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Alfonso Garde Marcilla. Memorias de un prisionero de guerra en la SGM

20/02/2023

Alfonso Justo Garde Marcilla con 18 años en su uniforme de la Fuerzas Aérea del Ejército de Estados Unidos (Cortesía flia. Garde Marcilla)
Alfonso Justo Garde Marcilla con 18 años en su uniforme de la Fuerzas Aérea del Ejército de Estados Unidos (Cortesía flia. Garde Marcilla)

Esta nueva entrega del blog 'Ecos de 2 guerras, 1936-45' llega en un momento singular, a apenas unos días del reconocimiento que, de la mano del electo de la Cámara de Representantes de Texas Rafael Anchía y la Asociación Sancho de Beurko, con el apoyo entre otros de NABO y la BEO, se va tributar en Austin a los veteranos de la Segunda Guerra Mundial de origen vasco. Será este 1 de marzo y se prolongará al día 2 con una exposición y mesa redonda que contará con la presencia del doctor Pedro J. Oiarzabal, de la Asociación Sancho de Beurko, que viajará para ello desde Bilbao. Zorionak tanto a los homenajeados y sus familiares como a quienes han hecho posible este merecido homenaje de Texas a los veteranos vascos. El siguiente artículo narra la historia de uno de ellos, el navarro Alfonso Garde Marcilla.

Interrogado en Budapest. “Alfonso Garde, cabo, 3835273”. Fueron las únicas palabras que sacaron de su boca pese a la insistencia del interrogador. Bajo la Convención de Ginebra, un prisionero de guerra solo tenía que aportar su nombre, rango, y número de serie: “Alfonso Garde, cabo, 3835273”. Por su cabeza sobrevoló el entusiasmo con el que se había alistado en las Fuerzas Aéreas un año antes en Fort Bliss, Texas, Estados Unidos (EEUU). Su sueño era el de ser piloto. Había sido llamado a filas a tres meses de haber cumplido los 18 años. “Como la mayoría de los hombres de 18 años en ese momento, no veía la hora de ponerme el uniforme”, confesó Alfonso en sus memorias escritas 40 años después de su cautiverio durante la Segunda Guerra Mundial (SGM) [1].

En el centro de interrogatorios de Budapest, Hungría, al que había sido llevado tras su captura, recordó la última vez que pudo ver a sus seres queridos en el rancho familiar de Vaughn, Nuevo México. Era primeros de julio de 1944. A Alfonso y al resto de sus compañeros de tripulación les habían concedido tres días de permiso. Durante su corta visita comunicó a sus hermanos, pero no a sus padres, que iba a ser enviado al frente de Europa. “No vi la necesidad de que se preocuparan”, escribió Alfonso [2]. Fue quizás premonitorio. De hecho, no sería hasta enero de 1945 cuando el Departamento de Guerra de EEUU hizo público que Alfonso era prisionero de guerra en Alemania, habiendo ya transcurrido seis meses desde el inicio de su cautiverio.

Su avión, abatido

“Nos habían advertido que los interrogatorios a prisioneros de guerra podían ser muy duros”, relató Alfonso. “Nos salvó el hecho de que la guerra había dado un giro a favor de los Aliados. Finalmente llegó el interrogatorio, que consistió en que ellos nos contaran más sobre nosotros mismos que lo que nosotros mismos sabíamos. Las paredes de la sala de interrogatorios estaban repletas de información sobre todas nuestras unidades” [3]. Incluso, fue allí donde le confirmaron la muerte de seis de los 10 tripulantes de su B-24, junto con un fotógrafo que volaba con ellos para registrar los resultados del bombardeo. Alfonso había resultado ileso, pero los dos artilleros de cintura sufrieron quemaduras en cara y brazos y el artillero de la torreta superior tenía una herida en la cabeza.

Budapest, una ciudad que al igual que el resto de Hungría, había sido ocupada por las tropas alemanas en marzo de 1944, no había sido ni el inicio ni el final de la odisea de Alfonso. Vayamos pues al principio de la historia.


Foto de un soldado entrando en una torreta de bola de un B-24 (Air Ministry Second World War Official Collection CI 1028.

Hacia el Frente de Europa

Tras pasar por Fort Bliss en agosto de 1943, el joven recluta vasco americano fue enviado a la Escuela de Artillería Aérea de Harlingen, Texas, donde fue entrenado como artillero de torreta de bola; una torreta esférica hecha de plexiglás colocada en el vientre del bombardero pesado B-24 Liberator, con espacio para una persona que manejaba dos ametralladoras Browning del calibre 50. El sueño de convertirse en piloto había llegado a su fin.


