Aitor Martínez. Dicen que las mejores historias surgen alrededor de una mesa, con buena comida, bebida y una mejor compañía. El propósito inicial de este reportaje era dar a conocer a la peña México Athletic, que además está de enhorabuena, pues celebra 25 años de vida, pero una larga sobremesa y las historias personales de varios de sus miembros han llevado a quien suscribe estas líneas a cambiar por completo el guion del mismo. Apuntar, eso sí, que la peña fue impulsada por Gregorio Blasco, hijo del que fuera el primer gran portero del Athletic, exiliado en el país norteamericano por la Guerra Civil, y que vio la luz en diciembre de 1998, pocos meses después que la de Miami, cuyos miembros, muchos de ellos pelotaris que se encontraban haciendo las Américas, animaron a Blasco a fundar una sede rojiblanca en Ciudad de México. Ahora, su hijo Goyo es quien preside la misma, que cuenta con unos 70 socios –llegaron a ser 130– y que se reúne para seguir los encuentros del Athletic en el txoko de la Euskal Etxea de la capital mexicana, donde un grupo de socios recibe a DEIA con los brazos abiertos.
Allí se citan vizcainos a los que el trabajo obligó a cruzar el charco, vascos de segundas generaciones nacidos en el país norteamericano y mexicanos que poco o nada tienen que ver con Euskal Herria, pero a quienes les atrajo hace ya algún tiempo la cultura vasca. Y el Athletic, claro, por su particular filosofía, que guarda ciertas similitudes con la que aplican para sí las Chivas de Guadalajara, rival este domingo de los rojiblancos, y que juegan únicamente con futbolistas mexicanos. Como sostiene Jon Ander, nacido en Barakaldo y que lleva en México desde diciembre de 2004, “esto es un sincretismo cultural”. Vaya que sí lo es. No hay más que prestar atención a sus historias, a la pasión con la que las narran. “Cada día te enteras de algo nuevo”, apunta David Aparicio, también de Barakaldo, y que es compañero de trabajo de Jon Ander, quien le introdujo en la peña, pues llegó unos pocos años más tarde al país. Ambos son los únicos de los ocho peñistas reunidos nacidos en Bizkaia.
“Jon Ander me dijo que había una peña del Athletic y me invitó a acompañarle un día. Vine y flipé. El ambiente que se vive es espectacular, muy bonito. Ver la afición que hay en México por el Athletic te inspira muchísimo. Ojalá allí fuéramos así también, y eso que para los de aquí es muy complejo, pero quieren el Athletic tanto o más que los que nacimos allí. Lo viven con cierta nostalgia. También yo. Estando aquí aprecias cualquier detalle mucho más que estando en Barakaldo. Antes ir a San Mamés era como una rutina y ahora que apenas puedo ir, lo echo mucho más de menos”, explica Aparicio.
Jon Ander recuerda que su primer partido en la peña fue un Athletic-Celta de ingrato recuerdo. Tras 19 años en Ciudad de México, asegura que cuando juega el conjunto rojiblanco “sabes que estás en México, pero por cómo se vive, a veces no lo parece. Se juntan expresiones de aquí, de allí… y es la mejor manera de estar en Euskadi, porque estás casi en Euskadi. Es un ambiente muy bonito. Me acuerdo, por ejemplo, de las finales de Copa, lamentablemente no ganadas. Estaba esto abarrotado, con 4-5 televisores, todo hasta arriba”. Pese a las derrotas, se consuela: “En 2009 marcó Toquero primero y al menos estuvimos un rato emocionados”.
DE AITITES A NIETOS
A los siguientes protagonistas les llegó su amor por el Athletic gracias a sus aitas o aitites, a quienes la guerra expulsó de Euskal Herria, ofreciéndoles un futuro incierto, duro, difícil. Encontraron acomodo en México, donde nacieron y siguen viviendo a día de hoy Josu Garritz, un habitual de las partidas de mus de la Euskal Etxea, Jorge Alegría, Gerónimo Saavedra Ordorika, quien sostiene que el apellido importante “es el segundo, Ordorika”, y José Antonio Zalvidea. El padre del primero, nacido en Iruñea pero criado en Bilbao, fue periodista y le tocó seguir en su momento, hace casi un siglo, las andanzas de su querido Athletic. “Se tuvo que venir refugiado a México”, relata Garritz, que no tiene un marcado acento mexicano pese a haber nacido allí. “He estado trabajando 25 años en el Gobierno vasco en México y los becarios me contagiaron el acento. Cuando voy a Euskal Herria me llaman Cantinflas y aquí me dicen el vasco”. Fue su aita quien le trasladó el amor incondicional por el conjunto rojiblanco y que intenta trasladar a su mujer, Gurutzne Etxeberria, natural de Amezketa y que fue presidenta de la Euskal Etxea de Ciudad de México.
