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«El País Vasco tiene muchas semejanzas con la Argentina de los años setenta». Entrevista en Euskadi con el escritor e historiador argentino Horacio Vázquez-Rial (en El Diario Vasco)

12/07/2004

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Por Alvaro Bermejo

Pese a que Joan Romeu sabe muy bien que no es Bogart, ni Marlowe, cuando atraviesa el jardín de Joaquín Ledesma tiene la sensación de que está viviendo una escena de 'El sueño eterno'. ¿Por qué?

Todos los lectores y cinéfilos apasionados tendemos a superponer momentos de nuestra realidad con escenas leídas o vistas en la pantalla. Yo tenía una razón literaria: no podía iniciar la novela así, como la de Chandler, sin hacer una referencia. Primero estuvo la trama, después la constatación de que tenía semejanzas con El sueño eterno.

El sueño argentino derivó en la pesadilla que cuenta en su novela: 'Bajo la Dictadura', se llegaron a montar empresas de secuestro, tortura y rescate, donde se priorizaba el rapto de hijas de magnates embarazadas: así se vendía por una parte a la madre, y por otra al hijo. La desmemoria, ¿vale un millón de dólares?

La desmemoria no tiene precio. Muchos darían todo lo que poseen por echar un manto de olvido sobre algunos momentos de su pasado. En eso fundó Vladimiro Montesinos, en Perú, su gran negocio: había filmado los peores instantes de todo un país.

«Esa es la diferencia entre el crimen y los negocios --escribe Chandler--: para hacer negocios hay que tener capital». En aquella Argentina, ¿en qué se diferenciaban un coronel y un gángster?

Primero, en que muchos de esos coroneles tenían un capital inicial del que carecían los gangsters. Segundo, en que los gangsters son mucho mejores personas y sólo se mueven por dinero: no hacen nada en nombre de los principios, y los militares argentinos se llenaban la boca de frases sobre la dignidad. Claro que eso es la política en general: hoy por hoy, los partidos políticos son sobre todo maquinarias comerciales.

Cuando Giulia Brenan canta El Olvido, ¿toda Argentina calla con ella?

Hay dos planos de la memoria y del olvido. Uno social, el de la memoria colectiva, en el que hay que defender y hasta imponer la memoria; y otro individual, en el que hace falta un poco de olvido porque, sin él, vivir sería imposible. La Argentina, como todas las sociedades, vive en un delicado equilibrio entre uno y otro.

Su novela se mueve entre Argentina y España, entre su Dictadura y nuestra Guerra Civil. Lo que más nos une, ¿es que no aprendimos nada o que enseguida nos aplicamos a olvidarlo todo?

Eso une a todos los países. Yo he llegado al pesimismo histórico total: dudo mucho que la experiencia sea transmisible. Estamos condenados a olvidar, repetir y recordar.

Romeu admoniza al vasco Ayerra: «no hay países normales, no se engañe. El pasado es comprometedor en todas partes». ¿Qué episodio de nuestro pasado más reciente cree que olvidaremos antes de tiempo?

Ya hemos olvidado la corrupción felipista. El PSOE ha ganado las elecciones sin siquiera haberse lavado la cara, y compone un gobierno con gente que estuvo en la etapa de los GAL. Y en Argentina, Kirchner es presidente porque había segunda vuelta: en la primera, Menem tuvo el 40 por ciento de los votos.

Qué le parece más devastador: ¿el miedo o el envenenamiento moral que procura?

El miedo es el núcleo. El miedo permitió el nazismo, el mal absoluto.

¿Por qué desconfía tanto de las identidades colectivas?

Porque son el refugio ideal para quienes carecen de una individualidad presentable. Si uno no es nada, puede encontrar una definición en ser hincha de un club de fútbol. Las peores cosas de la historia las hicieron tipos muy mediocres, con la autoridad que les daba el actuar en nombre de un colectivo; la Inquisición es un ejemplo. Actuaban así porque se lo permitía el ser católicos.

Cuando mira hacia el País Vasco, ¿le viene el título de un tango, o más bien el de un thriller?

El País Vasco tiene muchas semejanzas con la Argentina de los setenta. Euskadi, a corto o medio plazo, va a ser independiente, no importa la forma jurídica y política con que se alcance esa independencia. Pero la independencia no es un proyecto por sí misma, y yo no estoy seguro de que la sociedad vasca sepa qué va a hacer al día siguiente. Le va a sonar a galimatías, pero no conozco forma más clara de decirlo: el Estado vasco es un proyecto, pero ¿cuál es el proyecto de Estado de los vascos?