Alfonso Garde (segundo por la izquierda en la primera fila) posa con su tripulación delante de su B-24 “Patsy Ann” posiblemente en Bangor, Maine, antes de su vuelo con destino a Europa (Cortesía de la familia Garde Marcilla).

En abril de 1944 Alfonso y el resto de la tripulación fueron destinados a Pueblo, Colorado para su formación en combate. Una vez regresaron de su breve permiso de tres días, se trasladaron a mediados de julio a Bangor, Maine, donde recogieron su nuevo bombardero B-24, al que bautizaron con el nombre de la novia del piloto, “Patsy Ann”. Salieron de EEUU en su “Patsy Ann” el 21 de julio de 1944, via Islas Azores y norte de África, llegando a su destino final en Foggia, al sureste de Italia, el 8 de agosto de 1944. Allí se incorporaron al 724º Escuadrón del 451º Grupo de Bombarderos con base en el aeródromo de Casteluccio, una zona agrícola situada a 14 kilómetros de Foggia.

Primera fila en la invasión aliada

A pesar de que les faltaban dos semanas de entrenamiento, su primera misión tuvo lugar al día siguiente de su llegada a tierras italianas. La guerra no podía esperar. Su objetivo era preparar la invasión aliada por el sur de Francia, que tuvo lugar el 15 de agosto de 1944 y de la cual fueron testigos, tal y como describió Alfonso. “¡Qué asiento de primera fila! Vimos nuestros acorazados golpeando las instalaciones enemigas mientras cientos de barcazas y botes descargaban nuestras tropas en las playas” [4].


Imagen del B-24 “Hard to get” de Alfonso Garde, derribado en el cielo austriaco el 23 de agosto de 1944 (451st Bombardment Group).

Trágicamente, el 23 de agosto de 1944 la aeronave de Alfonso fue alcanzada por aviones enemigos y finalmente derribada cuando su grupo de bombarderos, formado por 25 aviones, intentaba destruir el campo de aviación de Markersdorf, a 65 kilómetros de Viena, para evitar que la Luftwaffe lo utilizase. El 451º Grupo perdió 9 aviones en esa misión y se ganó la preciada citación presidencial. Los cazas alemanes habían hecho acto de presencia al amparo de las nubes y los B-24 se mostraron muy vulnerables ante la potencia de los cañones de 20 mm de los Focke Wulf Fw 190. El avión de Garde —“Hard to get”, gobernado por el teniente James H. Powers— había sido alcanzado en el ala izquierda y se precipitó sin control hacia el suelo. Desde los otros bombarderos del escuadrón contaron hasta ocho paracaídas, pero seis tripulantes no sobrevivirían al incidente, incluyendo al piloto: los tenientes Ray F. Chisholm, Sidney Samet y Merle E. Vanderhorst y los cabos Franklin D. Atwood y Leonard L. Wagner [5].

Abatido y apresado

Así recuerda Alfonso el derribo de su avión y la fortuna de salir con vida:

“’Abandonad el avión’, gritó el piloto. El tiempo era esencial: volábamos a 20.000 pies y ya no tenía una máscara de oxígeno. Toda la parte trasera del avión había volado. El único otro escape posible era a través de la compuerta de las bombas, que todavía estaba cargada con cientos de pequeñas bombas fragmentarias. Antes de que las puertas estuvieran completamente abiertas, salté. Las bombas también fueron lanzadas, así que las bombas y yo salimos juntos. Todo lo que recuerdo es que tiré de la anilla de mi paracaídas. Me desmayé por la falta de oxígeno. Mi ‘viaje’ debió haber durado unos 30 minutos” [6].

El inevitable impacto contra el suelo fue suavizado por las copas de los árboles que atraparon el paracaídas. “Mientras pensaba en cómo bajar el paracaídas enredado en el árbol, escuché dos clics distintos detrás de mí. Me di la vuelta para ver dos rifles apuntando a mi cabeza. Detrás de las armas estaban un granjero austriaco de mediana edad y un joven. ¿Apretarían el gatillo?” [7]. Los dos hombres condujeron a Alfonso a su granja, situada a una hora a pie. Tenía la esperanza de que le ayudaran a escapar o a esconderse de las autoridades. Sin embargo, toda esperanza se truncó cuando fueron a buscar a un soldado que le escoltó a la cárcel del pueblo. Al anochecer se le unieron sus compañeros de tripulación.

