euskalkultura.eus

diáspora y cultura vasca

Noticias rss

Pasión y conocimiento con sabor a País Vasco; Diálogo Abierto. Mikel Ezkerro y una vida dedicada al estudio. La rápida adaptación de los inmigrantes. Notables de la historia. ¿Tregua de ETA y solución? (en Diario Uno)

29/05/2006

PUBLICIDAD

Julio Daniel Vallana. Destacado investigador y conferencista, especialista en historia vasca moderna y contemporánea, aunque no por ello menos apasionado por el pasado argentino, la charla con don Mikel Ezquerra es un placer para cualquiera que aprecie la cultura en su sentido más amplio y sus diversas manifestaciones. Y si se considera que Argentina es quien ha recibido el mayor número de inmigrantes del País Vasco en todo el mundo, su precisa erudición es un instrumento inigualable para analizar dicho fenómeno; así como también otros de actualidad, tal como el cese de la actividad terrorista de ETA y sus posibles derivaciones políticas.

—¿Donde nació?

—En Rawson, Partido de Chacabuco, provincia de Buenos Aires; una zona maicera y de producción láctea.

—¿Y sus padres?

—Mi padre era argentino, porteño, de Barracas, y mi madre vasca nativa, de la ciudad de Bilbao; quien falleció el año pasado a los 95 años. Y los abuelos maternos y paternos, todos vascos.

—¿La impronta en cuanto a la pasión y el conocimiento por lo vasco es por su madre?

—Nací en 1938 cuando estalla la “guerra incivil” en España. Mi padre –en junio de 1937, cuando está por caer Bilbao en manos del franquismo– se casa con mi madre, entonces le dan a ella el pasaporte argentino, están dos meses en Burdeos (Francia) y llegan en setiembre a la Argentina. Cuando termina la guerra –el 1º de abril de 1939– regresamos. Así que me crié en Bilbao desde el primer año hasta cuando estaba por cumplir 12 años. Y regresamos a la Argentina, en 1950. Así que la impronta es por mi madre, toda la vida. Y mi padre hizo todo para que no perdiera mi condición e identidad argentina. Desde los 6 años todos los viernes me daba tareas de historia y geografía argentina.

—¿Cómo era el Bilbao de su infancia?

—Recuerdo el miedo y la represión. Mi madre me decía a mí, a mis primos y sus tías que había temas sobre los cuales no había que hablar. En la calle –durante la dictadura del franquismo– se vivieron muchos años sometidos a la policía secreta. He visto sacarle la dentadura a trompadas a un pobre lustrabotas por decir “agur” (“adiós” en vasco). En los bares había letreros que ordenaban: “Hable en español, la lengua del imperio”. No sé a qué imperio se referían. A propósito, ¿por qué se ha escrito tan poco sobre la influencia franquista o hispanista imperial en Argentina?

—Es una muy buena pregunta pero demandaría otra entrevista. ¿Cómo convivía con esos miedos? ¿Era conciente?

—Pertenecía a la clase media acomodada, era hijo único y fui al colegio Nuestra Señora de Begoña –de los jesuitas– que era el más caro. Entonces tenía poca relación con los chicos de padres obreros y campesinos. Era una vida muy cerrada con mucha práctica religiosa.

—¿Y acá qué descubrió?

—Los tangos de Darienzo, Fresedo y Pugliese, y el juego de las figuritas. Me convierto del niño vasquito en el niño argentino. Ambas cosas me marcaron.

—¿Qué quedaba en lo doméstico de Euskadi? ¿Y qué cambios notó?

—Se cantaba y comían cosas vascas. Hasta 1950 no conocía el asado argentino. Era otro mundo. Me parecía –pese a la situación política argentina de ese momento– una sociedad mucho más liberal que aquella. La iglesia no tenía tanta influencia como allá. Incluso, la disciplina de los jesuitas acá, en el Colegio del Salvador, era más flexible.

—¿Qué aspecto sobresalen en las distintas etapas del proceso de inmigración, desde que ingresó el primer vasco a la Argentina?