Según Saramago el primer deber de un escritor es pelearse con su país. Y usted, ¿cuándo dejará de pelearse con los dos?

Argentina y España son mis países, los amo profundamente, vuelvo a ellos constantemente, a su historia, a sus paisajes. Por eso me peleo con ellos. Unamuno lo decía a propósito de Sarmiento, a quien admiraba: «habla mal de España, es español». Además, la pelea es la vida. Eso también lo dice Unamuno. Agonizo con los dos, vivo con los dos.

¿Qué anotó en su diario el 11-M?

«Ya está». Sabía que iba a pasar desde hace años. No es algo que diga ahora, lo he publicado en varias ocasiones. Cualquiera podía saberlo. Iba a ocurrir, se hiciera lo que se hiciera. No tenía nada que ver con Irak. Ben Laden avisó ya en 1989 que Al Ándalus era suyo. Está en mi libro La izquierda reaccionaria.

¿Puede la literatura algo contra el Horror?

Alivia al que escribe. Y propone cierta solidaridad al que lee. Pero algo debe de haber cuando siempre el Horror viene acompañado de quemas de libros.

Qué fue lo primero que le pasó por la cabeza, ¿un poema para las víctimas, o una novela sobre los asesinos?

Iba escribiendo la novela sobre la marcha. Era demasiado obvia, y uno está demasiado deformado profesionalmente como para evitarlo.

Al historiador Vázquez Rial: ¿qué es lo más importante que nos ha enseñado el siglo XX?

Que el siglo lo haya enseñado no significa que nosotros lo hayamos aprendido. Pero yo creo que ya podríamos haber aprendido a desconfiar de las utopías, que son totalitarias por su propia naturaleza. No diseñe usted sociedades ideales, porque va a tener que imponerlas.

Y al escritor: ¿Qué nos queda por aprender en el XXI ?

Siempre hay que aprenderlo todo de nuevo. Para eso se escribe, para aprender. Y fíjese qué curioso: siempre se escribe el Quijote.

¿Cuál es la manera más sabia de mejorar el mundo?

El mundo se mejora trabajando sin proponerse mejorar el mundo. Para los hijos, para las parejas, para los amigos. La historia no es una sucesión de batallas, sino una sucesión de esfuerzos individuales. Es la suma de riquezas privadas la que hace rica a una nación.

En la cabeza de Romeu cabe, simultáneamente, un libro sobre De Gaulle, otro sobre La Coquito, y una ración de calamares. ¿Qué es lo más dispar que compatibiliza en la suya?

Una biografía de Perón, una novela a medias, la historia del Islam, Churchill; preparar un plato especial para unos amigos. Más o menos lo mismo.


PERFIL

Nació en Buenos Aires, en 1947. Es Doctor en Historia, pero puede vérsele ejercer como: crítico literario, columnista, editor, traductor, guionista cinematográfico, e incluso ser humano.

Sus títulos esenciales son: 'Historia del triste' (Finalista del Nadal). 'La reina de oros' (Finalista del Plaza & Janés). 'Frontera Sur'. 'Las dos muertes de Gardel'. 'La formación del país de los argentinos'. 'La izquierda reaccionaria'.

RESPONDE

ME GUSTA Mila Jojovich, porque es perfecta
DETESTO las explicaciones fáciles de cosas complejas
ME ENCANTAN algunos perfumes
ABORREZCO el mal aliento
ME FASCINA la inteligencia, en una forma casi sexual
ME PIERDE la boca: siempre hablo demasiado
ME GANA la ternura, tan escasa
ME PONE la ropa interior negra en una mujer
ME INDISPONE la brutalidad del trato en la vida cotidiana
ME INDIGNA el cinismo de la casta política
ME DEJA FRÍO el famoseo, que tanto inquieta a los intelectuales
ME CALIENTA las sandalias de tacón y las uñas de los pies pintadas
ME PERTURBA el descubrimiento tardío de crímenes cometidos delante de mis narices
ME ATURDE el ruido político del multiculturalismo
ME CONFUNDE la increíble ingenuidad de la gente, en la que me incluyo
ME INFUNDE pesimismo la lectura de la prensa, que hago con rigor
ME ATERRA la ignorancia
ME ENAMORA la complicidad a priori, lo que no se puede verbalizar

(publicado el 12-07-2004 en El Diario Vasco)


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