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«El integrista ve malos por todas partes». La novelista best-seller vasca Toti Martínez de Lezea publica 'El verdugo de Dios', la aventura de un inquisidor excomulgado por su crueldad, que llega a Navarra por el Camino de Santiago (en El Correo)

27/10/2004

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[En apenas seis años la gasteiztarra Toti Martínez de Lezea se ha convertido en una best-seller en el campo de la novela histórica. Aunque escribe y publica sus obras en castellano, presenta su última obra primeramente en su versión en euskera, en la Feria del Libro Vasco de Durango, el próximo diciembre]

Iñaki Esteban/Bilbao. Donde acaban los documentos, empiezan las novelas de Toti Martínez de Lecea (Vitoria, 1949). Los historiadores siguieron la pista de Robert Lepetit, 'El bugre', hasta que le expulsaron de las órdenes de los dominicos y de los franciscanos por su brutalidad como inquisidor en la época medieval. Pero luego no aciertan a decir con seguridad si murió en la cárcel, en un convento o si simplemente desapareció. La escritora vasca retoma el misterio en ese punto y hace que 'El bugre' camine por la ruta de Santiago y atraviese el valle del Baztán en su última novela, 'El verdugo de Dios'.

¿Por qué expulsaron a Lepetit, por exceso de celo o por sadismo?

Por las dos cosas. Hubo quejas de los obispos y arzobispos del norte de Francia al Papa, y también de los alcaldes y de los representantes reales. Cuando se llega a la obsesión religiosa, al integrismo, ahora que está la palabra de moda, sale a flote ese tipo de comportamientos. El integrista ve malos o enemigos por todas partes. Quiere cazar al que no está de acuerdo o protesta.Y este hombre debió de excederse muchísimo, porque hay constancia de muchas ejecuciones y se supone que hubo muchas más.

¿Es la Edad Media una época de integrismo religioso, como suele decirse?

Todas las religiones monoteístas corren el peligro del integrismo, en todas la épocas. Si mi Dios es el único y verdadero, al que no piense como yo le corto el cuello. Y esto seguirá siendo así mientras haya personas que se crean en posesión de la verdad absoluta.

¿Por qué lleva a su personaje por el Camino de Santiago?

Encajaba muy bien en la historia. Siempre tenemos la imagen del peregrino pobre. Sin embargo, por esa ruta bajaban ricos, pobres, maleantes, ladrones, herejes, huidos, vagabundos y aventureros. La riqueza de tipos era enorme.

¿No fue también una ruta por la que se expandió la civilización?

Claro. De hecho, en la Península Ibérica, las principales juderías y los más importantes centros económicos estaban situados por allí. Pasaban un millón de peregrinos al año por poblaciones de 200 a 500 habitantes, y estoy hablando del siglo XIII. Toda esa gente tenía que dormir, comer, despiojarse, bañarse, y eso hacía crecer las oportunidades económicas, sobre todo en una época de grandes plagas y sequías. Se fundaron nuevas villas, circularon nuevas ideas, nuevas formas de construir puentes, catedrales y palacios.

SIN MARCAS FISICAS

¿En qué afectó a Navarra, la tierra donde se desarrolla la novela?

Le afectó mucho. Llegaron muchos mercenarios para luchar por el rey y luego se instalaron para montar sus negocios. Fueron los primeros burgueses de Navarra, en contraposición a los campesinos.

Como los agotes, que ocupan un lugar muy señalado en esta obra. ¿Por qué se les discriminaba?

Su presencia en Navarra está documentada desde el siglo XII, pero los eruditos no se ponen de acuerdo en el motivo real de su discriminación, que en algunos casos se mantuvo hasta el siglo XX. Lo curioso es que un agote, cuando se marcha de su pueblo, deja de ser agote. No tienen marcas físicas que les distingan, son cristianos...

Pero, ¿en qué se justificaba la discriminación?

Se justificaba de muchas formas. La más ridícula es que, como solían ser carpinteros, fueron ellos los que construyeron la cruz de Cristo. Otra absurda es que no tienen lóbulos en las orejas, un signo demoníaco. Les acusaban de oler mal. Pero eso, en la Edad Media, se decía también de judíos, musulmanes, brujas y herejes. Todos olían mal.

¿Fueron ciertas sus prácticas paganas?

Esa idea es la que yo sostengo en el libro. Creo que fue así en la zona del Baztán y probablemente también en Huesca. Vivían en el monte, en las áreas de mayor aislamiento, sin iglesias a las que acudir. Lo lógico es que siguieran con sus prácticas paganas, y que se dedicaran a la madera, básica para construir esas maravillosas catedrales góticas. El arquitecto que está restaurando las catedral de Vitoria me decía que se habla mucho de los canteros, pero no de los carpinteros, cuando en el gótico la carpintería es fundamental.

Su novela está ya en las librerías al lado de las últimas de Pérez-Reverte y de Dan Brown.

Me sorprende, me sigue sorprendiendo. El primer libro lo publiqué hace seis años. Nunca me había planteado ser escritora. Aquello fue una aventura. Soy una gran lectora y siempre había pensado que los escritores eran una gente especial. Ahora pienso que la escritura es un oficio. Soy menos inocente. Pero el impulso sigue siendo el mismo. Yo quiero contar historias y ponerme en la piel de los protagonistas, lo que a veces me trae problemas, porque hay gente que cree que yo pienso como ellos. De verdad, no puedo ser el obispo, el verdugo y la señora del pueblo al mismo tiempo.

LA OBRA
Título: 'El verdugo de Dios. Un inquisidor en el camino de Santiago'.
Autora: Toti Martínez de Lezea.
Editorial: Maeva.
Páginas: 370.
Precio: 19,50 euros.

(publicado el 27-10-2004 en El Correo)


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