Por Ramiro Ciampa
“1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo, 4 de abril
5 de mayo, 6 de junio, 7 de julio San Fermín
a Pamplona hemos de ir,
con una media, con una media a Pamplona hemos de ir,
con una media y un calcetín”.
El hombre esboza una sonrisa pícara mientras realiza el cántico característico de las Fiestas de San Fermín, epítome de la cultura vasca. Se entrelaza las manos: “Son canciones muy populares, es la que cantamos nosotros para la fiesta del Patrono”.
Pedro Berrueta es un libro abierto de 90 años y muy generoso; todas las personas pueden conocer su historia separada en capítulos que narran su vida y -a la par-, la fundación del Centro Basko Euzko Etxea, ubicado actualmente en la calle 14 esquina 58.
Detrás de una mesa amplia selecciona trozos de manzana verde mientras narra con pasión, casi sin pausa, la rica historia del origen del Centro Vasco con sus derrumbes y construcciones en todas las direcciones por las cuales pasó dentro del casco urbano platense.
En su living agrupa varios elementos de importancia como la Ikurriña, la bandera vasca roja con cruces blancas y verdes, y la Makila, el bastón entregado a Pedro por el Centro en honor a su entrega y dedicación. Luego de acomodarse la boina blanca, se levanta dirigiéndose hacia la bandera del País Vasco y la abre de par en par con ambas manos sobre el pecho. La tiende sobre uno de los sillones del ambiente: está impoluta. Él conoce como pocos el recorrido del Centro, y lo irá relatando con minuciosidad.
La historia en su comienzo podría ser relatada así: Jesús Torres, empresario de la industria de la leche platense, junto con el cura de Villa Elisa Fray Casiano de Goldaraz amasan un entusiasmo. Anhelan fundar un lugar donde se reúnan los vascos. Es 1944. Se contactan los miembros de la colectividad ubicados en Magdalena, Bavio, el casco urbano y la zona norte.
En un inicio se encuentran en el triángulo de 6 y 54, donde tenían parada los micros Río de la Plata y Expreso Buenos Aires. A los pocos meses con el esfuerzo de todos compran una casa estilo “chorizo” en 63 entre 7 y 8. Esta ubicación perdura por apenas cuatro años debido a la falta de espacio. Aquí es donde, con casi 14 años, Pedro Berrueta se da a conocer. La superficie del inmueble contaba con el frente por 30 metros de largo, con patio al fondo. Es ahí donde se forma la primer junta directiva: el Centro vasco-argentino de La Plata inicia su trayectoria 1 de enero de 1944.
Iñaki Aramayo es un hombre de esperanza. Se lo percibe tranquilo y enérgico, tal vez por haber satisfecho su labor como integrante de la diáspora en Argentina. Poco a poco recorre la historia, la trabaja, muestra el esfuerzo, los momentos donde eran sólo un puñado de personas encontradas para darse aliento y recordar el pasado en su lejana tierra.
Reflexiona sobre la importancia de plantar una semilla (como los inmigrantes en su arribo a los fértiles campos de Argentina). Costumbres, ciudades, modismos, idiomas.
Hojea unos papeles sobre una mesa del restaurante del Centro Vasco y pide una jarrita de café cortado. Sus ojos azules detrás de los cristales denotan amabilidad, más todavía no destellan; eso sucederá cuando hable del crecimiento del Centro alrededor de los ´60, la función de la diáspora vasca y el poder de la sinergia colectiva. Calvo, lleva suéter azul por donde sobresalen los dobleces de una camisa. Él nació en Ondarroa, Provincia de Viscaya del País Vasco en 1943.
—Venimos del País Vasco en el año ´48 con mis padres, mi hermano y mi hermana en la panza.
Para la compra del predio de 58 y 14 se toma en cuenta la cancha de pelota-paleta. "El vasco es deportista", dice Iñaki, quien recuerda la cifra total por la cual adquirieron el edificio que supo ser la filial de Estudiantes de La Plata. Se pagó una suma de entre $98 y $95 mil pesos, al valor de la época.
