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Pío Caro Baroja, documentalista: 'la independencia y la libertad tienen un precio y los Baroja lo hemos pagado'

04/01/2006

Pío Caro Baroja en Itzea (foto Patxi Cascante-DNN)
Pío Caro Baroja en Itzea (foto Patxi Cascante-DNN)

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A sus 77 años, el cineasta, documentalista y escritor Pío Caro Baroja pasa cada vez más tiempo en Itzea, la casa que el autor de Zalacaín adquirió en 1912, "porque quería tener un lugar en el País Vasco". Su árbol genealógico --nieto de Serafín, hijo de Carmen, sobrino de Pío y Ricardo, hermano de Julio-- le convierte en el guardián del legado de una saga de intelectuales de fuerte carácter marcada, casi siempre, por el rechazo social. En la siguiente entrevista, publicada en Diario de Noticias, repasa en conversación con Ana Oliveira Lizarribar diversos aspectos relacionados con su tío Pío, los Baroja o Itzea.
Cansado de intentar desbaratar teorías y desarmar contundentes calificativos sobre su familia, Pío Caro Baroja prefiere reunirse y charlar, al calor del fuego, en Bera con los amigos que le visitan en esta casa que es historia viva. Un tesoro que tiene Navarra aun cuando pase desapercibido a sus instituciones.

--En 2005 se cumplió el décimo aniversario de la muerte de Julio Caro Baroja, el año próximo se conmemorarán los 50 años de la desaparición de Pío Baroja. Dos ausencias que no dejarán de notarse.

Se dejan notar no porque se cumplan diez o cincuenta años, sino por su desaparición y por el diálogo que existía en esta casa con ellos. De todas formas, el décimo aniversario de Julio se ha conmemorado de distintas formas, con una exposición en el Centro Conde Duque de Madrid o conferencias en la Universidad. Lo del tío Pío lo siento más lejano, ha pasado ya mucho tiempo y a mí su muerte me cogió en México. Ahora estoy escribiendo un libro sobre la relación de mi familia con Andalucía para el año próximo.

--Una relación que seguramente no será tan complicada como la que ha tenido la familia Baroja en general, y Pío en particular, con su lugar de origen, San Sebastián.

La cosa cambió algo cuando hace unos años se empezó a poner el nombre de Pío, de Julio y de Serafín a avenidas e, incluso, polideportivos. Pero la realidad es que la relación con Donostia nunca ha sido entrañable. Existía una especie de reticencia por parte de los donostiarras porque Pío fue bastante crítico con la sociedad de su época y parece que no se lo han perdonado. Pero, en realidad, con el que San Sebastián se portó muy mal fue con mi abuelo, Serafín, autor del himno Iriyarena. Hasta hace poco no le habían reconocido y recienteme envié una biografía que he escrito sobre él al Ayuntamiento de Donostia, que podría publicarla a modo de desagravio. Veremos si lo hace.

--En este sentido, ¿qué cree que debería significar el 50º aniversario de la muerte de Pío Baroja?

Me gustaría que la gente leyera la obra y se deleitara con ella. Lo demás, --la ministra inaugurando una exposición--, sólo sirve para la foto. Lo importante es que la gente se preocupe, que conozca la literatura y a los hombres que han trabajado en el País Vasco. Porque, por ejemplo, si hoy en día hablamos con los jóvenes de los bertsolaris de siempre, como Txirrita, Peio Errota o Xenpelar, ni siquiera les suena su nombre.

--Y apenas saben quién es Pío Baroja.

No me sorprende, porque la educación va a fondo perdido. Hace unos meses leí unas encuestas en las que varios escolares no sabían distinguir el norte del sur. Y si no saben eso, Pío Baroja les sonará a chino, y lo mismo les pasará con Iparragirre, Bilintx o cualquier otro. Es la ignorancia. La incorporación de la masa a la cultura diluye mucho. La humanidad ha progresado y ha llegado a este extremo de sabiduría y de ciencia gracias a unos pocos miles de personas. Si quitas a los grandes sabios, a Newton o a Darwin, estaríamos en el Paleolítico Superior.

--Eso es tanto como reconocer la necesidad de una élite intelectual.