La historia familiar de Jorge Alegría está íntimamente ligada al club bilbaino y más concretamente al equipo Euzkadi. Él, orgulloso, no hace más que fijarse en que el pin del Athletic que luce en la americana esté recto, bien posicionado. “Mi aitite también era periodista y fue quien impulsó junto al lehendakari José Antonio Agirre que el equipo Euzkadi hiciera una gira para conseguir fondos para el Gobierno vasco. Jugaron por Europa primero y, estando en Francia, justo el día en el que jugaban en el Parque de los Príncipes, bombardearon Gernika. Mi aita estaba allí y decidieron irse, primero a Inglaterra y después a México, donde se juntaron con mi aitite. Él siguió con Euzkadi por Europa y llegó a México en el 39. En mi familia, el Athletic siempre ha sido el centro de todo”, sostiene. Entre los recuerdos que guarda de su aitite, Melchor Alegría, está el de verle junto a la radio, siguiendo los partidos del Athletic desde México. “Le recuerdo con una radio y un auricular escuchando todos los partidos por la onda corta”.
En casa de Gerónimo los encuentros también se seguían por la onda corta. Su aitite, José de Ordorica (después cambió el apellido a Ordorika), natural de Lekeitio, fue el capitán del barco El Vita, que llevó a México joyas y dinero para los exiliados. “Yo me enteré de aquella historia con el tiempo, entonces se tendía a esconder ese tipo de cuestiones”, expone. Su amor por el Athletic le llegó casi por obligación, antes incluso de nacer. “En el 68 aitite viajó con mi ama, que estaba embarazado de mí, a Bilbao. Era la segunda vez que regresaba; en la primera llegó a Donibane Lohizune y tuvo que pedir un salvoconducto para poder entrar. Pues bien, en la segunda, se tiró dos o tres días buscando por las siete calles una camiseta para un niño de 1-2 años que aún no había nacido. Después de mucho buscar dio con una que todavía la guardo. No tiene ni escudo ni nada, solo es zurigorri. De ahí me vino a mí la pasión por el Athletic”.
El aitite de José Antonio Zalvidea, Tosto, también nació en Bilbao. “Luego se vino a México y mi papá ya nació aquí. Fue pelotari. Y con eso ya eres del Athletic”, afirma, orgulloso. “Además, de niño conocí a Don Gregorio Blasco –aitite del actual presidente de la peña de México–, que fue muy querido en el Club España (equipo extinto de México, donde se retiró Blasco) y que había jugado en el Athletic. A los diez años yo ya fumaba y el único que me daba miedo que me viera fumar era Don Blasco”, relata entre risas de sus compañeros de peña. A ella llegó invitado por la familia Blasco: “Yo cuando aquello no era muy fanático, hasta que llegué a la peña. Entonces, el Athletic se convirtió en una religión. Si pierde el Athletic estoy toda la semana jodido. Llegué a pensar en llevar a mi mujer a que pariera en Bilbao. Algo de locos”.
OSKORRI Y UNA IKURRIÑA
El único de los presentes al que no le une relación familiar alguna con Euskal Herria es Luis Fernando Betancur, que responde al nombre de Koldo. Su pasión era la montaña. “Yo iba al Club España de joven, pero a la parte de montañismo. Era en los años 70 y 80. En una ocasión vi una foto de una ikurriña en el Everest, una bandera que era desconocida para mí. Pregunté por aquello, porque parte de mi familia viene de Asturias, y me picó el gusanillo. Luego me enamoré de la música de Oskorri y de otros grupos vascos”. Después llegó el Athletic, y la peña de México, gracias a Gerónimo. “Le conocí por un amigo en común de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), me invitó un día a la peña y de la misma me hice socio”, recuerda. Y acaba con una anécdota: “Yo trabajaba en PEMEX (Petróleos Mexicanos) y hace unos años vino una delegación vasca con empresas vascas. Entré a la sala y ante unas 25 personas les dije: Ongi etorri, Aupa Athletic! La mitad, que eran de la Real, se fueron, y el resto me abrazaron”, rememora entre risas.
Son algunas de las muchas historias que rodean a los socios de la peña del Athletic en Ciudad de México que se entrelazan en ese sentimiento compartido hacia el club rojiblanco. Por lo pronto, la peña ha cumplido su primer cuarto de siglo de existencia, pero le esperan muchos más.