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Diaspora bizia

2015/01/21

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“Dos naciones, metafóricamente hablando, emergieron de las cenizas de Auschwitz: una minoría que proclamaba, ‘esto nunca debe ocurrir otra vez’, y una mayoría atemorizada y angustiada que afirmaba, ‘esto nunca debe ocurrirnos otra vez’” (Yehuda Elkana, 1988).

Estas implacables palabras bien podrían haber sido el epilogo de otros inhumanos conflictos que precedieron a la Segunda Guerra Mundial, como la Guerra Civil Española, o el de otros muchos que han asolado el planeta desde 1945, muy a pesar del juramento de los supervivientes: “esto nunca debe ocurrir otra vez (al menos a nosotros)”. El no-recuerdo y la indiferencia se convirtieron en los más fieles aliados de una dictadura que relegó a los perdedores y a su memoria al exilio del olvido que se prolongaría hasta la promulgación de la llamada Ley de Memoria Histórica, bien entrado el Siglo XXI. Dos de las consecuencias más visibles de esta ley fueron la recuperación de testimonios directos y la localización de fosas comunes para la consiguiente exhumación de los restos de los represaliados. Desde 2013, el Gobierno de España ha suprimido las partidas presupuestarias destinadas al desarrollo de los objetivos de la Ley de Memoria Histórica. “Ni en euro público para las fosas de la guerra”, vaticinó Mariano Rajoy en 2008. La recuperación de la memoria se enfrentaba a una nueva huida hacia adelante por parte de los poderes públicos: “Miremos al futuro y no generemos tensión ni división, como decidimos en el año 1978”. Se estima que España, en el corazón de la Europa occidental, es el segundo país del mundo, tras Camboya, con el mayor número de desaparecidos forzosos, unos 114.000. Historiadores como Paul Preston hablan, salvando las diferencias, del “holocausto español”.

Desde 2011, los institutos de Estudios Vascos y de Derechos Humanos de la Universidad de Deusto lideran el proyecto de investigación  Ondare Bizia: Euskal Erbestea, Emigrazioa eta Itzulera” con el objetivo de recuperar, preservar, transmitir y reivindicar el fenómeno del exilio, la emigración y el retorno a Euskadi, a través de los testimonios orales de sus protagonistas. Los testimonios son pequeñas historias personales, historias de la vida cotidiana, que en muchos casos han sido enmudecidas por políticas públicas de amnesia y silencio o ignoradas por narrativas históricas oficiales que las tildaban de insignificantes o políticamente incorrectas. Las historias orales recuperadas nos presentan una memoria viva, una memoria moral, que supone una deslegitimización ética y social de actitudes de un pasado silenciado y construido sobre injusticias, en muchos casos, aun no reparadas.

En relación a la visibilización de dicho fenómeno social se realizó, en 2014, el documental “Ahaztutako Garaiak - Tiempos Olvidados”, el cual muestra su diversidad y complejidad, a partir de los testimonios de aquellos que fueron niños refugiados de la Guerra Civil, exiliados de la dictadura franquista, personas desposeídas económicamente y reencarnados en la figura del pastor del oeste americano o en la del cortador de caña de azúcar de Australia, religiosos o pelotaris “nómadas”. 


“Ahaztutako Garaiak - Tiempos Olvidados”, Universidad de Deusto, 2014.

El fin del franquismo y la transición política hacia la democracia no rescataron del olvido a la generación del exilio, imponiéndose de nuevo una amnesia oficial sobre el pasado colectivo que ha llegado, sorprendentemente, hasta nuestros días. Según los datos aportados en 2014 por Deusto Barómetro Social, 6 de cada 10 personas de Euskadi no conocen el hecho de la emigración y el exilio vasco. Es un dato tremendo que nos debería obligar a todos a reflexionar sobre las razones que subyacen a tan grave desconocimiento. Desde el convencimiento de su necesidad, se ha de continuar incidiendo en la reivindicación y recuperación de la memoria social y política de la migración y el exilio a través de la implementación de políticas públicas inclusivas de memoria, como parte indiscutible del patrimonio inmaterial de Euskadi. 

Sin la memoria construida desde la diáspora, Euskadi se encontraría, a día de hoy, huérfana de una importante parte de su historia. 

La diáspora vasca vive y a ella le debemos parte de lo que hoy somos. Pero no es una diáspora tan solo del pasado, es una diáspora del presente que requiere la atención de todos aquellos que conformamos la sociedad vasca. Es posiblemente el mejor espejo que la sociedad dispone para confrontar sus aspiraciones y retos. La forma en que deseamos construir y recordar nuestro futuro inclusivo y abierto, en el que la diáspora sea parte real y activa, es la forma en la que deberíamos de repensar nuestras relaciones con la diáspora desde ya.



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Pedro J. Oiarzabal

Pedro J. Oiarzabal

Pedro J. Oiarzabal doktorea da Zientzia Politiko-Euskal Ikasketetan, Nevadako Unibertsitatean Renon (AEB). Bi hamarkada daramatza ikerketa eta aholkularitzan, politika publiko gaiak (herritartasuna atzerrian eta itzulera), diaspora eta teknologia berriak, eta memoria sozial eta historikoa (ahozko historia, migrazioa eta erbestea) aztertzen, indar berezia jarriz euskal kasuan. Twitter-en @Oiarzabal

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