Esto podría llamarse la “tercera etapa”, aludiendo a la tercera locación. Por unos pocos años funcionó un apéndice del centro en 49 casi esquina 11, donde algunas personas con otros deseos y objetivos crearon un espacio con el nombre “Euskadi” entre 1949 y 1950. "Funcionó casi cinco años y siempre hubo buena relación", comenta Iñaki. Y agrega:
—El auge se da en la década del 60´, donde hay mucha más actividad, más juventud. Se acentúa la enseñanza del idioma euskera, se hacen convenios con la universidad. En los sesenta comienza la gran afluencia de personas de intercambio. Viajan y se perfeccionan en la docencia para luego volcar el idioma en nuestro centro con mayor profundidad. El gobierno vasco promocionaba reuniones con temáticas específicas.
Luego de la Guerra Civil Española, el País Vasco forma gobierno en el exilio. Se ubica en Francia y el Presidente José Antonio Aguirre impulsa la comunicación con la diáspora. El delegado en Argentina fue don Pedro de Basaldúa, quien funciona como nexo informando de los acontecimientos ya que, con el gobierno español, “la comunicación era nula”.
Por la pasión de los vascos por el deporte, en la compra del predio de 58 y 14 fue fundamental la cancha de pelota-paleta
Luego de los ´60 se incorporan actividades y se agranda el mobiliario. La parte antigua se conforma por el restaurante, la cancha de pelota, la biblioteca, la secretaría y salón de actos. La parte nueva compone ahora un gimnasio abajo, otro arriba y un quincho para 70 personas. El edificio tradicional se mantuvo desde 1948 al 2004. Allí entonces se lo amplió en diversas remodelaciones.
—El Centro Vasco se auto-mantuvo por la gran colaboración de los socios. Vendiendo rifas, haciendo comida, colocando un ladrillo, pintando. Como se hace toda una institución, como los clubes de la ciudad —relata Iñaki.
Durante el período de la dictadura cívico militar en Argentina, las actividades de los vascas estuvieron observadas. Toda actividad cultural y social era vigilada, y el Centro Vasco de La Plata no estuvo exceptuado.
—En esa época no tuvimos problema, no tuvimos …. —no alcanza a decir “desaparecidos”—, de cualquier manera allá estaba la Izquierda Abertzale separatista. Tratábamos de no tener ese contacto relacionado porque el proceso te .… .
De todas maneras, durante un ciclo de conferencias en el Centro Vasco de Lomas de Zamora, lo llevaron preso a Iñaki: se daba una charla con representantes de la izquierda y hubo un “atropello de milicos”. Todos fueron detenidos en plena charla:
—Cayó un operativo grandísimo, grandísimo. Toda la manzana rodeada, entraron gritando "todos contra la pared". Los ayudantes de la universidad perdieron sus cargos. Algunos estuvieron un día detenidos, a mí me largaron a las cinco de la madrugada.
Más allá de la diversidad ideológica del Centro Vasco, donde confluían personas de diversas preferencias políticas, la dictadura temía que existieran contactos con la izquierda, los comunistas y los socialistas del País europeo. Había un grupo llamado “Ayuda Patriótica Vasca”, donde se juntaba y se enviaba dinero a los presos políticos (“no a la guerrilla”, aclara Iñaki). “Entonces estábamos medio observados”, cuenta, y recuerda que a los últimos en dejar en libertad fueron al profesor y los ayudantes de la Universidad Nacional de La Plata, quienes perdieron sus cargos.
Durante la semana vasca nacional del 2008, el Centro Vasco de La Plata organizó una charla debate con todos los representantes de los partidos del parlamento vasco en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, con el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel como moderador.
Participó el Presidente del País Vasco J. J. Ibarretxe, el Presidente de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires Horacio González junto a Joseba Egibar (Partido Nacionalista Vasco), Iñaki Galdos (Eusko Alkartasuna), Kattalin de Madariaga (Ezker Abertzalea) y Kontxi Bilbao (Ezker Batua).
—No vino la derecha, nosotros invitamos a todos pero la derecha no vino. Fue un acto importantísimo, invitar a todos los partidos políticos de allá para una charla debate en la cámara de diputados, con un premio Nobel e incluido el presidente del gobierno vasco —rememora Iñaki.
El Centro, según se recuerda en la historia institucional, cumplió la función de juntar y contener a quienes vinieron de la inmigración. Primariamente era para el sólo hecho de juntarse en una mesa, hablar su idioma, recordar sus costumbres, añorar su tierra.
