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Los tambores (donostiarras) de Tonga (en El Diario Vasco)

19/01/2019

Una aventura llevó a una familia donostiarra a Tonga. 34 años después, vuelven sus descendientes para que vivan por primera vez la tamborrada que nunca dejó de resonar

Enlace: El Diario Vasco

Iñigo Puerta. Los Echevarría pisan la playa. Su hábitat natural en el Reino de Tonga, donde la disfrutan bajo temperaturas tropicales perpetuas. Esta vez es en La Concha, donde pertrechados contra el frío ensayan para el día grande de San Sebastián. Vienen a conocer sus orígenes, a 17.000 kilómetros de su casa. El patriarca, Papu Echevarría, tuvo que huir de un infierno personal en Donostia con 8 años. Navegó 6.000 millas náuticas por el Pacífico junto a su padre y sus tíos durante cuatro años, abordo de dos pequeños veleros sin motor ni más aparatos que un sextante. Vivió aventuras soñadas en el imaginario infantil. Sin 'cole', nadó con lobos marinos, buceó en busca de perlas, vivió en una isla desierta regalada por unos nativos y fue adoptado por una familia en Tonga. Años después conoció a Fatima, su mujer. Estudió en Nueva Zelanda e impartió clases de español en la universidad. Formó una familia y volvió a Tonga para que sus hijos crecieran rodeados de la naturaleza y con los valores que se transmiten en la Polinesia. Tras la muerte de su ama, ha vuelto a Donostia para que sus hijos conozcan su tierra y sus tradiciones.

En 1988, sus tíos Eduardo y Pilar descubrieron la bahía de Tapana, donde se instalaron. «Era como una bahía de La Concha en miniatura». Más amable que la gris San Sebastián de los 'ochenta'. Proyectaron el restaurante 'La Paella', la génesis de la colonia donostiarra en Tonga. Una cabaña mítica para navegantes donde comer bien y fiestear.

Tres décadas después, Papu retornó para fundar 'The Basque Tavern' en Vavau, donde replica recetas de los mejores chefs vascos. En sus playas, la nueva generación de 'Echevarrías' heredó el amor por Euskadi. Los recuerdos e historias del aitona Iñigo y Eduardo se traspasaron en la arena. Un sentimiento que Papu transmite a Taani, Marko, Elaia, Haizea y Unai. La prole tongana que tocaba la tamborrada en bañador. «A mi tío Eduardo le dices la palabra tamborrada y se le saltan las lágrimas». De joven, tocó en la sociedad centenaria de Gros, 'Umore Ona'.

Un sueño cumplido

Mientras sus hijos corretean por La Concha, Papu rememora su llegada al archipiélago de Tonga. «Era el final de un periplo, el último punto en la Polinesia. El resultado de un contacto humano, que nos acogió». La similitud con Donostia, «nos hacía sentir en casa. Pasaron días, meses y años». Tras cuatro sin escolarizar, «el proceso fue espectacular para un niño occidental. Nos acostumbramos a su bella forma de ser. Era como tener una nueva cuadrilla, con lazos estrechos. La gente polinesia es muy solidaria», enfatiza Papu.

Fatima, su mujer, «es originaria de Tonga, pero la conocí como una turista. Sus padres habían emigrado a Samoa Americana y volvió a ver sus raíces con su madre, con motivo de una boda. Yo trabajaba de profesor en Tonga. Mira el resultado, cinco 'Echevarrías'». Los nombres tienen su significado. «Taani, el mayor, es por mi hermanastro tongano. Para mí, mi hermano. Marko, por un médico neozelandés que nos ayudó. Los otros tres 'txikis', Elaia, Haizea y Unai, porque son de aquí. Quería que mis hijos reflejaran esa identidad vasca», recalca.

Papu vino solo en marzo del pasado año por el deceso de su padre y retomó contacto con su tierra natal 33 años después. Esta vez, la razón «ha sido el fallecimiento de mi ama. Su voluntad y la de mi aita era que sus nietos conocieran la belleza de nuestra tierra. Había sido una fantasía de toda la familia. Un sueño que se ha cumplido».

Frío y furor por la txistorra

«Nuestro 'donostiarrismo' está muy unido a mi aita y mi tío Eduardo, convencidos de que es la ciudad más bella del mundo. Teníamos hasta un disco del Orfeón Donostiarra en el barco». El mayor choque para esta familia tongana, ha sido «el invierno. Lo teníamos previsto. Es la primera vez en la vida de mis hijos que han llevado abrigo. Un día nos encontramos a los tres más 'peques' en el balcón sin apenas ropa. Decían que querían sentir el frío».

