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Bryan Osoro, vasco de Utah: "Mi padre me dio una ikurriña para que me acompañara en mi ascención al Everest"

26/05/2016

Bryan Osoro tras hollar la cumbre del Everest, con la ikurriña que le diera su padre, Larry Osoro (foto Bryan Osoro)
Bryan Osoro tras hollar la cumbre del Everest, con la ikurriña que le diera su padre, Larry Osoro (foto Bryan Osoro)

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Un vasco norteamericano, Bryan Osoro, miembro del Club Vasco de Utah, holló el pasado domingo la cumbre del Everest, culminando así la ascención a siete altas cumbres del mundo. Entrevista realizada a través del teléfono satelital.

Joseba Etxarri. Integrante del Utah Basque Club desde que tiene conciencia y exdantzari del grupo Utah-ko Triskalariak, este utaheño con raíces en Ispaster y Ajangiz culminaba el pasado domingo en el Everest la subida a las siete cumbres más altas de los cinco continentes. Preguntado sobre ello, señala que tiene claro que este tipo de retos involucran sin duda al ego, "aunque ello no es necesariamente algo malo", porque, este, "controlado, puede ser impulsor y acicate de valiosas realizaciones". En su caso, suponemos que ha sido su fiel aliado en esta empresa que le ha conducido a la cumbre absoluta del mundo, tras haber pasado previamente, en un esfuerzo de ocho años, por el Aconcagua, Denalí, Kilimanjaro, Elbrus, Vinson y Kosciuszko.

Zorionak, enhorabuena, cuénteme cómo ha sido, qué ha sentido.

-No hay palabras. Son muchos años de ambicionar subir al Everest. Cuanto más leía sobre él, más me atraía. Quería además ascender por la cara norte, por la historia de los intentos de George Mallory y el hecho de que hay menos expediciones que suben por ahí. No soy en realidad más que un aficionado al alpìnismo que persevera en su afición y que hace ocho años se embarcó en esta aventura después de haber escalado muchos de los glaciares volcánicos del estado de Washington y de las montañas que rodean Utah. Y ha sido en realidad un esfuerzo de apoyo mutuo, porque formaba parte de un sólido grupo de compañeros. Ha sido emocionante. En el tramo final, partimos del campamento 3, a 8.300 metros, y con un tiempo francamente bueno pudimos hacer cumbre en cuatro horas y 45 minutos. Era aun de noche y de a poco fue amaneciendo. Pudimos gozar de las vistas durante el descenso. Eran tan increíbles como puedas imaginarte.

Ha sido la cumbre del Everest, pero también la séptima cumbre de un proyecto ambicioso.

-El capítulo final de la búsqueda de las siete cumbres más altas de cada continente. Ha supuesto ocho años de éxitos y de fracasos, de perseverancia y de crecimiento; también de autoevaluación personal, física y psíquica en muy diversas facetas; y de aprendizaje y equilibrio entre la ambición y el riesgo razonable. Cuando lo comencé supuse que sería sobre todo un pulso a mi capacidad física para enfrentarme a un reto duro. Pero enseguida me fui dando cuenta de que el reto era mental; que, desde luego, cuanta mejor forma física mejor, pero la prueba lo ha sido en los aspectos más inimaginables: desde enfrentarse a la soledad o luchar contra la enfermedad y la indisposición, hasta trabajar los problemas interpersonales o enfrentarme a mis propias inseguridades. Ha sido sin duda un recorrido de autodescubrimiento y evolución.

Sus amigos de la Euskal Etxea de Utah se alegraron mucho y difundieron rápidamente la noticia.

-Son como familia. He sido parte del Utah Basque Club desde que recuerdo. De pequeño fui dantzari y por más de quince años he ayudado como pinche voluntario, en la cocina, al grupo de cocineros de la euskal etxea en las funciones del club. Mi padre nació también en la Diáspora, pero mantenemos nuestros lazos con Euskadi y solemos visitar el país cada tres años más o menos. Aunque nuestra familia llegó de Ispaster y Ojangiz, nuestros parientes viven hoy en Gernika y Lekeitio.

¿Cómo fue que llevó una ikurriña y la sacó cuando hizo cumbre? ¿Dedica su hazaña alguien en particular?

-La ikurriña me la dio mi padre poco antes de partir de casa para que me acompañara en la escalada: Ser miembro de la comunidad vasca ha sido siempre algo muy importante para mí y deseo que así siga siendo. Por otro lado, siempre dedico mis escaladas a mi mujer, a mi familia y a la gran familia vasca de la que formo parte. Son la gente que me ayuda y me apoya y que me ha hecho tal como soy.



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