Posteriormente los llevaron a una ciudad próxima donde se encontraba un gran número de aviadores que como ellos habían sido también derribados. “A continuación nos cargaron en vagones como animales para nuestro próximo destino, que resultó ser Budapest, el centro de interrogatorios” [8]. Su llegada a la ciudad no fue bien recibida. Había sido bombardeada intensamente los días anteriores, y los ciudadanos clamaban venganza. El traslado desde la estación de tren hasta la prisión fue en camiones abiertos. A su paso, les arrojaron piedras. “Lo único que nos salvó fue el hecho de que los camiones seguían moviéndose y los guardias alemanes se interpusieron entre nosotros y los civiles”, escribió Alfonso con cierto alivio [9].

El campo Stalag Luft IV

Tras dos semanas en Budapest, Alfonso y sus compañeros junto a otros muchos aviadores fueron enviados al campo de prisioneros de Stalag Luft IV, en Gross-Tychow, Pomerania (hoy en día Tychowo, Polonia), que era administrado por la Fuerza Aérea Alemana para tripulaciones aéreas aliadas.


El mapa muestra una selección de los campos de prisioneros en Europa, entre los que se destaca el de Alfonso Garde, “Stalag Luft IV” (“Guest of the Third Reich. Americans POWs in Europe”. The National WWII Museum).

Más de 120.000 estadounidenses fueron hechos prisioneros de guerra durante el conflicto bélico. La mayoría de ellos, unos 94.000, pasaron su cautiverio en el casi centenar de campos construidos por el régimen nazi a lo largo de su país y del territorio ocupado en Europa.

El viaje a Stalag Luft IV duró cuatro días, atravesando un Berlín bombardeado, en un hacinado tren de mercancías. “Podíamos sentarnos”, relató Alfonso, “pero no podíamos acostarnos. No había baños y, después de un par de días, era un infierno estar en esos vagones” [10]. El campo de prisioneros constaba de cuatro recintos —tres para estadounidenses y uno para británicos— para un total de 10.000 aviadores.

Cinco meses en el campo de prisioneros

Según reflejó Alfonso por escrito, las autoridades alemanas respetaron la Convención de Ginebra, por lo que no hubo trabajo forzado. Sin embargo, la escasez de comida supuso un grave problema. “Sobrevivimos gracias a los paquetes de alimentos de la Cruz Roja Americana. La vida en el campamento no era mala mientras nos comportáramos. Como no estábamos obligados a trabajar, teníamos mucho tiempo. La vida era aburrida, pero al menos estábamos ‘a salvo’. Esto se prolongó durante unos cinco meses. Esta situación iba a cambiar repentinamente. Los rusos comenzaron su ofensiva hacia al oeste. Los alemanes no tenían ninguna intención de dejar que los rusos liberaran a 10.000 aviadores estadounidenses [y británicos]” [11].

Ante el progresivo avance del ejército soviético en el Frente del Este, Alemania decidió evacuar a los prisioneros hacia el corazón del Tercer Reich. Se estima que entre enero y abril de 1945, 80.000 prisioneros aliados fueron forzados a caminar hacia el oeste en medio de uno de los inviernos más cruentos de la guerra, sin víveres, ni ropas adecuadas, y abatidos por enfermedades. Estas marchas forzadas fueron conocidas como la “Marcha Negra” o la “Marcha de la Muerte”. Cerca de 3.500 soldados aliados perecieron como resultado de ellas.

La 'Marcha de la Muerte'

El 6 de febrero de 1945, unos 8.000 prisioneros de Stalag Luft IV, incluido Alfonso, emprendieron una marcha de más de 800 kilómetros a pie, rn cuyo transcurso murieron centenares de soldados. Su recuerdo permaneció muy vivo en la memoria de Alfonso durante el resto de su vida.

“Una mañana temprano nos informaron que íbamos a evacuar el campo de prisioneros. Los siguientes tres meses iban a ser meses de puro infierno. Salimos con la ropa que llevábamos puesta, una manta y lo que pudiéramos llevar a la espalda. Nuestros problemas comenzaron casi de inmediato. El frío trajo mucha gripe y enfermedad. Luchamos contra la congelación, la fiebre y la neumonía. En poco tiempo estábamos infestados de piojos por todo el cuerpo. El hambre era la peor parte. Por beber agua no potable, la disentería se extendió entre los prisioneros. Me enfermé bastante, pero sobreviví solo porque algunos de mis compañeros de ‘celda’, literalmente, me llevaron a cuestas durante una semana. Caminábamos desde la primera hasta la última luz del día, cuando caíamos abatidos de cansancio y hambre. En cuanto a la comida, teníamos poco para comer excepto patatas hervidas, rábanos recogidos por el camino y hogazas de brot negro (pan), que había que dividir en veinte partes. Sobrevivíamos cada día gracias a las escasas limosnas que nos daban los civiles a lo largo del camino. Cambié mi reloj por una hogaza de pan y un trozo de salchicha. Mi anillo de graduación fue por una docena de huevos cocidos” [12].