Arriba, el primer desfile de los Echevarría. Abajo; de izquierda a derecha, Marko (17 años), Papu, Haizea (8 años), Unai (8 años), Fatima, Taani (19 años) y Elaia (12 años). En el lado izquierdo, reproducción del reportaje que DV dedicó a la historia de Papu en marzo de 2018. 

El viaje está siendo inolvidable para los niños. «Llevamos casi dos meses y lo único que me dicen es que no quieren volver todavía». Incluso habían valorado el cambiar los billetes de vuelta, pero el sobrecargo «es un sablazo, nos es imposible», se lamenta Papu. Les llama la atención casi todo. En cuanto a las comidas, «la txistorra es algo que echarán mucho en falta. Un cruasán, un bollo de leche, la pastelería, los yogures, los batidos, las legumbres... todo le gusta y les sorprende. Comimos unos helados en el Boulevard y llevan días hablando de ello». La herencia genética tongana es evidente y sus tíos Rafa y Dinora lo tienen difícil para saciarles. «Al día se comen ocho barras de pan de las grandes. Eso sí, las lentejas que les esperan luego son muy socorridas», admite Dinora.

Acaban de visitar Bizkaia, donde han estrechado lazos con su familia materna. «Me quedo con la solidaridad. Esto no es una anécdota. A nuestros descendientes les debemos el saber que están dentro de una familia y contar el uno con el otro». También vuelve con el corazón dividido. «Yo era el forofo número uno de la Real Sociedad de Zamora, López Ufarte y Arconada. Con el paso del tiempo me enteré de que mi bisabuelo fue presidente del Athletic. Entre eso y su filosofía me ganaron». Aún así en sus entrañas habita la Real. «Si juega la Real soy de la Real. Si juega contra el Athletic, que gane el mejor», sentencia.

Rugby en la sangre

A pesar de que la población del Reino de Tonga apenas sobrepasa los 100.000 habitantes, son una potencia mundial en rugby. Su complexión física y la tradición generan jugadores de primer nivel. Los hijos mayores de Papu, Taani y Marko, han sido probados por el Hernani Rugby Elkartea. Ambos aúnan la genética polinesia y la sangre de su aitona Iñigo, que «fue miembro fundador del Getxo. Su sueño era que un nieto suyo jugase aquí. No lo pudo ver. Taani no pudo jugar por problemas físicos, pero Marko debutó en el 'sub18'. Una experiencia fantástica. En Tonga hay un gran potencial y talento, pero no hay infraestructuras. La selección se forma en la diáspora. Son hijos de tonganos que emigraron a Nueva Zelanda y Australia a por una vida material mejor. En Hernani, la seriedad, la dedicación y el cariño que le ponen nos ha sorprendido mucho. Taani tiene ilusión por venir a jugar con el primer equipo la próxima temporada. Ellos nos han facilitado todo y tienen interés».

«Somos de 'The Basque Tavern'»

Unos kits de tamborreros hace las delicias de los Echevarría. Taani y Marko se llevan los tambores. Fatima, Unai, Haizea y Elaia los barriles de txapakume. Entre risas se mezclan frases en inglés, tongano y euskera. El lema más repetido en la sesión de fotos es el 'Gora Donostia' que utilizan en cada pose y cualquier momento es bueno para juguetear al filo de las olas. Un paseante curioso les pregunta: «¿De qué tamborrada sois?». «Somos de 'The Basque Tavern', en Tonga». Risas, un primer desfile familiar y el gran salto para la foto. También se presentaron para Teledonosti. Papu, en tongano: «[Kojo kujinoa Iñigo Echevarría ko tau ja tafa 'Gora Euskadi ta gora Donostia']», sonó.

Regreso al paraíso

El día de San Sebastián será el broche de oro. Aún no saben lo que preparar para la cena, aunque Papu cita «unos buenos txipis en su tinta» como posibilidad. Si estuviesen en Vavau, «creo que nos comeríamos un cerdito a la brasa en la playa».

Se acerca la vuelta a las antípodas de Euskadi. «¿Por qué decidimos llevar a la familia a Tonga? Pues un día me pregunté a mi mismo qué quería hacer en el día a día, al despertarme. Casi todas las respuestas me llevaban a Tonga. Que mi plan lo decidiese la naturaleza. El viento, el sol o el estado de la mar. Sin atascos, sin horarios», sonríe.



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