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Los antepasados tolosarras de Pepe Mujica (en El Diario Vasco)

13/07/2023

Tatarabuelo y bisabuelo del político uruguayo figuran entre los primeros serenos de Gipuzkoa

Enlace: El Diario Vasco

Juan Aguirre. En la página de la Wikipedia dedicada a José Mujica se afirma que quien fuera presidente de la República de Uruguay entre 2010 y 2015 desciende de emigrados vascos «con origen en la localidad vizcaína de Múgica». Tan cierto se puede considerar que todos los Mujica o Múgica comparten cuna común en la actual Muxika, como que los apellidados Bilbao provienen del Bocho o que los numerosísimos Vergara o Bergara dispersos por el mundo hispanohablante surgieron en primera instancia de la noble villa del Alto Deba. Pero generalizaciones tan vagas poseen nulo valor a efectos genealógicos.

Mucho más sustantivo es lo que nos dice una rigurosa investigación llevada a cabo por el donostiarra Mikel Prieto y publicada en 2015 con el título de 'La familia vasca de José Mújica Cordano, siglos XVI-XIX'. Con documentos en la mano, Prieto demuestra que todos los antecedentes familiares del político latinoamericano, al menos desde el siglo XVI, arraigan en Gipuzkoa.

Las noticias más antiguas sobre sus ancestros datan de hace casi quinientos años y sitúan a los Muxika o Mujica en Astigarreta, actual barrio de Beasain. Mucho tiempo después, en el XVIII, un descendiente irá a casar al barrio de Urrestilla de Azpeitia, y entre finales de ese siglo o comienzos del XIX el linaje se afinca en Tolosa.

Inicios de un oficio

El bisabuelo de Pepe Mujica, Miguel Francisco Mujica Yeregui, nació en Tolosa el 9 de enero de 1818 del matrimonio formado por Juan Bautista Mujica Ydigoras y Josefa Yeregui Yzaguirre, tolosarras también, en cuya parroquia de Santa María habían contraído matrimonio en 1815.

En diciembre de 1820, Juan Bautista se adjudicó en almoneda el servicio de «alumbrado extraordinario de las calles» de Tolosa. El de alumbrador era oficio por entonces muy novedoso. Sus orígenes no iban más allá de mediados del siglo XVIII, cuando el ilustrado y reformador rey Carlos III ordenó que las principales calles de Madrid se iluminasen por las noches con fuego de algodón empapado en aceite. Para su gestión creó el cuerpo de alumbradores con encargo de encender, apagar y cuidar del buen estado de los faroles. Más tarde, aprovechando su presencia en la vía urbana durante las horas nocturnas, se les atribuyeron responsabilidades en lo que hoy denominaríamos 'información de servicio público', y posteriormente también de seguridad y vigilancia.

Así, periódicamente a lo largo de la noche, el vigilante voceaba la hora (en una época en que el reloj tenía consideración de bien suntuario) y a continuación el estado del tiempo: sereno, lluvioso, ventoso, nevando, etc. Como en Madrid lo común es que esté despejado, la palabra que más veces se le escuchaba era 'sereno', de donde quedó fijado el nombre popular: el alumbrador o farolero se transformó en sereno. Para su indumentaria, se les dotaba de capote, chuzo, farol, canana, gorra, pito y, para alertar en caso de incendio, una matraca.

Cincuenta faroles en veinte minutos

Pero todo esto sería mucho después. Las responsabilidades iniciales de Juan Bautista Mujica, alumbrador de Tolosa, se limitaban a encender las luces todas las noches entre septiembre y abril, desde el tercer día de luna llena hasta la primera noche de cuarto creciente (presuponiendo que en torno al plenilunio habría suficiente luz natural). Según establecía el contrato que firmó con el Ayuntamiento el 3 de mayo de 1821, su jornada comenzaba al sonar el toque de oración en la parroquia (lo que solía ocurrir a las siete en invierno y una hora más tarde en verano): a partir de ese momento disponía de veinte minutos para encender los cincuenta faroles con que contaba el casco urbano siguiendo un orden fijo que empezaba bajo el arkupe de la Plaza Vieja y terminaba en la Casa Armería (¡buena prisa debería darse!). Además, todas las noches del año hasta la una de la madrugada arderían con buena luz de aceite y mecha de algodón las dos luminarias situadas en los soportales de las casas concejiles. A la mañana siguiente le tocaba limpiar uno a uno los citados faroles y dejarlos cebados para un nuevo encendido nocturno.

A otro Mujica, Serapio, debemos la noticia de que a finales de 1829 San Sebastián aún no disponía de tal servicio. Quien fuera Cronista e Hijo Distinguido de Gipuzkoa cuenta que ese año el Ayuntamiento proyectó la creación de tres plazas de encargados de velar por el orden público nocturno y de limpiar y encender los faroles, a los que se gratificaría con dos pesetas diarias, pero el plan no cuajó. En 1834, por Real Decreto, el Gobierno ordenó que en todas las capitales de provincia se estableciese un servicio de vigilancia y de iluminación urbana atendido por serenos, cosa que tampoco pudo ejecutarse entre nosotros por hallarse el país en situación de guerra (la primera carlista). Por fin, a partir de 1838 (es decir, diecisiete años después que Tolosa), en San Sebastián empezó el encendido de farolas todo el año, incluidas las noches de luna, a cargo de un cuerpo de especialistas.

A tenor de estos datos, puede que en Juan Bautista Mujica tengamos al primer sereno de Gipuzkoa, cuyos pasos siguió su hijo Miguel Francisco.

1842: Emigración familiar

En efecto, Miguel Francisco se declarará de oficio «sereno» en su acta matrimonial del 20 de junio de 1840. Subió al altar de la iglesia San Vicente de la Parte Vieja con la donostiarra Catalina Josefa Chipiriani Esnaola, joven de 19 años descendiente de italianos por parte de padre y de donostiarras por vía materna.

Dos años después, en febrero de 1842, el joven matrimonio embarcaba en el puerto de Pasajes a bordo de la fragata 'Chateaubriand' con destino a Uruguay. Se barrunta que en la decisión de emigrar a Montevideo tuviera influencia un hermano de la madre de Miguel, Juan Fermín Yeregui Izaguirre, natural también de Tolosa, quien regentaba desde muchos años antes una de las primeras boticas de la ciudad.

Tras dos largos meses de viaje, la familia Mujica arribó a orillas del Río de la Plata en la primavera de 1842. Al hijo y la hija nacidos en Gipuzkoa, en los siguientes años se sumaron cinco vástagos más. El quinto de la saga, José Cruz, nacido en la localidad de Florida en 1846, sería el aitona de José Mujica Cordano. Su aita, Demetrio Mujica Terra, vino al mundo en Capilla del Sauce en 1893, y casó con Lucy Cordano.

El carismático líder uruguayo, José Alberto Mujica Cordano, nació en Montevideo el 20 de mayo de 1935. Al cumplir 80 años, en mayo de 2015, visitó Euskadi. En la ocasión, la Diputación Foral de Gipuzkoa le obsequió con una edición especial del libro del investigador Mikel Prieto con todas estas informaciones y los correspondientes documentos históricos.



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