Luego, tal como relata Iñaki, tomaron la posta los hijos de esos vascos y hubo un traspaso generacional. “Para mí, los centros vascos lograron en cuatro paredes mantener las costumbres, el deporte, la cultura y el amor a lo vasco. Eso fue de influencia muy grande en las generaciones venideras. Lograron que lo vasco no se perdiera, se mantenga en el tiempo y no solamente, sino que se acreciente: esa fue la gran función. No sólo cobijó a los inmigrantes ,sino que está logrando que se conozca en el país y en el mundo las costumbres vascas”.
Él sostiene con gran alegría el hecho de no haber perdido el idioma: lejos de extinguirse, dice, se acrecentó. “Hoy hay 7.000 alumnos de euskera con 40 o 50 profesores. Eso lo logró el Centro Vasco. Un idioma cuyo origen no se conoce, al igual que el origen de la raza vasca”.
Sobre el rol de los centros, Iñaki Aramayo destaca:
—Cobijó a las personas, las inmigraciones son bravas, venir a trabajar, arrancar de la nada. Ese fue el primer paso. Después pudo volcar al país las costumbres y el idioma. Si no existieran, en Argentina ni se hubieran conocido quiénes son los vascos. Y ese pensamiento de los viejos de cuando no estemos nosotros qué va a pasar, al contrario, ellos dejaron una semilla para que los hijos, los nietos, los bisnietos siguieran laburando para evolucionar más de lo que ellos pensaban.
Pedro Berrueta nació el 23 de octubre de 1934 en Río Tercero, Córdoba. Toda su familia llegó desde el País Vasco unos años antes del comienzo de la dictadura de Franco, período sufrido por algunos miembros de la familia de Pedro que estaban en el territorio europeo.
El Centro Vasco se auto-mantuvo por la gran colaboración de los socios. Vendiendo rifas, haciendo comida, colocando un ladrillo, pintando.
El abuelo de Pedro era del pueblo Etxalar; su padre, Cayetano Berrueta, nació en Ramos Mejía y viajó para el País Vasco, pero se quedó huérfano a los 8 años. Estudió en uno de los colegios más prestigiosos de Europa, el Elizondo, un colegio de Jesuitas y uno de los más caros de Europa. A los 27 años se casó y viajó para la Argentina. Llegó a Río Tercero para luego mudarse a Ensenada. La madre de Pedro fue Juana Josefa Indaburu, proveniente de Etxalar.
Su relación con el Centro se remonta desde su niñez, o como le gusta decir a Pedro, desde que vestía "pantalones cortos", a los 14 años. Tiene las fotos para atestiguar.
-Es honorable lo que te voy a contar -se infla el pecho-. ¿Sabés dónde estuvo el Centro Vasco? Acá a la vuelta, en 49 entre 10 y 11, donde ahora hay una agencia de autos francesa. Ahí fui por primera vez. Se juntaron los vascos ricos con los vascos pobres hasta que nos separaron.
La distinción de clase fue un parteaguas hasta que “nos tuvimos que ir” a 63 n° 631: “Dos años estuvimos ahí viviendo”, aclara. Permaneció el equipo de Pedro.
Según la página oficial del Centro Basko Euzko Etxea los inicios se remontan a los primeros encuentros de la colectividad en el Parque Pereyra Iraola, ubicado al norte de Villa Elisa. Allí se reunían para conmemorar San Fermín, San Ignacio y distintas actividades.
En el ´43, con motivo del aniversario de La Plata, algunas personas organizaron una muestra del folklore vasco, realizando una actuación del Coro Lagun Onak en la Catedral, un festival en el Teatro Argentino y, para cerrar, se hizo una romería (procesión, peregrinación festiva) en la confitería “La Navarra”.
La emoción de juntarse y festejar entre los suyos motivó a Pedro y sus compañeros para seguir insistiendo para lograr una mayor cohesión hasta que en enero 1944 se crea, formalmente, el Centro La Casa de los Baskos «Euzko Etxea».
Entre los objetivos plasmados en el acta fundacional se encuentran "el poder cultivar las costumbres y usos de Euskadi (País Vasco), difundir el conocimiento de sus derechos y tradiciones históricas y estrechar lazos indisolubles con la gran familia argentina”. Y se dejó en claro que "el intercambio cultural resulta beneficioso para establecer y estrechar vínculos, adentrarse en costumbres e historia diversa y fomentar la diversidad y el respeto por los pueblos".