Las tropas estadounidenses y británicas continuaban su progresivo avance hacia territorio alemán por el oeste. “El sonido de la guerra y el estruendo de los tanques eran cada día más evidentes. ¡Qué espectáculo para la vista cuando los tanques británicos aparecieron en el horizonte! Ese día fue el 2 de mayo de 1945, el día más feliz de nuestras vidas tras 250 días de cautiverio”, exclamó Alfonso sobre el papel [13]. Cinco días antes había cumplido 20 años. Abandonados a su suerte, los prisioneros de Stalag Luft IV iniciaron su ultima marcha en dirección a la zona británica. La trágica odisea de Alfonso llegaba a su final. Alemania finalmente se rindió a los Aliados el 8 de mayo de 1945. Para mediados de ese mes, todos los prisioneros supervivientes estadounidenses se encontraban bajo control aliado. Evacuado al puerto francés de Le Havre, tomó un barco de transporte de tropas que le llevó a Estados Unidos. Alfonso llegó al Puerto de Nueva York el 12 de junio de 1945. Treinta y dos años antes, su padre, Mauricio Garde Echandi, natural de Urzainki, Nafarroa, realizó la misma trayectoria, con tan solo 19 años.

De regreso a Vaughn

Alfonso fue licenciado con honores el 17 de octubre de 1945 en Roswell, Nuevo México con el grado de sargento. Fue galardonado con la Estrella de Bronce por las campañas de Europa Central, Renania, Norte de Francia, Sur de Francia y por el Combate Aéreo de los Balcanes. Recibió la cinta del Teatro de Europa, África y Medio Oriente. Recibió a su vez la Medalla del Aire (otorgada en octubre de 1944 durante su cautiverio) y la Mención de Unidad Presidencial.


Alfonso Garde tras su regreso a su casa de Vaughn del Condado de Guadalupe en Nuevo México, una vez liberado y evacuado (Cortesía de la familia Garde Marcilla).

A su regreso, le esperaban en la casa de Vaughn, sus padres y hermanos. Su madre, la navarra Emilia Marcilla Anaut, nacida en Isaba en 1901, había llegado a EEUU en compañía de su padre en 1916. El padre falleció trágicamente en una tormenta de nieve mientras cuidaba un rebaño de ovejas en la década de 1920. Más de un centenar de vecinos de la localidad roncalesa de Isaba emigraron a Nuevo México durante las dos primeras décadas del S. XX. La mayoría de ellos trabajaron en el sector agrícola y ganadero.

Emilia y Mauricio se casaron hacia 1919, estableciendo su residencia en Vaughn, donde Mauricio operaba un rancho de cría de ovejas. La distancia que separa los pueblos natales de Emilia y Mauricio es de menos de 4 kilómetros. Paradójicamente, se conocieron a miles de kilómetros de su valle del Roncal. Durante su matrimonio tuvieron ocho hijos, todos ellos nacidos en Vaughn: Mariana (1920-1943), Jesusa “Susie” (1921-2011), Mauricio Jr. (1923-2003), Alfonso Justo, Inez (1927-1998), Emilia (1928-1975), Elena “Helen” (1930), y Raymond (1940).


Retrato de la boda de los roncaleses Mauricio Garde Echandi y Emilia Marcilla Anaut, celebrada en Vaughn, Nuevo México, hacia 1919 (Cortesía de la familia Garde Marcilla).

Mauricio Jr. fue también llamado a filas después de graduarse en el Instituto de Vaughn. Durante la guerra sirvió como policía militar en el Ejército de Tierra. Todos los hijos de Emilia y Mauricio se graduaron de la universidad, lo que facilitaba el acceso a una clase media. El ascenso socioeconómico de la primera generación vasca nacida en el país era evidente.


Fotografía de la familia Garde Marcilla tomada en junio de 1963 durante la graduación de Raymond de la Universidad Estatal de Nuevo México. De izquierda a derecha (primera fila): Mauricio Jr., Mauricio padre, Emilia, y Raymond. De izquierda a derecha (segunda fila): Inez, Helen, Susie, y Alfonso (Cortesía de la familia Garde Marcilla).

