tres meses en Colombia. Y años atrás había estado también en África. Llegar aquí fue diferente. Tuve la sensación de haber retrocedido a la posguerra española, a los años 40 o 50, una cosa muy oscura, con gente sin agua ni servicios sanitarios, con un bien común inexistente y una polarización impresionante, no solo en lo político sino también en lo social: unos tenían todo y otros no tenían nada.

-Llegas nueve años después de los Acuerdos de Paz.

-La guerra acaba en 1992. Los Acuerdos de Paz se realizan entre las cúpulas y comienza un tiempo de silencio, de silencio de las armas. La paz lo que consigue es que callen las armas, pero todo aquello que llevó a la guerra sigue igual, las estructuras sociales, y la gente que había sufrido no obtiene una reparación, no hay juicios para dilucidar qué ha pasado, porque hubo masacres, desapariciones que no rinden cuenta, se da paso a un silencio institucionalizado… Pero al mismo tiempo surgen grupos de gente que quiere hacer algo, desde lo cultural, desde los Derechos Humanos... En mi caso, me lleva a trabajar con esas madres, a explicar a los alumnos de la UCA qué pasó, son grupos que comienzan a recuperar la memoria histórica. En el 2003 se levantará un muro para honrar a las víctimas, que hasta entonces no contaban con un lugar en el que la gente pudiera depositar flores.

-Presentabas hace unos meses el libro 'Heridas Abiertas'

-Surge de una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para dar respuesta a las necesidades de atención psico-social a las víctimas. Fui perito en el caso de la Masacre de El Mozote, en la que el Ejército quemó un pueblo en las montañas asesinando a un millar de mujeres y niños. Durante años se negó la masacre, hasta que María Julia Hernández y un equipo argentino de antropología forense comenzó a realizar las exhumaciones, ocasionando que la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenara en mayo de 2012 al Estado a asumir su responsabilidad y a reparar a las víctimas. Con ese motivo propuse un programa de atención integral. Escribí el libro y he capacitado a médicos y enfermeras del Ministerio de Salud, que editó el libro, para que puedan dar apoyo psico-social a las víctimas. Me gusta ser positiva. Este es un país hermoso, pobre pero que tiene ganas, me identifico con la esperanza de su gente.



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