Fueron muchas personas las que se pusieron a trabajar para edificar el Centro Vasco. Se hizo “todo a pulmón”. Pedro agarra una servilleta, pide una lapicera. Empieza a dibujar una especie de rectángulo, los ojos se le agrandan:
–Fijate las dimensiones que tiene por Calle 14, son 65 metros –señala con la lapicera el croquis fresco–, en la ¡Plaza Moreno! Si vos me decís Los Talas, o Los Hornos bueno, pero acá a cuatro cuadras de la Catedral. Ahora, ¡qué suerte tuvimos de comprar los cuatro lotes iguales, de 65 mts! Las personas que suelen asistir no conocen todo lo que se tuvo que pasar– menciona Pedro.
Había una secretaria del Centro, Marcela Aninabarreta, que era jueza de Dolores. La cuestión es que conocía a Pedro Osácar, Presidente del Club Estudiantes de La Plata. Dicha institución poseía una filial en desuso, en 14 y 58. “Es impresionante, esto hay que anotarlo para contarlo bien”, remarca Pedro.
Osácar le comenta a la jueza la intención de vender el inmueble debido a falta de uso y ella responde rápidamente que el Centro Vasco estaba buscando una sede. Al poco tiempo comienzan con los trámites y se compra el edificio. “¿Sabés lo que es comprar eso?”, se alegra Berrueta, como si por momentos se trasladara a aquella época.
Dentro del plano adquirido en 1944 al Club Estudiantes de La Plata, estaba incluido el saloncito, la cancha de pelota, y en el segundo piso piso la secretaría, la biblioteca y la sala de juegos. Serían un total de 35 x 25 metros.
–Eso se fue agrandando, ¿cuántos metros son? 100 metros cuadrados, ¡100 metros cuadrados! –puntualiza Pedro dando una palmada a la mesa de madera–. Mirá que importante.
Cabe remarcar que el País Vasco envía un aporte anual al Centro platense, algo que no sucede en todos los casos, por lo que es uno de los pocos en el país que recibe ayuda. Se remarca la transparencia económica y la presentación de balances que continúa hace unos 70 años. “Es una de las mejores instituciones que hay en la Argentina”, comenta Berrueta, sin perder el orgullo.
No sólo cobijó a los inmigrantes, sino que está logrando que se conozca en el país y en el mundo las costumbres vascas.
"Nosotros éramos los más pobres del Centro Vasco. Mi papá no podía aportar dinero, por lo que decidió ofrecer su trabajo, la carpintería. Todas las ventanas impecables de hoy las hizo mi papá hace 60 o 70 años", comparte Pedro, y luego agrega: “Se fue haciendo todo a pulmón, fuimos comprando las cosas con el pasar de los años. Ahora entras al centro y ves el techo y te preguntas ¡cómo hicieron esto!”.
Vendían rifas, pedían tierra, arena, movían los contactos de conocidos. Así como Pedro , fueron innumerables las personas que se dedicaron a aportar su esfuerzo para edificar un Centro para la comunidad.
Pedro rememora que, en el pueblo de su mamá, la situación social estalló y muchas personas decidieron quitarse la vida después de la muerte del dictador Franco. Uno de los familiares de Pedro estuvo casi dos décadas condenado a muerte, la sentencia se iba dilatando y no se llegó a concretar la ejecución. Era albañil, y Pedro lo invitó a pasear por Argentina para cambiar de aire y le mandó los pasajes para la pareja. “Tenía un 404 impecable, se los presté y recorrieron varias provincias durante unos cuatro meses”.
Recuerda de su familiar la capacidad sobresaliente en la pintura de letras góticas: hacía los diplomas y documentos para la milicia, y tal vez eso fue lo que lo salvó.
–Cuando murió el dictador se pudo volver a hablar el vasco, él lo tenía prohibido. Cuidadito que hables en vasco, podías hablarlo entrecasa. Cuarenta años estuvo Franco. Después del 55´, los vascos y españoles ya no emigraron más para la Argentina.
