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“Los lugares físicos siempre serán importantes, están en el corazón de las relaciones humanas”

22/12/2015

Meggan, en el Basque Block de Boise, junto a una caja eléctrica decorada por ella misma, como parte de otro proyecto del master que ha realizado (Foto: M.L.M.)
Meggan, en el Basque Block de Boise, junto a una caja eléctrica decorada por ella misma, como parte de otro proyecto del master que ha realizado (Foto: M.L.M.)

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El pasado 20 de noviembre, Meggan Laxalt Mackey defendió su tésis de fin de máster en el 'Basque Block' de Boise; un lugar significativo para un trabajo titulado "Lekuak: The Basque Places of Boise, Idaho" (Lekuak [Lugares]: Los espacios vascos de Boise). La presentación fue en la planta baja del restaurante Leku Ona, frente a unas cuarenta personas: “Fue muy bonito; la gente del público también se animó a hacerme algunas preguntas”, indica la autora a EuskalKultura.com.

Ander Egiluz Beramendi/EE.UU. El trabajo es el resultado de sus estudios en el Máster de Investigación Histórica Aplicada, impartido por la universidad Boise State. Laxalt (Carson City, Nevada., 1957) tiene sangre labortana y bajonavarra, y dos de sus tíos fueron el prolífico autor Robert Laxalt y el ex gobernador de Nevada Paul Laxalt. Para realizar su trabajo contó con un gran comité formado por John Bieter, John Ysursa y Jill Gill.

Destacas la importancia de que cualquier grupo, sea este étnico, lingüístico o religioso, disponga de sus propios lugares, de una presencia física.

-Así es. Yo soy vasca de tercera generación, crecí en el Oeste (de Estados Unidos), y cuando voy a la tierra de mis abuelos (Euskal Herria), tengo la sensación de que ya he estado allí. Eso mismo me ocurre en Boise, pero no en Nevada. ¿Por qué?

Más aún cuando Nevada también cuenta con lugares vascos…

-Eso es. Hay restaurantes, por ejemplo. Pero no hay lugares de encuentro, y eso es muy importante, da igual que seas vasco, o irlandés o lo que sea. Los grupos necesitan algo más que simplemente lugares que conecten a diferentes generaciones. En Boise, el Museo, la casa Cyrus Jacobs-Uberuaga, el Centro Vasco… Todo está en el Basque Block. Y eso sí es un lugar de encuentro. Y lo más importante es que gente que no es vasca también anda por ahí, eso le da validez a la zona.

En tu tesis diferencias a los inmigrantes vascos de Boise en tres grupos: ‘Amerikanuak’ (finales del XIX-1920), ‘Tartekoak’ (los intermedios, 1930-1950) y ‘Egungoak’ (los actuales, a partir de 1950). En muchos casos de migración en masa, el tercer grupo intenta recuperar lo que estuvo a punto de perderse en la generación anterior. ¿Es aplicable esa tendencia a los vascos de Boise?

-Mi padre, por ejemplo, no tenía permitido hablar en euskera. Sus hermanos y él debían hablar en inglés. Mis abuelos sí que hablaban euskera y, también, francés, pero solamente entre ellos. Mi padre se dio cuenta de que estaba perdiendo parte de su herencia. Así que, en este caso, fue mi padre quien intentó recuperar eso para nosotros. A veces siento pena por los Tartekoak, porque se encontraron a medio camino. Pero, gracias a sus esfuerzos, hoy en día realmente apreciamos nuestra identidad.

Es difícil imaginar que Boise haya sido en algún momento un lugar sin ningún atisbo de ‘vasquidad’. ¿Cómo comienza un grupo a enraizarse? ¿Qué fue lo esencial para aquellos vascos?

-Lo más importante era tenerse los unos a los otros y apoyarse mutuamente. Eso fue lo esencial. Ocurre lo mismo en otras culturas, por ejemplo en la china.. Para facilitar esas relaciones los Amerikanuak construyeron las pensiones vascas, en donde se juntaron, comían su comida, hablaban su idioma, se ayudaban económicamente… Pero, en comparación con Nevada, donde los vascos llegan desde lugares diversos del País Vasco, en Boise, la mayor parte de ellos, el 90%, venía de Bizkaia. Y eso ayuda mucho, porque la gente tiene más referencias comunes..