En 1949, Alfonso se casó con Delia Dávila y tuvieron tres hijos. Se jubiló en 1981, tras haber desarrollado una brillante carrera en el mundo de la educación. En los años 50 fue superintendente de las escuelas de Vaughn, y hasta mediados de la década de 1960 lo fue de las escuelas de Belén, Nuevo México. Trabajó posteriormente durante un año para el Departamento de Educación del Estado de Nuevo México, en Santa Fe, y desde 1968 desempeñó su labor profesional como director de transporte y gerente comercial del distrito para las escuelas de Belén.

En palabras de su hija Sarah, “mi padre nunca habló de su experiencia en la guerra. ¡Solo anunciaba la fecha del aniversario de cuando fue derribado! ¡Mi padre era el típico de The Greatest Generation!” [14]. Alfonso revisó por última vez sus memorias en 1990. “Después de reflexionar durante cuarenta años sobre mi insólita aventura, he decidido poner mis pensamientos por escrito”, escribió. “¿Por qué? Realmente no lo sé. No era un sentimiento de culpa o vergüenza por haber sido capturado. Probablemente fue más un sentimiento de pena por mis compañeros de tripulación que no regresaron, así como por los miles de jóvenes que lo dieron todo” [15].

Alfonso Garde Marcilla falleció a la edad de 66 años, el 17 de febrero de 1992, en Albuquerque, Nuevo México. Sirva este artículo como pequeño homenaje al propio Alfonso y a sus compañeros que perdieron la vida hace 78 años.


Referencias

[1-4, 6-15] Garde, Alfonso. (August 1984, revised August 1990). “Reflections 40 Years Later”. P. 3, 4, 9, 5-6, 6-7, 7, 9, 10, 10-11, 12, y 2.

[5] Reporte de la misión sobre Markersdorf (Austria) del 23 de agosto de 1944 en el nº 9 del boletín de antiguos miembros del 451º Grupo de Bombarderos (https://www.451st.org/Ad%20Lib/Pdfs/Issue%209.pdf).

[14] Entrevista de los autores con Sarah Garde (enero y febrero de 2023).

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Sancho de Beurko Elkartea

Sancho de Beurko Elkartea

El blog Ecos de dos guerras, 1936-1945 tiene por objetivo divulgar la participación de vascos y navarros en dos de las contiendas bélicas que definieron el devenir de buena parte del Siglo XX. La Asociación Sancho de Beurko pretende rescatar del anonimato a los miles de personas que constituyen la columna vertebral de la memoria histórica de las comunidades de vascos y navarros, en ambos lados de los Pirineos, y de sus diásporas de emigrantes y descendientes, con principal énfasis en la de EEUU durante el periodo de 1936 a 1945.

Autores

Guillermo Tabernilla es investigador y fundador de la Asociación Sancho de Beurko, una organización sin ánimo de lucro que estudia la historia de vascos y navarros en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad es su secretario y community manager, así como editor de la revista digital Saibigain. Entre 2008 y 2016 dirigió el catálogo del “Cinturón de Hierro” para la Dirección de Patrimonio del Gobierno Vasco y es, junto con Pedro J. Oiarzabal, investigador principal de Fighting Basques, un proyecto de memoria sobre los vascos y navarros en la Segunda Guerra Mundial en colaboración con NABO, la federación de Organizaciones Vascas de Norte América.

Pedro J. Oiarzabal es Doctor en Ciencias Políticas-Estudios Vascos por la Universidad de Nevada, Reno (EEUU). Desde hace dos décadas su trabajo se ha centrado en investigación y consultoría sobre políticas públicas (ciudadanía en el exterior y retorno), diásporas y nuevas tecnologías, y memoria social e histórica (historia oral, migración y exilio), con especial énfasis en el caso vasco. Es autor de más de una veintena de publicaciones. Blogs “Basque Identity 2.0” de EITB y “Diaspora Bizia” de EuskalKultura. En Twitter @Oiarzabal.

Josu M. Aguirregabiria es investigador y fundador de la Asociación Sancho de Beurko. En la actualidad es su presidente. Especialista en la Guerra Civil en Álava, es autor de varias publicaciones relacionadas con esta temática entre las que destaca “La batalla de Villarreal de Álava” (2015) y “Seis días de guerra en el frente de Álava. Comienza la ofensiva de Mola” (2018).

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