María Berrueta, actual Vicepresidenta del Centro Vasco e hija de Pedro, habla sobre las fiestas importantes del Centro. Pedro se esfuerza por contar cada una: "Las Fiestas de San Fermín muy bien, las Fiestas del Aniversario también muy bien. La principal para nosotros es la del Patrono San Ignacio”. Aniversario, San Fermín y San Ignacio, destacan, son las principales.
Las fiestas de San Fermín comenzaron como algo tradicional y ahora es una de las mayores fiestas de Europa. "Durante siete días la ciudad no para", agrega María, que en La Plata también se celebra desde el 7 al 14 de julio.
“Todo a mano, todo a mano, comprábamos los pollos en el campo. En la cancha de pelota entran 350 personas, más el salón (donde está el restorán), se llenaba, hasta teníamos que poner mesas afuera”, recuerda Pedro y menciona que a veces sobrepasa la cantidad de cacerolas y vajillas disponibles. El Club Asturiano y Atenas les suelen prestar mesas, sillas, manteles.
En la actualidad Juan Iturri, Candela Iturri y Manuel Portela, junto a Cecilia y Tadeo Iturri, gestionan el restorán del Centro Vasco. La gastronomía cumple un papel muy importante en el acercamiento de culturas. Si bien desde los´90 la familia está vinculada más directamente con la institución, lo cierto es que como vecinos y como vascos, desde la infancia participaban de la Fiesta del Patrono, de las reuniones sociales y demás actividades.
Juan Iturri empezó trabajando en la cancha de pelota paleta y en el 2018 adquirió la concesión del restorán.
En el restorán hacen de todo, desde comida argentina hasta paellas, cazuelas de mariscos, truchón a la vizcaína (salsa con pimiento choricero). El goxua (postre) es característico, como para los argentinos decir el flan. Hay clientes en busca sólo del postre. Hay txinchos, tipo tapas españolas. Los fines de semana se compra pesca del día. Y suele haber opciones vascas especiales como la merluza a la koxkera.
—Intentamos siempre traer platos típicos, utilizando la técnica con productos locales. También vas a encontrar una milanesa, o lomo, como para tener amplitud—sostiene Manuel Portela.
La costumbre del chupinazo, en la apertura de San Fermín, consiste en tirar un cuete o fuego artificial marcando el inicio de la festividad. Cecilia Iturri tiene presente una ocasión donde Pedro Berrueta como alcalde del centro realizó el acto y brindó unas palabras en euskera.
Con el tiempo, el Centro Vasco ha crecido exponencialmente, sumando miembros de segundas y terceras generaciones, así como también personas interesadas en la cultura vasca. Su dinámica actividad ha consolidado a la institución como un referente en la ciudad, manteniendo vivas las tradiciones y el legado de una comunidad que sigue dejando huella en La Plata, tal como ocurre durante el año con la llamadas "Semana Vasca" o el "Día de la Cultura Vasca".
Durante dichas jornadas organizadas por el Centro Vasco, se pueden disfrutar -en general al aire libre- de una amplia variedad de platos típicos como tortillas, cazuelas, paella, postres tradicionales y sidra. Como también se realizan presentaciones artísticas en vivo, donde la danza y la música se fusionan en la rica herencia cultural de una comunidad con profundas raíces en la región.
Se dice que la puerta de entrada del Centro Vasco, de una madera antigua y un arco gigante, marca distintiva del lugar, es de 1889, unos siete años después de haberse fundado La Plata. En teoría, según la historia oficial, lo primero que hubo en el lugar donde hoy está el Centro Vasco fue una caballeriza. En 1889 empezaron a atender el buffet para las personas de pelota-paleta y público en general. Por eso desde ese año -cuenta la familia Iturri-, se sirve comida en este lugar. "Somos el restaurant casi más antiguo de la ciudad", relata Cecilia Iturri.
—De chiquitos vivíamos acá enfrente, donde papá venía a jugar, yo venía al coro. Nunca me voy a olvidar de los tres discos enormes de paella, toda la gente en la calle, y un toro mecánico en la esquina simbolizando una tradición —aporta Candela Iturri—. Pedrito Berrueta siempre fue quien más apostó a nosotros. Al principio, cuando no venía nadie, él salía a la vereda y hacía pasar a la gente, iba mesa por mesa charlando. Era el alma del lugar.