Sí, pero no se trata de una elite creada por la sociedad, sino por sus propios miembros. Tú puedes destacar en la cultura desde un caserío con un papel y un lápiz, o haciendo bertsos o pintando. No hace falta ser un protegido de la sociedad, hay gente que nace con una gran fuerza interna. En el País Vasco hay muchas personas de este tipo, con una gran capacidad para crear, pero que, quizá, en lugar de dedicarse al arte, ha optado por el comercio o la industria.

--El recuerdo de Pío Baroja en 2006 puede ser un buen momento para acabar con los clichés que han rodeado a su figura y a su obra.

No. No serviría para nada. Los clichés se repiten automáticamente y gran parte de la culpa la tienen los maestros, que no lo han leído y que, cuando les toca explicarlo, acuden a esos textos biográficos que se repiten desde siempre y que hablan de un Pío Baroja nacido en San Sebastián, de espíritu inconformista, agresivo, agnóstico, misógino, etcétera. Y así, los profesores lo repiten generación tras generación, en lugar de trabajar más sobre este tema, leerse sus libros y tomar sus propias notas.

--De todas las cosas que se han dicho de su tío a lo largo del tiempo, ¿cuál es la que más le duele?

No me duele ninguna, porque tengo una idea muy clara de lo que es el ser humano, y eso hace que mis límites de comprensión sean enormes. Lo que más rabia me da son las mentiras. Me ha dolido mucho un libro, Baroja o el miedo, en el que un cretino afirma que mi tío era un cobarde. ¡Un cobarde!, pero cómo va a tener miedo un ser humano que, cuando estuvieron a punto de fusilarlo, dijo que, llegado el momento, pensaba gritar ¡viva la libertad! ¿Eso es miedo? La mentira sí me ataca, pero las otras opiniones, que si creía en Dios, que si era antisemita, no me afectan.

--También se ha dicho que era antivasco.

Si ha habido alguien que ha cantado al país, ése ha sido Pío Baroja. Las novelas y los párrafos más sentimentales y más poéticos sobre esta tierra los ha escrito él. Pero ya se sabe que, hoy en día, el vasquismo es relativo: eres vasco si eres tal, pero no si eres cual. En fin...

--Usted lo conoció muy bien, ¿cómo era Pío Baroja en la intimidad?

Conviví con él durante 27 años, ya en su vejez, y conmigo se comportó como lo hace un padre, que te trata de ayudar, de consolar y de orientar. Aprendí mucho junto a él, le veía cómo leía y escribía, cómo se relacionaba con la gente, qué opiniones expresaba sobre las personas... Todo eso fue muy importante para mí.

--¿Le dolían los insultos, las críticas?

A veces le irritaban y, en ocasiones, contestaba. En 1932 le hicieron una encerrona en el Ateneo de Madrid, cuando acaba de publicar Los visionarios, que hablaba del anarquismo y los comunistas del campo andaluz en aquel momento de inquietud. Y un grupo de falangistas le insultó violentamente. Pero el ataque o el medio ataque siempre existe, tienes enemigos donde menos te lo esperas. Una de las cosas más tristes que existen es la envidia. Hay gente que no acepta que uno destaque en algo.

--Se dice que, precisamente, la envidia es el principal pecado capital de los españoles.

Así es. Ricardo (Baroja) la llamaba la envidia pálida. Si estás hablando con alguien de lo buena que es otra persona, siempre hay un tercero al que se le está cambiando el color de la cara (risas).

--¿Se mostró en desacuerdo en alguna ocasión con la forma de ver el mundo de su tío?

Alguna vez. Por ejemplo, en el caso de la Segunda Guerra Mundial. Él era muy anglófilo y pensaba que, con la victoria de los aliados, Europa cambiaría. Luego se ha visto que no, claro. Hablábamos mucho. También solía jugar mucho al ajedrez con él; y aprendí a leer aquí, en Itzea, con Las inquietudes de Shanti Andía.

--Quizá lo que ha ocurrido con los Baroja es que, a pesar de tener una obra ingente, no han alternado en los círculos sociales adecuados, que no han sabido 'venderse'; de ahí los escasos reconocimientos.