Has mencionados a la comunidad china, que tendría menos cosas en común con la sociedad americana que los vascos. La mayor parte de los vascos eran católicos, como muchos americanos. ¿Eran las iglesias lugares interculturales de encuentro?

-Buena apreciación. Sin ninguna duda, la religión ayudó a que los vascos fuesen mejor aceptados, además de que eran europeos y blancos, no eran ni asiáticos, ni africanos, practicaban la misma religión. Pero el idioma constituía una gran barrera. De ahí la gran importancia de las pensiones como lugares de encuentro. No debemos olvidar que los Amerikanuak debían aceptar aquellos trabajos que los americanos no querían, como trabajar con el ganado, trabajar en los hogares… Al principio fueron discriminados. Tuvieron que dejar claro que llegaron para quedarse, no para hacer dinero y marcharse. Cuando quedó claro que se pensaban quedar, comenzaron a ser respetados.

Y entonces llegó la Casa Vasca, que vino a ser un lugar que aglomeraba todos los demás...

-Sí y no. Para cuando llegó la Casa Vasca, los vascos ya no tenían tantos lugares de encuentro como antes. No había frontón, los pastores andaban dispersos, las familias también, comenzaban a utilizar nombres americanos. Y además, la Segunda Guerra Mundial los dividió políticamente. El Centro Vasco no se construyó hasta el año 1949, cuando Juanita Jay Hormaechea dejó claro que los vascos necesitaban de un lugar de encuentro y de que los más jóvenes debían aprender cómo bailar danzas vascas. Concienció a los Tartekoak sobre la importancia de mantener su legado cultural. También lo hizo Joe Eiguren, que ya daba clases de euskera. Así que, se podría decir que se acercaron un poco a los parámetros de los Amerikanuak, pero haciendo un guiño a la cultura americana, al instalar por ejemplo un bar en el Centro Vasco u organizando, anualmente, la Fiesta de los Pastores (Sheepherder’s ball). Todo esto ayudó a un acercamiento con los americanos, además de proporcionarles ingresos para subsistir. A partir de entonces no olvidarían la importancia de mantenerse unidos.

Uno de los grandes logros de la generación actual es el Jaialdi, festival que se celebra cada cinco años. Gracias a él, Boise se ha convertido en una suerte de destino de peregrinación para muchos vascos de todo el mundo. ¿Tuvieron los vascos de Boise algún tipo de referente para conseguir lo que han conseguido?

-En Boise se dio la tormenta perfecta. Hubo una perfecta convergencia de elementos. Había un grupo terriblemente motivado de vascos que, además, eran de la misma pequeña región, en una muy concreta zona geográfica. A lo que hay que sumar que tenían financiación del Ayuntamiento y de gente poderosa y adinerada, como Adelia Garro Simplot y Rich Hormaechea, por ejemplo, que adquirieron y se ocuparon de preservar varios edificios históricos de lo que hoy en día es el Basque Block. Fueron unos visionarios. Cuando Adelia adquirió la casa de Cyrus Jacobs-Uberuaga, se caía a pedazos, pero supo entender la importancia de contar con lugares físicos. De la misma forma, el resto de ciudadanos, tanto vascos como no-vascos, entendieron que todo aquello era una parte importante de la idiosincrasia de la ciudad.

Internet ha cambiado el mundo completamente. ¿Crees que la generación venidera tendrá la misma necesidad de contar con lugares físicos?

-Buena pregunta, porque la generación digital ya está completamente conectada. Yo creo que será una mezcla entre lo digital y lo físico. Los lugares físicos siempre serán importantes, están en el corazón de las relaciones humanas. Lo digital te conecta y te da una continuidad en el tiempo, pero lo físico crea lazos y uniones. De la misma manera que una entrevista cara a cara es mejor que una telefónica, porque tú me puedes mirar a los ojos y yo te puedo tocar la mano. Y, en este tema, el idioma también es muy importante. El idioma fortalece los lugares. Es uno de los símbolos y cordones más importantes que los vascos han tenido a lo largo de los siglos; y que conservan. Por eso, en enero, voy a comenzar a tomar clases de euskera.



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