—Como fenómeno étnico, el hecho de su rápida integración a usos y costumbres argentinas, sin perder caracterología. Durante todo el siglo XIX (desde 1835 hasta sus fines) hay una inmigración masiva, decae a comienzos del siglo XX y recibe el último ramalazo del exilio político, desde 1940 hasta 1945; mientras que en 1950 cesa toda inmigración. Cuando llegan acá, van al campo, que eran enormes pampas solitarias y no tiene nada que ver con la geografía de su pequeño país, ondulado y con montañas.

—¿Por qué se adapta antes que otras corrientes?

—Porque los otros pueblos hermanos no estaban acostumbrados a la vida en soledad. El vasco va al campo con el gaucho y a veces con el indio, porque está acostumbrado a la vida de caserío, donde vivía casi exclusivamente con su familia. La soledad no le pesa. Y además asume que esta tierra es su nueva realidad –más allá de la ilusión de volver– y donde tiene que desarrollarse. Es muy práctico. Acá podía llegar a tener tantas ovejas como las que allá había en todo el país.

UNA TEMPRANA DESILUSIÓN

—¿Cuándo comenzó su interés por sistematizar el conocimiento en torno a lo vasco?

—En noviembre de 1954, durante el secundario. Era cuando el conflicto entre Iglesia y Estado estaba muy avanzado. El clima en el colegio era antigubernamental, con participación en actividades semiclandestinas. Con el golpe de 1955 veo que el gobierno de Lonardi estaba enrolado en una posición de ultra derecha hispanista, con exponentes como el secretario de Prensa de la Presidencia, Juan Carlos Goyeneche, quien había tenido entrevistas con Adolfo Hitler. Esto me desilusionó hasta hoy con la política argentina, más allá de que me puedas decir que es un escapismo. En cambio, junto a mi gran compañero Natalio Botana y Francisco Uberti éramos grandes lectores, obviamente a favor, de Domingo Faustino Sarmiento y de Montesquieu.

—¿Qué características tuvo la corriente de emigrados de esos años?

—Hay que diferenciar a quienes llegaron por cuestiones económicas –porque hubo racionamiento de alimentos entre 1937 y 1951. Los alimentos básicos se compraban con una cartilla y un cupón. Por ejemplo, se podía consumir medio litro de aceite de oliva cada tantos días. La gente en las ciudades pasaba un hambre feroz. Pero junto con ese emigrado vino también el exiliado. Argentina recibió lo mejor culturalmente del exilio vasco así como lo mejor del exilio español fue a México, con los mejores intelectuales republicanos, creadores del Fondo de Cultura Económica y otras importantes instituciones.

—¿Quiénes fueron los más destacados exponentes en nuestro país?

—Dueños de editoriales, de imprentas, el doctor Isaac López Mendizábal, un historiador como Idelfonso Gurruchuga, Andrés María de Irujo, gente de lo más granado del mundo cultural.

—¿Dónde se concentran principalmente?

—En Buenos Aires, en cambio el emigrado económico se dispersa por todo el país. Desarrollan una actividad de tal magnitud que crean un periódico –La voz de los vascos– que aparecía cada 10 días, con 12 páginas, y que se distribuía por todo el territorio. En 1941 crean la editorial Ekin, el faro de cultura vasca más importante hasta finalizada la Segunda Guerra Mundial, cuando por razones políticas no se pudieron publicar más temas culturales que rozaran la visión del régimen sobre cómo tenía que ser el País Vasco.

—¿Cuál es la figura más paradigmática?

—Hay que nombrar varias: Ramón María de Aldasoro, primer delegado del gobierno vasco, quien permaneció aquí desde 1938 hasta la finalización de la guerra mundial. Isaac López Mendizábal –tenía dos carreras: Filosofía y Letras, y Abogacía– quien co funda con otro exiliado la editorial Ekin, y es autor de gramáticas, diccionarios, y apellidos etimológicos, entre otras obras. Idelfonso Burruchaga, destacado historiador. Andrés María de Irujo, co fundador de la mencionada editorial. Y mi mejor amigo, el doctor Pedro María de Irujo y Ollo, quien crea un mensuario que sale desde 1956 hasta 1965. Se editaba acá e ingresaba clandestinamente al País Vasco.

—¿Qué personaje lo fascina hasta hoy?