Hemos tenido poca facilidad para navegar socialmente. Y nos lo ha impedido la sinceridad. No se pueden mantener relaciones sociales si se es sincero, ya que enseguida dices cosas que a la gente no le gustan. Y esto trae sus consecuencias. La libertad y la independencia tienen un precio y nosotros lo hemos pagado. Muchas veces conducen al aislamiento y a convertirte en un topo. Pero, bueno, ser topo no está mal. Es una forma de defensa.

--¿Cree que el tiempo acabará poniendo a todo el mundo en su sitio?

El tiempo sí pone las cosas en su sitio. Pero, como decía el tío Pío, el éxito y la fama tienen que venir a los 30 años, porque, con 80, ¡a quién le importan! Casi siempre, el pedestal te lo ponen después de muerto.

--Dice que su tío era un librepensador y que, como tal, estaba considerado una alarma social para los que mandaban.

Ser librepensador se paga caro. Los clericales nunca le perdonaron las cosas que dijo. La burguesía rampante, tampoco. Y lo mismo le pasó con los donostiarras, de los que dijo algo así como que eran un pueblo de rastazuelos que estaban al servicio de los veraneantes. Recuerdo que Pío tenía una escultura en el patio del Museo de San Telmo, que, cuando en el Ayuntamiento había un alcalde carca, se mandaba retirar y, cuando cambiaba a uno más liberal, se bajaba del desván.

--Usted no está muy de acuerdo con lo que se ha dado en llamar 'pesimismo barojiano'.

Hay obras que sí son pesimistas, como El árbol de la ciencia, pero otras no. Pío no era muy optimista sobre la sociedad. Decía que la vida intelectual y la vida social de la humanidad había tenido una cúspide en el arte, la música y la ciencia entre finales del siglo XIX y la guerra del 14 y que después había llegado la decadencia. Y es verdad, todos los descubrimientos científicos, la creación literaria y la composición musical alcanzaron su época de esplendor en aquel momento. Hoy en día se ha avanzado mucho en telecomunicaciones, pero no es lo mismo.

--¿Y qué dice del sentimiento trágico de la vida tan atribuido a los vascos?

No es un sentimiento, es una realidad. Hay que pensar que desde la guerra de linajes estamos pegándonos candilazos entre nosotros. Es una especie de mesianismo que tenemos, de violencia que forma parte de nuestra manera de ser. En un momento dado, Julio dijo con un humor muy suyo que se trata de un problema de calorías, porque aquí se come mucho, y si viviéramos en el desierto a base de leche de cabra, quizá no ocurriría (risas).

--En 2006 también se cumplen 70 años del 36, de una guerra que dejó una profunda huella en la familia Baroja. ¿Cree que podría llegar a repetirse hoy una situación similar?

La Guerra Civil es una de las grandes vergüenzas de España y debería olvidarse. Nada de recordarla, y, menos aún, conmemorarla. Una guerra, y más si es civil, salpica a todo el mundo.

--Usted defiende el poder del diálogo en la resolución de los conflictos.

Una guerra, una lucha, es siempre una porquería. Hay una serie de beligerantes que mueren y su familia es la que sufre. Pero hay que pensar fríamente en el modo de solucionar este tipo de problemas. El único modo es el diálogo, aunque a la viuda o a los hijos de las víctimas les produzca dolor. Lo contrario conduce al enquistamiento. Hay que llegar a un entendimiento y ver qué se puede conceder por un lado y por el otro.

--Volviendo a la familia, los Baroja han dado escritores, pintores, historiadores, cineastas...

¡Porque no hemos podido hacer otra cosa! Si a Pío le hubieran dado un laboratorio a los 20 años, le hubiese encantado. Pero hay que reconocer que tenemos un virus, un gen que llevamos dentro y que acaba saliendo. El primero fue Serafín, el abuelo.

--Usted es el guardián de este legado. ¿Pesa mucho el apellido Baroja?

No, no pesa nada. Pero se paga. Cuando tenía 8 años me cortaron el pelo a doble cero por ser sobrino de Pío; en la mili tuve problemas con el Ejército; en la universidad, otro tanto. Y me marché a México. Ahora parece que las cosas han cambiado, aunque de vez en cuando se siguen metiendo con Pío, pero no puedo decir que esto sea una carga. Son consecuencias...

(publicado el 31-12-2005 en Diario de Noticias de Navarra)

[Pío Caro Baroja, en el 'rincón' de la biblioteca de Itzea en el que trabajaba su hermano Julio (foto, Patxi Cascante-DNN)]

Pío Caro Baroja, documentalista y escritor:
"SERÍA BONITO HACER UN MUSEO DE LA FAMILIA AQUÍ, EN BERA, PERO SI EL GOBIERNO DE NAVARRA NO QUIERE, PEOR PARA ELLOS"

A.O.L./Bera, Navarra. Hace unos años, Pío Caro Baroja presentó un proyecto al Gobierno de Navarra para crear en Bera un Museo de los Baroja. No ha obtenido respuesta. Es más, el Ejecutivo ni siquiera ha querido acoger la exposición sobre Julio Caro Baroja (Premio Príncipe de Viana, 1989) que estos días se puede ver en el Centro Conde Duque de Madrid. Rodeado de numerosos recuerdos materiales e inmateriales, entre los que destaca la biblioteca de más de 40.000 volúmenes, el cineasta y escritor dice que ya no le importa, que la desilusión se le ha pasado, aunque se nota que la cuestión le apena.

--¿Qué significa esta casa para los Baroja?

Significa lo mismo que para cualquiera su casa. Es donde has vivido con tus padres, tus hermanos...Sea más grande o más pequeña, con cien o 40.000 libros, como ésta. Te sientas junto al fuego, disfrutas con los amigos...

--Habrá sido escenario de muchas reuniones de amigos y 'barojianos'.

Sí. Hay una especie de cofradía de barojianos, una masonería, una serie de gente que se identifica con las ideas de libertad, de independencia y de criterio.

--¿Cómo llegaron los Baroja hasta Itzea?

En 1912, Pío se enteró de que se vendía una casa en Bera, y cuando vino comprobó que pertenecía a un Alzate, apellido que también lleva la familia. La compró y se metió en un buen laberinto. Fue arreglándola poco a poco, trayendo libros... Quería tener un lugar en el País Vasco.

Usted ha propuesto en varias ocasiones al Gobierno de Navarra la posibilidad de hacer un Museo de los Baroja aquí, en la casa que está junto a Itzea, pero no ha recibido respuesta. ¿Cómo están las relaciones con el departamento de Cultura actualmente?

No hay nada. El Gobierno de Navarra hizo un intento de comprar la casa de al lado, pero al final no lo llegó a hacer. Entonces me desilusionó, pero he cambiado de idea. Si el Gobierno de Navarra, que se ha gastado millones en el Museo Oteiza, no lo quiere hacer, pues vale. La cultura es el último mendrugo para las instituciones, que buscan éxitos más directos y colectivos. Pasa en todas partes. La cultura es la hermana pobre y tonta de la familia. Además, en el caso del Gobierno de Navarra, me da la sensación de que es como si no considerasen que esta parte atlántica de la comunidad sea Navarra por aquello de que son vascos.

--La política y la cultura, como dice, no son buenas compañeras.

Y depende mucho de qué político esté en cada caso. Por ejemplo, el que más ayudó a mi hermano Julio fue Urralburu, que le dio la Medalla de Oro, le hizo hijo adoptivo de Navarra. Luego hablas con otros y crees que van a hacer algo, y nada.

--Sería bonito tener un museo de los Baroja en el lugar que ellos escogieron para vivir.

Sí, muy bonito, pero yo ya no me muevo. Como se dice en ajedrez, ahora les toca mover ficha a ellos. Claro que el Gobierno de Navarra ni siquiera se ha interesado por la exposición sobre Julio que ahora está en Madrid y que después se moverá por distintas comunidades. No me importa, peor para ellos.

(publicado el 31-12-2005 en Diario de Noticias de Navarra)


Enlaces relacionados

Exposición sobre Julio Caro Baroja en Madrid (hasta el 15 de enero)
La noticia en el Diario de Navarra

El novelista Pío Baroja
Artículo de Félix Maraña en gipuzkoakultura.net

Todo sobre Julio Caro Baroja
Exposición sobre él en el Koldo Mitxelena donostiarra


Comentarios

  • 12

    hola quetal a toda jente leer es muy bueno animaros

    lunna, 05/11/2008 19:08

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