—Como argentino de origen vasco en el siglo XIX, Juan Bautista Alberdi, quien es hijo de vascos. En un relato autobiográfico dice que su padre era cabildante en San Miguel de Tucumán y cuando llega el momento de votar a favor del virrey o nombrar una junta, votó por la cesación del virrey. En el siglo XX, ha sido el doctor Tomás Otaegui, nacido en Pergamino, destacado abogado que escribió algunos libros defendiendo jurídicamente los derechos de los vascos. Y el argentino más destacado de la segunda mitad del siglo XX, es un estanciero de Buenos Aires llamado José María Garciarena Aguerre –nieto de vascos. Captó el tema en toda su amplitud. Un dato anecdótico: en la Constitución de 1853, Alberdi es el redactor de las Bases, José Benjamín Gorostiaga es el redactor jurídico, y el presidente de la Convención Constituyente es Facundo Suviría.

—¿Una figura destacada de la industria editorial?

—Hay un vasco que hizo mucho en el siglo XX por la difusión en el ambiente cultural, creador de una familia que luego fue importante en la industria impresora y papelera, don Sebastián de Amorrortu, quien llegó en 1910 y murió en 1949. Comenzó con una humilde imprenta y sus nietos tienen la editorial que edita libros de Sociología y Psicología. Fue un gran impresor no sólo de obras vascas sino que tiene una edición de lujo del Martín Fierro y una Biblia de primera categoría. Era un Leonardo Da Vinci de la impresión. También fue un gran mecenas.

—¿Qué descubrió en Argentina sobre el País Vasco, que no sabía o conocía por su madre y sus recuerdos?

—Lo de mi madre era puro sentimiento y tenía poco conocimiento. He conocido vascos nativos con un sentimiento tremendo. Pero ¡ahora mi amigo! cuando íbamos al conocimiento, no había respuestas, porque desconocían su cultura. Hay altos directivos de la comunidad que se le caen las lágrimas mirando la casa natal de su bisabuelo –y el sentimiento está bien–, pero pregúntele dónde queda determinada ciudad y no tienen la más remota idea. En cambio, otros pueblos como los de Israel y Armenia, en Argentina, a sus hijos les han enseñado además de la música y la comida, conocimientos sobre su país.

VASCOS EN ENTRE RÍOS: UN DERROTERO NOTABLE

Urquiza, Marcó Laurencena, Acebal, Caminal, Etchevehere, Uranga, Larroque –por sólo mencionar algunos apellidos sin ningún rigor en cuanto a la selección– son sólo unos pocos ejemplos de la sobresaliente proyección que muchos descendientes de vascos tuvieron en la vida política y social de esta región. Ezkerro explicó las causas históricas de este proceso.

—¿A qué atribuye que tantos descendientes de vascos hayan tenido una actividad sobresaliente por estos lares?

—Hay una razón geográfica: Entre Ríos es lindante con la República Oriental del Uruguay. Cuando migraban en 1830 les hablaban “del Plata”. El primer puerto americano que tocaban era Montevideo, luego de 60 días de viaje en barcos a vela. Por ese entonces, allí era la guerra civil entre blancos –en su mayoría vascos venidos del lado español– y colorados –vascos del lado norte– y el sitio de Montevideo. Cruzando el río Uruguay tenían el camino expedito. En 1840 asoma como gobernador Justo José de Urquiza. El apellido lo canta en cuanto a su origen. Los vascos llegan en arriadas a sus saladeros y a trabajar como ovejeros. Hay una frase que se le atribuye, aunque no ha aparecido el documento: “Hay que despoblar los Pirineos de vascos y poblar la Argentina con ellos”. Las famosas pandillas de vascos le hicieron una huelga o algo parecido. En la época de la Confederación, el cónsul francés enviaba notas hablando de la enorme cantidad de vascos en esta provincia. En las tumbas del cementerio de la abadía de Victoria hay muchos monjes con apellidos de este origen.

(publicado el 29-05-2006 en Diario Uno de Entre Ríos)


« anterior
siguiente »

© 2014 - 2019 Basque Heritage Elkartea

Bera Bera 73
20009 Donostia / San Sebastián
Tel: (+34) 943 316170
Email: info@euskalkultura.eus

jaurlaritza gipuzkoa bizkaia